|Capítulo 23: papeles de adopción|

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Volvieron a donde estaba Blake, a la mañana siguiente, cuando Melinda ya había digerido por completo el hecho de que su pequeña hermanita era, en realidad, la hermana de Hunter y Diego, aquella que había sido fruto del engaño de Pamela y su cuñado. Le había costado entenderlo, pero había podido. Al fin y al cabo, ella sabía que Blake había colaborado para ayudar a que Lidia quedara en su familia, justamente porque buscaba lo mejor para su vida.

Pero algo no cuadraba. Porque el hombre, cuando Nick le preguntó desde cuándo conocía a Damian, le había dicho que era desde hace mucho antes que la adopción. Y a eso Melinda no lo sabía.

Nickolas le explicó como le había nombrado sólo el hecho de que él lo había ayudado con un caso, un caso que incluía a Betiana Taylor, que en ese momento no era ni siquiera su novia, y nada más. Entonces decidió ir a verlo ella misma, para sacarle las palabras a la fuerza.

No le interesaba en lo más mínimo si estaba enfermo, ella tenía que saber qué demonios había ocurrido en el pasado de su familia.

Abrió la puerta de par en par, exaltando a Blake, que estaba mirando la televisión. Abrió los ojos exageradamente detrás de sus gafas, y bajó el volumen del aparato, al ver a dos policías entrando como si se tratara de su propia casa.

—Blake Corfield. —dijo Melinda, sonriendo sin ser amable. —Por fin nos vemos luego de mucho tiempo.

Eso había sonado a frase de villana.

—¿Me... Melinda? —preguntó, totalmente sorprendido, ya que la última vez que la había visto esta era sólo una niña.

Estaba igual a Betiana, a excepción por el cabello. Ése sin dudas era el de su padre.

—La misma. —tomó una silla, y la arrastró hasta sentarse al lado de la camilla, sin ser ni un poco delicada. Nick, que recién estaba cerrando la puerta, rodó los ojos ante su dramatismo.

Habían salido de la estación especialmente para ir a ver al hombre, y averiguar de una vez por todas el porqué de todo lo que había ocurrido. Y con eso, se referían al accidente.

—Para tu desgracia, soy oficial de policía. —siguió hablando la chica, quitando una libreta y una birome de su bolsillo. Sonrió, con falsa simpatía, ladeando la cabeza. —Ahora, Corfield, necesito que me respondas a algunas preguntas.

—Pero yo...

—La ley lo exige. —inventó, antes de que se negara.

La verdad, era que en esa investigación sólo estaban implicados ella y Nick. Ni siquiera le habían comentado a Vanesa lo que iban a hacer.

—No sé a qué quieren que responda. Yo...

—Le comentaste al joven aquí presente todo lo que pasó con Pamela Horan. Bueno, él me lo contó a mí. —se cruzó de piernas, con todo su profesionalismo saliendo a flote. —Buscamos los viejos documentos de Andrew Corfield, y descubrimos que ella había hecho una denuncia en su contra, en julio del dos mil siete, casi un mes antes de que ambos desaparecieran como si nada. Entonces, queríamos preguntarte por qué no comentaste eso. Si se te pasó o...

—¿Ella lo denunció?

El monólogo de Melinda se cortó cuando escuchó la curiosidad y la sorpresa en la pregunta del hombre. Entonces, elevó una ceja.

—¿No lo sabías?

—¡Por supuesto que no! —exclamó, negando frenéticamente con la cabeza.

—¿Cómo sabemos que no estás mintiendo?

—Porque Pamela me ocultó todo lo que pasó durante sus últimos días de embarazo. ¡Me enteré de que iba a pedir el divorcio el mismo día de su desaparición! Además, ¿para qué iba a querer mentir?

LAS HUELLAS DE LOS RECUERDOS [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora