Capitulo 30

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Ya no es una luna en un cielo sin estrellas

Al entrar a mi departamento me encontré con mi chica y mi conejo en el sillón, sonreí de labios cerrados al ver que Amanda estaba alimentando a Bonnie. Intente contener todo lo que venía aguantando de la tarde, pero me fue inevitable cuando ella lo dejó en el sillón y me extendió los brazos recibiéndome.

Me deje caer junto a ella abrazándola, y recostando mi cabeza en su pecho ella acaricio mi cabello con tanta delicadeza que me sentí tan vulnerable en este momento.

—¿Qué sucedió? —me preguntó, cuando escondí mi cabeza en su cuello abrazándola con fuerza. La necesitaba.

—Una mala tarde —es lo único que digo mientras siento como sus manos siguen con las caricias en mi cabello.

La sensación de que con ella todo estaría bien, sin importar que, me hacia sentir como si todo lo malo que había a mi alrededor desapareciera.

—¿Quieres contarme?

—Quiero llorar —confesé—. Pero no quiero quedar en ridículo frente a ti —sentía el nudo en mi garganta.

—Hazlo —habló—. Llora si es lo que necesitas. Nadie puede quedar en ridículo por demostrar que es un ser humano —unas lagrimas rebeldes empezaban a salir mientras la escuchaba—. Muchas veces solo necesitamos a alguien en quien apoyarnos en los días difíciles. Alguien que nos haga sentir que no estamos solos.

Y, ahí lo entendí, o tal vez, en ese momento no me di cuenta de que ella era ese alguien para mí. En la que yo podía apoyarme cuando no sabia que hacer, ella era la que me hacia sentir que no estaba solo en este jodido mundo.

Ella era mi lugar seguro, uno en el que me sentía cómodo y a salvo. Que me daba paz, mucha.

Me abrace a su cuerpo como si al soltarla no pudiera hacerlo más. Me deje ganar por el sentimiento y empecé a sollozar en su hombro, llore por todo lo que había sucedió, ahora y en el pasado.

Recordé todas las veces que intente acercarme a mi padre, las veces que me refugie en mi habitación, cuando quise que mi madre hiciera algo para que Martín se detuviera y no siguiera lastimándonos, desee muchas veces que mamá tomara toda la valentía que él le reprimía y sacarnos de ese lugar.

Lo solo que me sentí cuando mi hermana mayor dejo la casa, y lo terrible que la pase cuando fui yo quien lo hizo.

Solo quería tener paz duradera, quería que mi pasado y el miedo dejaran de atormentarme como lo ha hecho hasta ahora.

—Grace ya despertó —ella susurró tomando toda mi atención.

—Debo ir al hospital.

Quise levantarme, pero mi novia lo impidió.

—Hable con Han, dijo que primero te calmara y después te llevara con ellos.

Al final de cuentas, supongo que él sabia a donde iba.

Me recosté nuevamente en el pecho de Amanda, suspiré profundamente antes de hablar:

—Fui a casa de mi padre —me detuve antes de continuar—. Nos peleamos. Yo lo golpee.

Amanda no dijo nada, solo me escuchaba atenta.

—Nunca he tenido una buena relación con él... y creo que nunca la tendré —saque mi camisa mostrando la cicatriz de mi hombro. La ultima vez que estuve sin camisa frente a ella la vio, pero no quiso preguntar como fue que me la hice, tomé aire mirándola.

—¿Te la hizo él? —asentí ante su pregunta. Acertó casi como si fuera notable que él había provocado esto.

—A los diecisiete tuvimos nuestra última pelea mientras vivíamos juntos, constantemente recibía sus maltratos que era casi como parte de una rutina totalmente jodida. Ese día le dije que quería dejar el equipo de futbol en que estaba para concentrarme en la batería, dijo que era inútil hacer eso y muchas cosas más. También que si lo hacía me echaría de casa —sonreí nostálgicamente recordando el momento—. Mi madre estaba en la habitación con Sophie, por lo que no estuvo en el momento en que Martín me echo sin antes decirme que si no me dedicaba a lo que él quería entonces no lo haría en nada.

Aquel festivalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora