Capítulo 31

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De enemigos a amigos

—Entonces, lo que entendí es que; mi hermana se enteró que jugaste con otra niña y se enojó.

Asintió con la cabeza comiendo de su helado.

—Y yo estoy aquí ¿para?

—Ya te lo dije, para que me ayudes a que sea mi amiga de nuevo.

Ahora soy yo quien asiente con la cabeza comiendo de mi helado. Mi móvil vibro mostrando una videollamada de mi novia.

—Hola, preciosa —Luca me hizo señas para que no dijera que él estaba conmigo.

Holaa, ¿ya venias a la librería?

Mierda, olvide que iba a ir con ella.

—Eh... si ya estaba por salir.

Lo siento, tengo que hacer otras cosas sobre un set todavía. ¿Podemos pasarlo para la noche?

—Claro, no te preocupes, corazón.

Luca me miro juzgándome mientras seguía con su helado.

Por cierto, Luca qu...

—No esta conmigo —dije rápidamente haciendo que el pequeño abra de más los ojos y mi novia me mire confundida.

¿Ah?

—¿Que decías de Luca, cariño? —le mostré mi mejor sonrisa.

Él quería hablar contigo, creo que es por algo de Sophie.

—¡Ah! Luego voy a visitarlo.

Amanda me sonrió y me siguió hablando por unos minutos más hasta que recibió otra llamada y tuvo que contestar. Por mi parte fui con Luca hasta la parte de juegos que había en la plaza, cómo el niño pensaba solucionar algo aquí no lo sé; sin embargo, nos dejaron subir a brincar a un juego que parecía hecho para niños de cinco años.

Después de unas cuantas horas y de avisarle a la Señora Loren que Luca estaba conmigo, pero que no se lo contara a Amanda, llegamos a la conclusión de que compraríamos un peluche de una serie que le gusta a Sophie. No fue nada fácil conseguirlo, para ser sincero nos llevo unas dos horas encontrar un lugar que lo venda.

También íbamos a intentar preparar galletas para mi hermana, por suerte cuando llegamos a mi piso mis hermanas aún no habían llegado sería difícil convivir con dos niños enojados.

Luca y yo ya nos encontrábamos vertiendo los ingredientes en un recipiente, según nuestra perspectiva íbamos a hacer las mejores galletas, el pequeño estaba lleno de harina por todos lados y yo ni se diga. El timbre sonó y ambos nos miramos esperando que el otro fuera a abrir.

—¿Por qué no vas a abrir?

—Es tu casa no la mía.

Este me recuerda el por que no tengo hijos.

Tampoco es como si quisieras.

Con Amanda claro que los quiero... pero en unos años.

Abrí encontrándome con mi chica de hermosos ojos, la mire sorprendido porque ella aun no sabía que Luca estaba aquí y no es nada malo pero el pequeño me confeso que es muy vergonzoso decirle a su hermana que le ayude a que una niña le vuelva a hablar.

Por eso mejor buscó al hermano de la niña.

Amanda soltó una risa burlona acercándose a abrazarme, estaba por darme un beso cuando el diablillo apareció frente a nosotros con una espátula —¿de donde la saco?— y una de sus manos cubierta de la masa de galletas.

Aquel festivalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora