Capítulo 3

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Aunque nuestros corazones trabajan mediante control involuntario, desconectados del pensamiento consciente, todavía es muy posible estimularlos a través de nuestro sistema nervioso, o a través de la afluencia de las hormonas que son liberadas, por ejemplo:

La felicidad, la sorpresa, la excitación, emociones como estas aceleran el ritmo cardíaco y hacen que lata en intervalos más cortos. Especialmente durante las relaciones sexuales.

Aaah... así, justo así, no te detengas, se siente tan bien — gemía la chica que se encontraba sentada sobre las piernas de Sam, mientras la pelinegra mordía uno de sus pezones y movía rápidamente sus dedos dentro de ella. — Aaaah, me voy a venir —decía repetidamente en agonía, se movía con frenesí, chocando contra el cuerpo de la doctora. Un par de minutos más subiendo y bajando rápidamente, sintiendo los dedos de Sam dentro de ella, fueron suficientes para que la mujer alcanzara el clímax liberando un profundo gemido mientras arqueaba la espalda y arañaba la de la pelinegra.

Sam podía estar con cualquier chica que quisiera, tenía la seguridad necesaria y sabía que su físico era un factor que pesaba mucho a la hora de seducir mujeres, sin importar siquiera su orientación. Sam era el cazador y ninguna presa se le escapaba, y a decir verdad, las "presas" no quieren huir de la sensual cirujana. Incluso deseaban poder estar con ella en cualquier momento posible.

Muchas de ellas veían en la pelinegra la posibilidad de experimentar, les encantaba la aventura que representaba estar con una mujer. En su mayoría no buscaban amor, así que era perfecto para ellas que Sam tampoco lo hiciera, de esa forma ambas partes podían divertirse sin sentirse presionadas, solo disfrutar del sexo casual y sin compromisos.

Una vez que la chica terminó de disfrutar de su orgasmo, la pelinegra se levantó y se metió en la ducha. Resultaba que el sexo esa noche no la había relajado como esperaba, seguía sintiéndose sofocada y esperaba que el agua de la regadera le sirviera para liberar la tensión que tenía.

¿Te vas tan pronto? ¿Por qué no te quedas a dormir? — preguntó la chica de cabello corto mientras fumaba y veía a la doctora salir de la ducha.

Paso, mañana tengo turno matutino, no quiero llegar tarde — respondió con total indiferencia la pelinegra.

Algo pasa... no luces como de costumbre esta noche. Muuuy sospechoso. Como si estuvieses obsesionada con algo... o tal vez con alguien, ¿me equivoco? — Priya era de esas chicas con las que la cirujana solía estar cada cierto tiempo, eran amigas con beneficios, pero amigas al final, por lo tanto, la mujer tenía cierta confianza con la pelinegra.

No me jodas, Priya. Soy la misma de siempre. ¿Puedes cerrar la boca? — Sam respondió dando la espalda a la mujer y comenzó a vestirse. A pesar de la confianza que podía tener la doctora con ciertas personas, con las pocas que consideraba amistades, siempre había sido reservada, nunca compartía sus sentimientos ni las cosas que causan preocupación en ella.

Vamos... ¿Realmente nunca vas a serle fiel a alguien algún día, como los demás? Quiero decir, personalmente estoy bien con esta aventura lésbica que tenemos... pero no creo que pueda hacer esto por siempre. Todos tenemos que sentar cabeza en algún punto, ¿no?— la chica ignoró a la pelinegra y siguió divagando.

Sam terminaba de abotonar su camisa blanca y se alistaba para marcharse. Pocas veces sentía tanta urgencia por llegar a su casa, quería estar sola, se sentía estresada y las preguntas de Priya no le estaban ayudando.

O quizás... ¿qué tal si tratamos de salir en serio? ¿eh? — Seguía hablando la chica desnuda en la cama. — Puede que en realidad seamos compatibles — dijo mientras reía.

𝐔𝐧 𝒔𝒐𝒍𝒐 𝐥𝐚𝐭𝐢𝐝𝐨 [+𝟏𝟖]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora