Capítulo 2

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A menudo escuchamos la frase "no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes". Es cierto... tendemos a tomar las cosas por sentado y solo vemos realmente cuánto significan para nosotros cuando estamos a punto de perderlos o cuando ya lo hicimos.

Y aunque suene trillado, todos hemos estado, o estaremos en esa situación en algún momento, ya sea que se trate de algo relacionado con el amor o la vida.

Mon observaba con una sonrisa a un grupo de chicos que hablaban animadamente en la sala de espera del hospital. Uno de ellos llevaba una férula en el brazo izquierdo. Después del accidente podían reír y bromear sobre la lesión del joven.

La ojimiel apreciaba detalles tan sencillos, cosas que para muchos podrían pasar desapercibidas. Y en este caso, admiraba a las personas que, a pesar de las circunstancias difíciles en las que se hayan encontrado, al final pueden convertirlo en una anécdota tonta para contar con una sonrisa.

Señorita Phetpailin, el doctor la atenderá, por favor diríjase a la sala B para que la examine — dijo la enfermera, interrumpiendo los pensamientos de la joven.

Muy bien — respondió Mon con una ligera sonrisa y una expresión de total calma en su rostro.

Caminaba tranquilamente por los pasillos del hospital para encontrarse con su doctor, cuando la vio, tomaba un café muy concentrada en la nada, ahí estaba aquella mujer de hermosos ojos y mirada fría.

Le dedicó una mirada que pasó desapercibida para Sam, ya que se encontraba de espaldas, recargada en un barandal. Estaba dispuesta a seguir su camino, pero había algo en aquella mujer que llamaba la atención de Mon y el magnetismo que sentía por Sam la hizo detenerse. Indecisa sobre qué debía hacer, la ojimiel, admiró su espalda y su cabello negro peinado en una coleta.

"Supongo que no tengo nada que perder". Pensó la joven al sentir esas irremediables ganas de hablar con Sam, tenía una pregunta rondando por su cabeza desde que la vio por primera vez en la mañana y quería saber qué pensaba o sentía la pelinegra para mostrar esa indiferencia en la mirada.

Aparte de su sentido de responsabilidad y deber como doctora... ¿No siente en absoluto empatía con los familiares de sus pacientes, cierto?

Sam, sorprendida, giró y se encontró con unos hermosos ojos miel.

¿Qué? Amm... Lo siento, ¿nos conocemos? — apenas si la pelinegra pudo hablar por la inesperada pregunta de Mon.

Oh, no, para nada — dijo la ojimiel de forma muy entusiasta, irradiaba tanta luz, Sam podía jurar ver destellos alrededor de ella por la hermosa e inocente sonrisa que Mon le ofreció al responder. — Dio la casualidad que la vi esta mañana y he estado esperando para preguntarle algo, espero no estar molestándola demasiado... uhm, Doctora Sam Anantrakul — leyó Mon en la identificación que colgaba de la bata de la pelinegra mientras se inclinaba hacia ella. — Lo siento — rio tiernamente la castaña. — Es solo que soy corta de vista y hoy olvidé mis lentes.

"Qué persona tan peculiar". Pensó Sam, y de verdad podría jurar que esa chica emanaba luz propia.

Disculpa... ¿Qué fue lo que dijiste hace un momento? No estaba prestando atención realmente.

Mi nombre es Mon. He querido preguntarle, ¿Cuándo...? — se detuvo la castaña al ser interrumpida por el teléfono de la doctora.

Por favor, discúlpame — intervino Sam, mirando la pantalla de su teléfono. — Tengo un caso urgente que debo atender.

Oh...Vale, entonces, adiós — Mon rio por la situación mientras veía a Sam correr. — Debí verlo venir... estos doctores, son todos iguales — se encogió de hombros y tranquilamente reanudó su camino.

𝐔𝐧 𝒔𝒐𝒍𝒐 𝐥𝐚𝐭𝐢𝐝𝐨 [+𝟏𝟖]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora