𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑿𝑿𝑿𝑽𝑰

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𝑱𝑶𝑺𝑬𝑷𝑯

Durante toda la madrugada no he podido cerrar los ojos para otra cosa que no sea revivir el reencuentro con la mujer de mi vida, nunca creí que después de tanto volvería a verla ni mucho menos a pasar un momento tan agradable a su lado, si no fuera por el idiota que la acompaña creo que todo sería distinto.

Quiero que el tiempo se vaya volando igual que cuando papá nos decía que al día siguiente iríamos de excursión, ansío tenerla tan cerca otra vez para poder admirar todo ese conjunto de imperfecciones que la hacen ser realmente hermosa.

Saco mi teléfono de abajo de la almohada para averiguar que hora es, faltan quince minutos para las siete, mientras pienso si es buena idea ir a buscarla volteo a ver a Owen, está durmiendo tan plácidamente pero no quiero arriesgarme y quedar como un tonto, así que el pequeño puede hacer el trabajo sucio.

—Owen... Owen... —meneo su cuerpecito lentamente para no asustarlo, y luego sus ojitos comienzan a abrirse.

—No molestes, tengo sueño —gira un poco dándome la espalda y cubriendo su oído con una almohada.

—Owen por favor, necesito que vayas a buscar a Maeve —

—No lo haré, está durmiendo, deberías hacer lo mismo —

—Por favor, si no lo haces Santa Claus no te traerá todos los juguetes que le pediste —

El chantaje no es lo mío, eso creí hasta que Owen lanzó la almohada y salió disparado de la cama.

—No metas a Santa Claus en esto, iré por Maeve —esbozo una sonrisa.

El pequeño comienza a cambiarse y luego se dirige a la puerta, sus ojos hinchados son graciosos pero en estos momentos estoy muy ocupado para reír, sólo quiero verla.

Pero minutos después toda la esperanza se va al carajo, Owen cruza la puerta y no hay ningún rastro de ella.

—¿Y, qué pasó? —espero ansioso por una respuesta.

—Dice que es muy temprano, pero que va a cambiarse y luego vendrá por mí —

—¿Solo por ti? —me mira con el ceño fruncido.

—Así es, tío Joseph —

Vuelvo a sentarme en la cama, los minutos parecen eternos y mi paciencia se va consumiendo segundo a segundo, y cuando mi mente comienza a hacerme una mala jugada pensando que solo le mintió a Owen llaman a la puerta.

Salgo disparado de la cama, antes de abrir respiro profundo pero en cuánto la miro parece que el aire me falta, aún no termino de acostumbrarme a su belleza, sólo que hay algo en su mirada, luce preocupada.

Me pide hablar con Owen, la invito a pasar y rápido se acerca al pequeño, se hinca y comienza a hablar.

Mi corazón late con fuerza al escuchar que no será posible ir a desayunar y que tiene que irse, parece que Damián es mucho más importante de lo que parece, Owen no puede ocultar la tristeza que le genera aquella noticia.

—Owen... Maeve tiene que irse, debes creerle cuando te dice que volverán a verse —mi ángel baja la mirada, pienso que fui un estúpido al hacer ese comentario porque no estoy en la posición de reclamarle nada pero lo mismo me prometió y lo único que hizo fue desaparecer.

Owen se ofrece a ayudarle a hacer su maleta, ambos salen y yo sólo me quedo ahí, confundido y con el mismo vacío que llevo cargando todo este tiempo.

Minutos después Owen entra a la habitación y toma la bufanda que mi madre le tejió.

—¿Qué haces? —cuestiono.

𝑺 𝑬 𝑹 𝑬 𝑵 𝑫 𝑰 𝑷 𝑰 𝑨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora