𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑿𝑽𝑰

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~ 📱 ~
Maeve

👩🏼: gracias por está noche, disfruté tanto estar otra vez a tu lado, tus brazos se sienten tan bien.
Te amo Joseph
6:27 pm

——————

Hace veinte minutos que leí ese mensaje y aún siento que la sangre me hierve, estoy demasiado molesto y la lámpara de mi habitación entre otras cosas pagaron las consecuencias, Jhon es muy cercano a Helen y no dudo que ella ya le habló de mis sentimientos hacía Maeve, él ya sabe que estoy perdidamente loco por ella y aún así se atrevió a hacer esas estupideces.

Salgo de mi auto azotando la puerta, entro a su enorme casa y camino hasta su habitación, sé que está aquí porque vi su auto en el estacionamiento.

Mi corazón está latiendo con fuerza porque conforme voy acercándome mis oídos captan unos gemidos, a cada paso que doy se hacen más audibles y si es lo que pienso nunca voy a perdonarlo.

Sujeto la perilla con mi mano izquierda, sólo tengo que girar un poco pero mi cuerpo está paralizado, tengo miedo, no quiero ver a Maeve junto a él pero tampoco quiero quedarme con la duda, respiro y hago ese movimiento.

Mi ceño se frunce al ver tal escena, están tan concentrados que ni siquiera se han dado cuenta de mi presencia, aclaro la garganta para llamar su atención.

—¡Joseph! —exclama Helen mientras se cubre con las sábanas y Jhon se sienta en la cama.

—¿Nuestra madre no te enseñó a tocar? —pregunta Jhon soltando una risa que resuena por toda la habitación.

—Necesito hablar contigo —lo apunto para después salir de ese lugar, es asqueroso.

Mientras que a Jhon se le da la gana de aparecer, pienso que esta no es la primera vez que estos idiotas han estado juntos, no me molesta pero no puedo creer que Helen fuera capaz de eso pero ya no me sorprende nada que venga de ese par.

—¿De qué quieres hablar hermanito? —Jhon aparece con una toalla en la cintura, su cabello rizado está goteando y entre sus dedos tiene un cigarrillo encendido.

—Más bien quiero una explicación —se sienta en el sofá y cruza las piernas.

—Por Dios Joseph es Helen, ¿qué esperabas? —

—No me refiero a ella, sino a Maeve, recibí un mensaje de ella agradeciendo mi compañía y no es la primera vez, sé que estuviste también en el bar la otra noche y que incluso visitaste a su hijo en el cementerio, ¿qué es lo que quieres? —

—Maeve, Maeve —echa su cabeza hacía atrás.
—Cuando Helen me habló de ella creí que era una mujer cualquiera pero cuando la ví entendí porque te enamoraste —aprieto la mandíbula y cierro mis puños con fuerza. —Es tan linda y muy sensual, parece un ángel, ya sé porque ese apodo tan infantil —se levanta y se acerca un poco hasta dónde estoy.

—No has respondido a mi pregunta —no me gusta que hable así de ella.

—Que desesperado ya casi llego a eso —rueda los ojos.
—Olvidé lo más importante, sus labios y su piel son tan suaves... —en un movimiento mi puño se estampa contra su pómulo, mi cuerpo ni siquiera me avisó.

—¡¿Qué le hiciste?! —lo tomo de los hombros para que me mire.

—Nada que ella no quisiera —comienza a burlarse, no puedo imaginar que se haya acostado con ella.

—¡Eres un imbécil! —vuelvo a darle otro golpe pero está vez logrando que de su nariz salga sangre como si de un grifo se tratara.

—¡Joseph déjalo, puedo explicarlo! —dice Helen al llegar a la sala.

—¿Explicarlo? —pregunto con sarcasmo. —¿Crees que esto es por ti? —niego con la cabeza. —Nunca sentí nada por ti y con esto sólo me dejas claro que no vales la pena —

—Es por su “ángel” —Jhon hace comillas con los dedos.
—Deberías estar agradecido, me enteré que están a punto de saber que mataste a su hijo y con mi visita logré saber quién está averiguando y también nos reconciliamos con Maeve —me guiña.
—No lo arruines porque el único que va a perder eres tú —palmea mi hombro y limpia la sangre con su antebrazo. —Adiós hermanito y dile a Maeve que tenga cuidado.

𝑴𝑨𝑬𝑽𝑬

—Lleva este café a la mesa de allá —dice Gilbert, mi jefe.

Coloco con cuidado la taza en una bandeja pero mi teléfono suena así que la dejo en una mesa.

—Buenas tardes soy Margaret, no sé si te acuerdes de mí —frunzo el entrecejo tratando de recordar quién es Margaret y afortunadamente tengo buena memoria, es compañera de Braden, trabajan juntos.

—Hola sí te recuerdo, perdón por tardar en responder pero estoy en el trabajo —

—Discúlpame, Braden está internado, no tiene familia aquí y recordé que eres su amiga por eso te llamé —siento mi sangre bajar de golpe.

—¿Qué le pasó? —Gilbert se acerca a mí, quizás mi expresión llamó su atención.

—Parece que lo asaltaron ayer en la madrugada, si puedes venir te lo agradecería —termino la llamada, mis manos están temblando.

—¿Qué pasó Maeve?... estás pálida —pregunta Gilbert.

Le explico la situación y sin necesidad de pedírselo me deja salir a mitad de turno, tomo un taxi y le pido que me lleve al hospital.

Bajo rápidamente entregándole al hombre unos billetes, entro al hospital y me acerco a la recepción, doy el nombre de Braden y me dicen que está en la habitación 102.

Después de cinco minutos estoy parada enfrente de la puerta de esa habitación, me estoy preparando porque no sé que tan mal esté.

Entro a la habitación y siento un pinchazo en el corazón, el rostro de Braden está irreconocible, tiene moretones por todos lados y algunas suturas.

—¿Tan mal me veo? —sonrío por su comentario.

—Sí... pero tu humor sigue intacto —su ojo izquierdo no se puede abrir mientras que en el otro ni siquiera se puede percibir el azul de su iris.

—Eso es bueno, quita esa cara, estaré bien —palmea la camilla y me siento cuidando no lastimarlo.

—Margaret dijo que te habían asaltado, si lograste ver al idiota que te hizo esto debes levantar cargos —

—No lo haré porque no fue un simple asalto —frunzo el ceño. —Terminé mi turno, subí al auto y emprendí mi camino a casa, justo dos cuadras antes una moto se interpuso y tuve que frenar, el conductor se bajó y me apuntó con un arma, me pidió que bajara y al hacerlo comenzó a golpearme una y otra vez hasta que perdí el conocimiento, desperté y mi auto seguía ahí sólo se llevó mi teléfono, mi maletín y mi laptop, ¿es algo raro verdad? —asiento con la cabeza y me levanto de la camilla.

—¿Tenías las pruebas ahí? —pregunto.

—Sí, ahora no tenemos nada —comienzo a morder mis uñas, siempre que estoy nerviosa lo hago.

—Es una advertencia, debemos dejar de investigar —

—No lo haremos, al contrario —

—Mírate, no quiero que la siguiente llamada de Margaret sea para avisarme que estás desaparecido o en el peor de los casos... muerto —

—Me gusta que te preocupes por mí pero tendré cuidado, lo prometo.

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𝑺 𝑬 𝑹 𝑬 𝑵 𝑫 𝑰 𝑷 𝑰 𝑨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora