— ¡¿QUÉ PASO?! ¡¡TODA ESA SANGRE!! — Mon se alarmó al ver el estado en el que llegó Sam.
— No es mía, puedes relajarte. Estoy... bien, estoy bien — intentó sonreír para tranquilizar a la castaña. — Solo te estoy preocupando, lamento haberte dejado sola por tanto tiempo — la miró a los ojos, necesitaba llenarse de su calidez.
— ¡¿A qué te refieres con "bien"?! ¡Tienes una cortada en la cara! — la ojimiel tomó la cara de Sam entre sus manos para verla de cerca. — ¿Estás herida en otra parte?
— Mon... — Sam no lo soportó más y la abrazó fuertemente. La joven se sorprendió, pero no dijo nada, solo correspondió a su abrazo, tratando de reconfortarla.
Después de un par de minutos, Mon condujo a la pelinegra a la sala y llevó el botiquín.
— Solo deja que me encargue de los primeros auxilios por esta vez, ¿Vale? — la castaña estaba evidentemente preocupada, aunque intentaba disimular con una sonrisa mientras limpiaba el corte de Sam. — Por suerte, solo es una herida superficial...
— Mon... — la pelinegra tomó la mano de Mon con la que la estaba curando. — Creo... creo que no merezco ser llamada doctora después de todo... Acabo de hacer algo terrible... imperdonable — no soportó verla a la cara y se agachó, las lágrimas se arremolinaban en sus ojos. — Todo pasó porque yo... Todo es mi culpa... — Mon se sorprendió, nunca pensó ver a la pelinegra así de vulnerable y le dolía. — Me odio a mí misma... Me odio tanto... — hablaba, conteniendo las lágrimas, sin soltar la mano de la ojimiel. — Tú también me odiarías... si lo supieras.
Mon la miró por unos segundos y tomó sus manos.
— No sé lo que acabas de pasar... pero confío en que tuviste tus razones para hacer lo que hiciste... — Sam seguía con la mirada clavada en el piso. — Por favor, créeme cuando digo que no estás sola. No te dejaré sin importar lo que pase, lo prometo. Sé que eres una persona fuerte — Mon acunó a la pelinegra en su pecho, tomándola por sorpresa. — Pero no tienes que serlo todo el tiempo... No tienes que guardarte todo para ti sola. Déjalo salir... Puedes compartir tu dolor conmigo. Permíteme quitar de tus hombros algo de ello, al menos — Sam no pudo resistirse y comenzó a llorar, aferrándose más al cuerpo de la ojimiel.
— Mon... — dijo entre lágrimas, dejándose consolar por la castaña, quien al ver cómo se quebró la pelinegra, no pudo evitar sollozar con ella. Mon la abrazó fuertemente, quería protegerla y alejar el dolor que sentía, porque verla así, hacía que ella misma sintiera pesar.
Se quedaron abrazadas, entre lágrimas, por varios minutos. Cuando por fin Sam estuvo más tranquila, la joven la llevó al baño para que se duchara, con la esperanza de que eso la hiciera sentir, aunque sea un poco mejor.
Sam estaba perdida en sus pensamientos, desnuda bajo la regadera. No podía dejar de ver sus manos fijamente. Esas manos que deberían de salvar vidas, no hacer lo que ella hizo. No soportaba la idea de que sus manos causaron daño en lugar de sanar, por muy despreciable que fuera Izan, lo que hizo iba en contra de sus principios y de su juramento de proteger y de salvar personas.
— Traje tu albornoz. Lo dejaré aquí — dijo la castaña, entrando al baño.
— Gracias.
Mon notó el pesar en la voz de Sam y, al verla bajo la regadera, derrotada y triste, se acercó a ella. Notó su cuerpo lleno de golpes, ver así a Sam hacía sufrir a la castaña, se sentía impotente de no poder ayudarla. Finalmente, salió del baño, esperando que pronto pudiera salir de sus pensamientos tormentosos.
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𝐔𝐧 𝒔𝒐𝒍𝒐 𝐥𝐚𝐭𝐢𝐝𝐨 [+𝟏𝟖]
FanfictionSamanan Anantrakul, una cirujana cardiovascular, no cree en el amor. Opina que, junto a la fidelidad, es solo una fachada para tener sexo. Por eso, no busca relaciones serias y se acuesta con cualquier chica que le guste. Esto es así hasta que conoc...