Capítulo 9

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A nosotros, los humanos, no nos gusta esperar. Esperar, para nosotros es una tortura, y también es algo demasiado aburrido.

Aun así... Existen excepciones donde estamos dispuestos a hacerlo...

Habían pasado un par de semanas desde que Sam besó a Mon, esa mañana, la castaña se encontraba en el balcón admirando la vista tan buena que tenía de la ciudad. Disfrutaba de una taza de té , perdida en sus pensamientos.

Un par de noches a la semana, Sam tenía guardia en el hospital, por lo que en ocasiones no llegaba a casa a dormir, a veces el trabajo la consumía y ella y Mon se veían una vez que regresaba a descansar.

Los pensamientos de la ojimiel se vieron interrumpidos cuando escuchó la puerta del departamento abrirse, Sam por fin regresaba del hospital.

Regresé... Aaah, estoy tan cansada... ─ la pelinegra dejó sus cosas y caminó con poca energía hacia el sillón. ─ Hoy tuve una operación de 10 horas... Mis pies me están matando en este momento.

Los primeros días después de su beso fueron un poco incómodos para las dos, les costaba hablar con normalidad o no podían pasar mucho tiempo viéndose a la cara sin sonrojarse. Poco a poco, pasó la incomodidad y la convivencia mejoró. Para su propia sorpresa, Sam se había acostumbrado muy rápido a la presencia de Mon.

Bienvenida a casa, doctora ─ saludó con una hermosa sonrisa. ─ Casi pensaba que tu fatiga era a causa de tu rutina usual de caza-mujeres.

He estado metida en el quirófano durante dos días seguidos, ¿Cómo podría tener tiempo para eso? ─ la pelinegra se sentó en el sillón, no tenía energía suficiente para llegar a su habitación. ─ Y, además, siempre termino con los casos de mayor riesgo... Solo quiero dormir YA.

Oh, vamos, estarás bien... Después de una o dos lindas mujercitas ─ decía la castaña, sirviendo jugo de mandarina en un vaso.

¡No me importa ninguna linda mujercita en este momento! ¡Solo tomaré una agradable y larga siesta! Justo aquí... ─ su voz iba perdiendo fuerza por el cansancio.

Aquí hay un poco de jugo. Toma, te refrescará ─ Mon le llevó el vaso y se lo dejó en la mesita de la sala.

Sí... Gracias... ─ Sam, poco a poco, se quedaba dormida sentada.

Mon veía cómo la respiración de la pelinegra se volvía más pesada y tranquila a medida que se iba relajando.

Ya que creemos que algunas cosas realmente merecen la pena esperar...

Doctora... ¿Sigues despierta? ─ preguntó, inclinándose hacia ella, quedando cerca de su cara. Como no obtuvo respuesta, asumió que ya se encontraba dormida y la admiró por varios segundos. Miró su rostro relajado y las ganas de acariciar sus mejillas le ganaron, estiró la mano poco a poco y se acercó a ella.

¿Qué demonios crees que estás haciendo? ─ preguntó la pelinegra con los ojos cerrados aún, haciendo que Mon se sobresaltara del susto y detuviera su mano.

¿Te quieres librar de mí? Porque eso parece al querer ocasionarme un infarto ─ dijo haciendo un puchero. ─ Uhm... Tal vez pensaba en estrangularte... como venganza por lo que me hiciste la otra vez ─ la ojimiel estaba sonrojada y nerviosa, pero intentó disimular.

Sam abrió solo un ojo y, acto seguido, tomó la mano de Mon y la jaló. Mon cayó sobre ella sin saber qué estaba haciendo.

¿Realmente crees que puedes estrangularme? ─ preguntó riendo y tomó una de sus manos, mientras con la otra la sujetaba por la cintura, sentándola en sus piernas. ─ No tienes la fuerza para vencerme ─ dijo en modo juguetón.

𝐔𝐧 𝒔𝒐𝒍𝒐 𝐥𝐚𝐭𝐢𝐝𝐨 [+𝟏𝟖]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora