Capítulo 4

1.7K 168 7
                                    

Si cambio de parecer y acepto la cirugía... ¿tú serías la que me opere? — Mon estaba de pie junto a la ventana, tranquila, con los brazos entrelazados detrás de su espalda. El viento que entraba movía las cortinas y su bata del hospital.

Todo en esa imagen era calma y se sumaba al silencio que se hizo presente en la habitación. Sam no esperaba que la castaña hiciera tal petición.

¿Qué?... No seas tonta, esa no es una decisión que yo debería de tomar, además, no estoy a cargo de tu caso. Técnicamente, incluso si pudieses pedir un doctor diferente, no veo la razón por la cuál eso sea necesario — respondió la cirujana después de varios segundos.

Aww, qué mal... Y yo que estaba a punto de considerarlo. He oído que los doctores constantemente se sienten inquietos al operar, ¿Me equivoco? — Mon miró a la cirujana de forma juguetona.

Sam no sabía qué responder, solo miraba a la castaña que poco a poco se acercaba a ella.

Algunos doctores en realidad se obsesionan con ello, ¿Qué hay de ti? ¿No quieres ser mi cardiocirujana?

Bueno, tienes razón en la parte en la que disfruto mi trabajo. Pero no caería tan bajo como para robar el caso de otro doctor justo debajo de sus narices, ¿sabes? — Sam no cedería ante los encantos de Mon tan fácilmente, y menos en una situación tan delicada como su operación. — Además de que no soy adicta a abrir a las personas, lo haces sonar bastante morboso.

Aaah... está bien — Mon suspiró y regresó hacia la ventana al ver que había fracasado con la pelinegra. — El Dr. Aon me dijo que seré libre para irme pasado mañana — la joven miraba el paisaje fuera de su habitación, anhelando por fin disfrutar de la brisa fresca y los rayos del sol.

Eso es algo bueno, asegúrate de cuidarte en casa.

Una vez que esté fuera de aquí y si no estás ocupada... ¿Quisieras intentar tener una cita conmigo? — de nuevo, apareció la animada y radiante Mon, haciendo preguntas sin tapujos.

Naa, no salgo a citas — y ahí estaba la Doctora Anantrakul, alérgica a las citas y todo el espectro del amor.

Buu... ¿Qué te pasa? Realmente no tienes sentido para las relaciones, doctora — Mon hablaba mientras hacía un puchero por el rechazo, por supuesto, la joven no se rendiría tan fácilmente. — Bueno, como sea. No tiene que ser una cita, podríamos tener simplemente una salida de chicas y comer, algo así.

Vale, vale, está bien. Me aseguraré de llamarte cuando tenga un día libre — la pelinegra rio ligeramente, no hablaba en serio, solo esperaba que con su respuesta la joven se quedara tranquila y no se tocara más el tema. Después de todo, no creía volver a verla, solo sería posible cuando la ojimiel fuera al hospital a sus chequeos.

Doctora, ¿puedes prestarme tu teléfono? — Mon extendió la mano hacia Sam, esperando que ella le diera lo que había solicitado.

Claro, toma... ¿Qué harás con él? — al encontrarse distraída, como era costumbre para Sam últimamente, en automático entregó su móvil a la joven. No entendía qué estaba pasando, solo veía a Mon tecleando hasta que escuchó otro teléfono sonar.

¡Todo listo! ¡Ahora, incluso si lo olvidas, simplemente te llamaré! — la joven rio inocentemente, fue más lista que la cirujana y consiguió su número, sabía que la pelinegra no se lo daría ni buscaría la forma de contactarla fuera del hospital.

Mon podía ver a través de esa máscara de seriedad que Sam usaba y notaba que estaba sola, que no permitía que nadie se acercara realmente a ella. Quería saber qué había detrás de esa mirada fría, su instinto le decía que podría ser una persona cálida y deseaba ver esa faceta que la pelinegra no mostraba a nadie.

𝐔𝐧 𝒔𝒐𝒍𝒐 𝐥𝐚𝐭𝐢𝐝𝐨 [+𝟏𝟖]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora