|Capítulo 02: "Un mundo pequeño"|

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Estaba recostada en su cama, escuchando los murmullos que traspasaban la puerta, provenientes de abajo, en donde una gran acumulación de gente se encontraba en su sala de estar, luego de haber vuelto del funeral de sus padres, que había sido esa mañana en el Cementerio Mount Sinai. Acariciaba el pelaje negro y suave de su gato, quien se había quedado quieto junto a ella apenas había entrado a su habitación. Mientras tanto, la chica miraba, a través del vidrio de su ventana, como el sol reinaba en el cielo despejado. El hecho de que no estuviera lloviendo, como siempre ocurría en las películas en días como ese, le hacía creer que, lo que estaba viviendo, era todo una simple pesadilla, una pesadilla de la cual no podía despertar. Pensaba que sus padres y hermana no estaban muertos, que sólo se habían ido de viaje, y que en cualquier momento iban a volver.

Pero no se habían ido temporalmente.

Y ella nunca los iba a poder ver vivos de nuevo.

Ni siquiera había sido capaz de entrar a sus habitaciones. Sentía que, si lo hacía, se iba a largar a llorar desgarradoramente de nuevo, como lo estuvo haciendo el fin de semana, y ya estaba cansada de eso. La hacía sentir débil, y era horrible que pensaran eso de ella.

Porque sí, estaba débil, pero no por la muerte de sus padres.

Sino por saber que nunca más los iba a ver, que nunca más podría disfrutar de hermosos momentos junto a ellos, y de que no les había dicho lo mucho que los quería, antes de que la tragedia sucediera.

La puerta de su habitación de abrió, haciendo que las voces aumentaran, pero luego se opacaron de nuevo, seguido eso por el ruido del pestillo siendo cerrado. No le interesaba en lo absoluto quién había entrado, ni tampoco tenía las fuerzas suficientes para informarle que quería estar sola.

Su gato salió de su agarre, y se bajó de la cama, seguramente para ir al encuentro de la otra persona, quien, lentamente, se había sentado en la orilla de la cama, haciendo que ella le dé la espalda.

-Clara. -la llamó. Ella no dio indicios que escucharlo, por lo que la persona suspiró. -Sé que no estás dormida.

Igualmente, no se movió. Esperó a que esa persona se fuera, sabiendo que no podía hacer nada con ella, pero Clara lo conocía. Sabía que no se iba a dar por vencido, no hasta que ella saliera de su habitación, para, al menos, ir a comer algo.

-Oye, sé que estás mal, pero haciendo esto no te ayudas a ti misma. -siguió hablándole. -En realidad, no ayudas a nadie.

-Mi intención no es ayudar. -murmuró, aunque, como el ambiente era más o menos silencioso, él la pudo escuchar a la perfección.

Estiró un brazo, hasta tocar su cabello, para comenzar a hacerle caricias que le hicieron cerrar los ojos, y apretar los labios. Siempre buscaba la forma de comprenderla, y siempre lo conseguía. Por algo era su primo favorito... Aunque fuera el hijo de su estúpida tía Jess.

-Clarita...

-Jack, quiero estar sola, por favor.

-Estás loca si piensas que te dejaré sola, cuando estás así de mal.

Clara sintió unos movimientos en la cama, un maullido de su gato, y luego unos zapatos siendo tirados al suelo. Los brazos de Jack la envolvieron, y, ella, sin poder contenerse, se dio la vuelta, y lo abrazó con la misma fuerza que él lo hacía.

-Los extraño... -confesó, contra su pecho.

Jack cerró los ojos, maldiciendo internamente al no verse disponible para tratar con situaciones como esas. Él era Jackson Eyre, el primo bromista y sexy, no el que consolaba a la gente y la hacía sentirse mejor. Eso era el trabajo de Nick.

LAS HUELLAS DE LOS RECUERDOS [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora