Capítulo 5

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Nunca he creído realmente en el amor. Para mí es una idea muy inútil y permanecerá de esa forma, todas las que se han involucrado conmigo lo entienden.

Mon permaneció en silencio, analizando las palabras de Sam, mientras el viento jugaba con su largo cabello.

Entonces... ¿Qué tal si apostamos? — la ojimiel miraba con calma a la cirujana, con ese característico brillo en la mirada.

¿Qué?

Me quedan dos años hasta que necesite el trasplante... Quizás, incluso menos. Sí dentro de esos 2 años puedo hacer que te enamores de mí... tendrás que aceptar ser mi cirujana, ¿Trato?

Sam tardó unos segundos en salir del asombro por la propuesta de Mon, quien permanecía sonriendo tranquila y muy segura por sus palabras. Una vez más, la ojimiel tomaba desprevenida a la pelinegra.

¿Y qué ganaré yo? — preguntó finalmente la doctora.

¿Qué dices? Lo estoy haciendo para probar un punto. No tienes nada que perder — la castaña mantenía su sonrisa.

¿Jugaremos al héroe? No creo que te des cuenta de dónde te estás metiendo — Sam tenía una sonrisa cínica, mientras cerraba el espacio entre ella y Mon. — Déjame adivinar, ¿"Amor" por sexo? Te lo advierto... Juega con fuego y te quemarás — dijo, levantando la barbilla de la joven con su mano.

¿Y si quiero quemarme? — respondió, mirando fijamente a la pelinegra.

Hay cosas por las que vale la pena quemarse, y Mon cree firmemente que Sam vale la quemadura.

Mantenían contacto visual, ninguna quería ceder, las dos estaban muy seguras de sus convicciones. La mirada amable que Sam había tenido durante toda la tarde de la cita, se transformó en una fría y vacía. Se mantenía pegada a Mon, mientras siguió hablando de modo provocador y cínico.

Si realmente quieres que te tome, entonces jugaré tu jueguecito, pero jugaremos con mis reglas. "Sexo" ... eso es todo y nada más.

Mon estaba acorralada por Sam y, a pesar de que la mirada de la pelinegra era de cierta forma intimidante, la ojimiel se mantuvo tranquila, analizando sus ojos, su expresión y sus palabras.

Estuvieron de ese modo por un par de segundos más, hasta que se escuchó un fuerte estruendo. A un par de cuadras de donde se encontraban, ocurrió un fuerte choque entre un vehículo particular y una camioneta de carga. Se escuchaba a la gente gritar pidiendo ayuda.

¡QUE ALGUIEN LLAME A UNA AMBULANCIA!

¡POR FAVOR, MI ESPOSO SIGUE ATRAPADO AHÍ! ¡POR FAVOR TIENEN QUE SALVARLO!

Señora, por favor trate de calmarse y aléjese, es peligroso — pedía un hombre que se había acercado a auxiliar a los heridos.

Disculpen... déjenme pasar, ¿Hay algún herido? — Sam se abría paso entre la gente.

No te puedes acercar — dijo el mismo hombre que trataba de tranquilizar a la mujer accidentada.

Soy doctora — dijo la pelinegra, mostrando su identificación del hospital. — ¿Hay lesionados? Estoy capacitada para brindar atención médica de emergencia.

Están tratando de liberar a un hombre de los restos en este momento. Hay una gran posibilidad de que el vehículo explote, así que es mejor si mantienes tu distancia.

¡NO, NO, NO! — gritó la pelinegra al ver que un par de hombres sacaban del automóvil a la persona herida.

La víctima tenía una barra metálica atravesada a la altura de la clavícula, la cirujana intentó persuadirlos de no remover el metal, pero no logró detenerlos. En cuanto sacaron el objeto de su pecho, comenzó a desangrarse.

𝐔𝐧 𝒔𝒐𝒍𝒐 𝐥𝐚𝐭𝐢𝐝𝐨 [+𝟏𝟖]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora