|Capítulo 11: tristeza y lazos que persiguen|

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Cuando el Oficial Wilson abrió la puerta de la sala de visitas, escoltando a ese tipo que le había hecho la vida difícil durante casi todo el último mes, ordenó que todos los demás guardias se fueran, que lo dejaran hablando solo con ese hombre sentado en una de las mesas, que se encontraba mirando al suelo. Le daba mucha pena saber por lo que él estaba atravesando; varias veces había tenido la oportunidad de entablar conversaciones con el sujeto, más que nada cuando iba a cenar a su restaurante junto a su familia. Nunca habría pensado que tenía una vida complicada. Parecía un hombre feliz, un poco estricto con el trabajo, pero capaz de sacarle una sonrisa a todo aquel que lo viera.

¿Por qué su hijo no era igual, entonces?

Él también iba a retirarse de allí, apenas dejara sentado al chico en la mesa frente a su padre. Habían colocado micrófonos en el sitio justamente para ese momento, y el Señor O'Ryan también llevaba uno en su saco. Estaba consciente de que Jeremy no tenía idea de eso, no podría haberlo descubierto porque había estado encerrado en una celda solitaria, custodiada por dos guardias.

—Buenos días, oficial. —lo saludó Stephan, levantándose para tenderle la mano. El Oficial Wilson se la estrechó con seguridad y amabilidad, mientras dejaba sentado a Jeremy, que venía esposado.

—Sólo quince minutos, O'Ryan. —dijo el tipo vestido de azul, al que llevaba un uniforme naranja. Este ni siquiera le devolvió la mirada, que estaba cargada de una ira absoluta. Miró a Stephan. —Cualquier cosa, grite. Estaremos afuera.

Stephan agradeció, antes de ver como el policía se retiraba, mandándole una última mirada de inseguridad al preso, que ahora examinaba sus manos esposadas, colocadas sobre la mesa. Su padre se sentó frente a él, y ambos se quedaron en un silencio ensordecedor, mientras cada uno estaba metido en sus propios pensamientos, durante, al menos, cuatro minutos.

—¿Por qué querías que fuera yo el que hablara contigo? —preguntó finalmente el hombre, tan bajito que, si no hubieran estado solos y en silencio, él no lo habría escuchado.

Jeremy levantó la mirada, y Stephan sintió una tristeza infinita en su pecho al notar que sus ojos no brillaban como cuando era un niño. Su cabello estaba grasoso, cayendo sobre su frente, y tenía ojeras negras que delataban el mal sueño que había estado teniendo durante esos días.

¿Dónde estaba el hijo que él recordaba? Ese sujeto que tenía en frente no podía ser él, no podía ser su angelical y cariñoso Jeremy.

—¿Acaso te molesta que quiera hablar con mi "padre"? —interrogó mordazmente, sonriendo enojado.

Stephan se quedó unos segundos callado. No podía digerir el hecho de que su hijo era un delincuente, un delincuente que había estado asaltando, traficando drogas y asesinando a gente sólo por placer. Negó con la cabeza, sintiéndose cada vez peor, porque no podía evitar culparse por que él haya llegado a eso.

—No hablamos desde hace mucho...

—Por eso mismo. Sé que, si yo no te busco, tú no me buscarás a mí. Y, como nunca quisiste que pise esa porquería que tienes como restaurante, tuvimos que llegar a estas medidas para poder vernos cara a cara después de, exactamente, dos años y tres meses. —dijo Jeremy, con el mismo tono que antes. Stephan se encogió en su sitio. —Así que, no me vengas a mirar con esa cara de perrito mojado que tienes puesta, porque yo ya no te creo nada.

—¿Me llamaste sólo para echarme las cosas en cara?

—En parte, sí. Y también para que le digas a mamá que estoy bien. Porque ella sí me importa. —movió las manos hacia su regazo, haciendo ruido con las esposas. Sopló un mechón de cabello negro que le caía por la frente, y ladeó la cabeza. —Anda, habla.

LAS HUELLAS DE LOS RECUERDOS [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora