Son las cinco de la tarde y nos encontramos en un supermercado donde llevamos más de una hora en una fila que ni siquiera avanza.
En nuestro carrito de compras hay todo lo necesario para elaborar hamburguesas, mi madre estaría decepcionada si supiera que esa será nuestra cena de noche buena.
También compraremos golosinas y un par de botellas de vino tinto, aunque esta no será una navidad a la que estamos acostumbrados sé que la pasaremos bien.
Es hora de pagar y el pequeño Owen me ayuda a sacar todas los artículos del carrito, de pronto me mira y aprieta los labios, en sus ojos puedo percibir ese brillo que aparece cuando hace alguna travesura.
—¿No me regañas? —ruedo los ojos.
—Habla ya —baja el cierre de su chamarra y me muestra un paquete con luces navideñas, me agacho hasta quedar de frente. —¿Acaso pensabas robar eso? —susurro.
—Nooo —utiliza el mismo tono de voz. —Bueno, si no quieres comprarlo tendré que hacerlo, en el departamento que rentaste no hay ninguna decoración —respiro profundo, este niño me está volviendo loco.
—De acuerdo, hay que comprarlas —sonríe victorioso.
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Después de estar atrapados en un centro comercial y en el tráfico de esta ciudad al fin estamos en el departamento, mientras lavo mis manos para iniciar con la preparación de la cena gourmet Owen se encarga de poner las luces en el marco de la ventana, en su rostro hay una enorme sonrisa, me encanta verlo tan feliz.
Tomo una cuchara desechable para untar un poco de mayonesa sobre el pan, superviso que la carne se esté cociendo adecuadamente pero de pronto a través del cristal de mi copa observo como mi teléfono se enciende, debe ser mamá.
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—¡La carne! —grita Owen sacándome del trance en el que estaba. —¡Parece un pedazo de carbón! —grita eufórico.
—¡Mierda! —retiro la sartén del fuego y cubro mi nariz evitando respirar el humo que el pedazo de carbón está emitiendo.
