𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑿𝑿𝑰𝑰

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𝑴𝑨𝑬𝑽𝑬

Enciendo mi teléfono después de no haberlo durante días, decenas de notificaciones aparecen en la pantalla, Braden, Alex y Gilbert no han dejado de llamar ni de mandar mensajes, en más de una ocasión han venido a buscarme pero ha sido fácil esperar unos minutos hasta que se dan por vencidos y se van.

El dolor de cabeza no cesa y mi apetito no ha regresado, he encontrado la manera de sobrevivir con agua y analgésicos pero mi corazón parece no mejorar.

Es miércoles y el sol ya ha terminado su turno, observo por la ventana, los autos y las personas no dejan de ir y venir, la única que está quieta soy yo y no sé si las ganas de avanzar vayan a volver.

Regreso al sofá y me recuesto, recargo mi mejilla en la almohada que recién terminó de secarse debido al llanto que duró más de setenta y dos horas.

—Rubia sé que estás ahí —es Alex, es la tercera vez en el día que viene. —Sólo quiero saber que estás viva —su comentario logra sacarme una sonrisa, suspiro antes de acercarme a la puerta, le quito el seguro y giro la perilla, sus ojos azules se abren, sé que luzco fatal.

—Por desgracia lo estoy —aprieta los labios, camina hasta el sofá y se sienta, observa detenidamente lo que hago. —¿Qué estás tomando? —

—Una pastilla —la tercera del día pero voy a omitir esa información.

—Mark me contó lo que sucedió... —baja la mirada. —No sabíamos nada... —dejo el vaso de agua sobre la mesa.

—No te preocupes, ni siquiera yo me dí cuenta, pero deberías tener cuidado —me mira con el ceño fruncido.

—¿A qué te refieres? —ladea la cabeza.

—Pues Mark es su mejor amigo —me encojo de hombros.

—¿Y...? —ruedo los ojos.

—Supongo que sabía lo que Joseph hizo y lo calló —

—Pues supones mal, Mark no tiene secretos conmigo —la conozco y puedo notar que está a la defensiva, se levanta y toma su bolso.

—¿Te vas? —cuestiono.

—Sí, de haber sabido que estarías de tan mal humor no habría insistido tanto —camina hacía la puerta.

—¿Quieres que esté de buen humor? ¡¿Crees que puedo estarlo después de toda esta mierda?! —mi mentón tiembla y algunas lágrimas se hacen presentes.
—Siento mucho comportarme como una idiota pero esto me sobrepasa —suelta un suspiro profundo.

—Hey, tranquila —me enreda entre sus brazos.
—No eres idiota, perdóname rubia —besa mi frente.

—Si lo soy, creí que al fin la vida me sonreía pero me equivoqué, dentro de mí sentía que algo no estaba bien pero nunca imaginé que ese era su secreto —se sienta en el sofá y hago lo mismo, recuesto mi cabeza en sus piernas.

—No sé que decirte, parecía un buen tipo —

Alex comienza a acariciar mi cabello, cierro los ojos y al abrirlos frunzo el entrecejo, es de mañana.

El sol entra por la ventana e ilumina cada rincón del departamento, sigo sintiendo que alguien toca mi cabello pero mi respiración se detiene al percatarme de que no es la mano de Alex, pero tampoco de algún desconocido.

Giro mi cabeza un poco y me encuentro con el hombre que jamás podré olvidar, es Joseph, sus ojos brillan como siempre lo hacían y su sonrisa es preciosa.

Admiro cada milímetro de su rostro y en ninguno encuentro imperfección, su cabello es igual de claro que aquella vez en el muelle y su piel es suave al contacto con la mía.

Me siento en el sofá pero comienzo a respirar descontroladamente porque sigo ahí, recostada en sus piernas, presto atención tratando de entender que sucede y me percato de que sólo somos un bruma, sólo somos un recuerdo que me acompañará por siempre.

Me levanto y me coloco justo en medio de la sala observando sus movimientos, comienzo a llorar pero la otra Maeve hace lo contrario, sus carcajadas se escuchan por todo el departamento y enseguida las de Joseph se le unen, sacudo mi cabeza pero siguen ahí.

Te amo Ángel, te amé desde el primer momento en que te ví —dice Joseph.

Mentiroso —responde mi otra yo.

Hablo en serio, me atrapaste con tus movimientos y con esa manera torpe de caminar con tacones

Yo también te amo Joseph, te perdí aquella noche pero te recuperé, y no pienso volverte a soltar —Joseph frunce el ceño.

¿A qué te refieres?

Eres mi felicidad Joseph, regresaste a mí y desde ese día no he dejado de sonreír ni de agradecer al universo por ponerte en mi vida me enreda en sus brazos y luego unimos nuestros labios.

Doy media vuelta y cierro los ojos con fuerza, las risas cesaron, parece que todo volvió a la normalidad pero abro los ojos y ahora está frente a mí.

Te amo Ángel, te amo acaricia mi mejilla, suspiro profundamente y al exhalar se desvanece su recuerdo.

—¡Maeve! ¡Oye rubia! —escucho a lo lejos, abro los ojos y me encuentro con el rostro de Alex que por cierto tiene una expresión de miedo.

—¿Que te pasó? —pregunto.

—¿A mí? ¿qué demonios te pasó a ti? —frunzo el entrecejo. —Te dejaría dormir pero tienes visitas —Braden está parado justo en la puerta.

—Te estuve llamando e incluso vine, muchas veces —dice Braden.

—Estoy bien, no tienes de que preocuparte —me encojo de hombros.

—Necesito la USB, Matthew Miller la necesita —es el abogado que Braden contrató.

—No sé dónde esté —

—Aquí fue el último lugar donde la ví, la necesitamos, es la prueba más contundente que tenemos —Alex me mira.

—No sé dónde está, créeme que si supiera te diría —sobo mis rodillas.

—Es que no te creo, parece como si estuvieras protegiéndolo —

—Ya te dijo que no sabe, deja de insistir —dice Alex, el rubio niega con la cabeza.

—Pues si no aparece sólo queda esperar a que con su testimonio baste para que le den muchos años —asiento con la cabeza.
—Lamento lo que dije Maeve, si necesitas algo ya sabes dónde encontrarme —me sonríe y yo hago lo mismo, después sale del departamento.

—¿Por qué estás tan nerviosa? —pregunta la pelirroja.

—No lo estoy —me levanto y voy hacía el refrigerador, el apetito regresó.

—¿Tienes la memoria verdad? —

—No.

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𝑺 𝑬 𝑹 𝑬 𝑵 𝑫 𝑰 𝑷 𝑰 𝑨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora