𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑿𝑰

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𝑱𝑶𝑺𝑬𝑷𝑯

Mark y Alex acaban de prometer amarse hasta la muerte y para ser sincero nunca creí ver a mi mejor amigo haciendo esto, jamás le conocí una novia ni supe de alguna relación seria o estable pero me alegra que lo haya hecho, me alegra no ser el único que se enamoró profundamente aquella noche, la única diferencia es que él si puede ser feliz junto a la mujer que le robó el corazón. 

Necesito que Maeve esté sola para explicarle que yo no fuí quien la acechó el otro día pero su acompañante no se ha separado de ella ni un segundo, es un tipo rubio, ojos azules y buen porte, a simple vista parece ser un buen prospecto para que mi ángel sea feliz pero lo nuestro no está del todo perdido, voy a luchar por ella. 

En cuánto Owen vio a Maeve sus ojos se iluminaron, fue gracioso y quise bromear con ello pero quién sabe que cara ponga yo cada vez que la veo.

—Mira es Maeve —susurra y señala con escasa discreción hacía dónde esta ella. —Es muy bonita, ¿verdad? —asiento con la cabeza.

—Si Owen, es muy linda —mis ojos recorren toda su anatomía, lleva un vestido que la hace ver más hermosa y unos zapatos que aumentan su estatura.

Me acomodo en la silla recargando mi espalda por completo, levanto mi mentón y entrecierro los ojos al ver la mano de ese hombre posarse en la pequeña cintura de Maeve. 

Quisiera tener algún tipo de poder y empujarlo tan lejos como me sea posible pero lo único que puedo hacer es soportar verla con alguien más, no puedo hacer nada más que eso, no mientras continúe siendo un cobarde. 

—¿Ese hombre es su novio? —pregunta el pequeño y suspiro mientras niego con el ceño fruncido.
—¿Entonces es su esposo? —muerdo mi labio inferior tratando de evitar contestar de manera grosera.

—No, es solo su amigo —peino mi ceja izquierda con ayuda de mis dedos. 

—¿Estás seguro?... parece que le gusta —volteo rápidamente para ver a Owen.

—¿A quién? —me mira confundido. —¿Quién le gusta a quién? —sonríe mostrando sus dientecitos. 

—Al hombre, al hombre le gusta Maeve —vuelvo a llenar mis pulmones de aire. —La mira igual que tú, como tonto —suelto una risa. 

La pregunta sería... ¿a quién no le gustaría una mujer como Maeve?, es hermosa y eso le llama la atención a cualquiera pero mi ángel no sólo es hermosa por fuera también tiene una belleza que nunca va a sufrir cambios y de esa fue de la que me enamoré. 

Antes de sentarse en su mesa correspondiente parece buscar a alguien, sé que es a mí porque al verme sus ojos se iluminan pero rompe con el contacto visual apenas pasados unos segundos. 

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Termina el banquete y Mark propone un brindis, todos los invitados sostenemos una copa mientras escuchamos sus palabras. 

—Siempre nos levantamos y agradecemos por un día más pero se nos olvida algo, es un día menos y es por eso que no quise pasar más días sin estar junto a ella —abraza a la pelirroja.
—Joseph te agradezco el haberme sacado de mi cama esa noche, de no haber sido por tu terquedad no hubiera conocido a esta linda mujer —ambos me sonríen y de reojo me doy cuenta que Maeve también lo hace. —Gracias por estar aquí, disfruten de la noche y no dejen escapar su felicidad —levanta su copa y me guiña. 

La música vuelve a escucharse muy alto y algunas parejas se levantan para bailar, Owen se levanta y da unos pasos.

—¿A dónde vas? —le pregunto.

—Voy a bailar con la chica más linda de este lugar, tú y ese hombre rubio son unos tontos —sonríe y camina hacía donde está Maeve.

Observo como Owen le extiende su pequeña mano y hace una reverencia sacándole una sonrisa enorme y recibiendo una respuesta positiva.

Owen me mira y me guiña, lleva de la mano a nuestro ángel y comienzan a moverse al ritmo de la música.

No puedo creer que un niño de siete años sea más valiente que yo, pero prefiero verla sonreír de lejos que no verla nunca más, ese se ha convertido en mi mayor miedo.

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Mis padres y Owen se fueron hace un rato pues el pequeño moría de sueño.

Veo a Maeve abrazar por milésima vez a Alex.

—¿Piensas pasar toda la noche mirándola? —pregunta Mark antes de sentarse junto a mí.

—No me molesta, disfruto hacerlo —

—¿Y no sería mejor volver a tenerla a centímetros de ti, besar sus labios o demostrarle tu amor? —me da un ligero codazo.

—Sin duda, pero ese imbécil no la deja en paz —Mark lanza una carcajada.

—¿Joseph Quinn está celoso? —lo miro serio. —Yo te ayudo, pero actúa rápido —se levanta y camina hacía el chico, luego de un minuto ambos se van.

Es mi oportunidad.

Me acerco a Maeve y aclaro la garganta.

—Yo regresaré en un segundo —Alex se escabulle.

—Necesito hablar contigo —avanza unos metros pero la detengo. —Por favor —rueda los ojos y caminamos hacía la salida.

—¿Qué quieres de mí?, te pedí que no me molestaras más —cada vez que lo dice me lastima.

—Yo no fui al bar esa noche —sonríe y niega con la cabeza, es obvio que no me cree nada.

—Joseph... estaba ebria, pero sé lo que ví, estabas ahí —acaricia sus brazos tratando de darse calor, quito mi saco para ponerlo sobre sus hombros pero se hace para atrás. —No sé que es lo que querías lograr pero ya no pienso caer en tu juego —aprieta sus labios.

—No es un juego, quiero explicarte lo que me pasa pero... —froto mi rostro con frustración. —No puedo —digo apretando los dientes.

—No te preocupes Joseph en realidad no me interesa saber que ocurre —da media vuelta pero me interpongo en su camino.
—Déjame pasar, por favor —evita el contacto visual.

—¿En realidad ya no te interesa? —levanta su rostro y puedo notar como su labio inferior tiembla.

—Quisiera poder tener valor para mentirte y decirte que no me interesas, que nada de esto me duele pero no es así, a diferencia de ti, nunca he mentido respecto a mis sentimientos pero no sirve de nada porque tú ni siquiera puedes confiar en mí —un par de lágrimas resbalan por sus mejillas rosadas.
—No importa que tan grande sea lo que te pasa, si ambos nos amamos podemos solucionarlo, quiero entenderte Joseph, ¿recuerdas cuando dije que quería todo contigo? —asiento ligeramente con la cabeza. —Pues no mentí, quiero ser un apoyo para ti, no quiero estar a tu lado solo en los momentos buenos, también en los malos —sus palabras logran sacarme algunas lágrimas. —Puedes confiar en mí, sea lo que sea voy a entenderlo —se acerca más y poco a poco nuestra distancia se va acortando hasta unir nuestros labios.

El beso es dulce pero tambien salado ya que ambos estamos llorando, sus suaves manos acunan mis mejillas, lo estoy disfrutando pero es momento, Maeve debe saber la verdad.

—Escucha yo... tengo que confesarte algo —siento el corazón en mi garganta, intento encontrar las palabras correctas pero me resulta difícil.
—Yo... yo cometí un error —cierro los ojos con fuerza.

—¿Maeve? —ambos volteamos encontrándonos con su acompañante.
—Te estaba buscando, es tarde —se acerca a nosotros, un poco más a ella.

—¿Puedes darme un minuto? —le pregunta ella.

Cada vez me acerco más a la puerta hasta poder salir corriendo.

—¡Joseph! ¡Joseph! —grita mi nombre con desesperación pero sigo mi camino.

Una vez más he salido huyendo.

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𝑺 𝑬 𝑹 𝑬 𝑵 𝑫 𝑰 𝑷 𝑰 𝑨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora