𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑿𝑿𝑰𝑽

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𝑱𝑶𝑺𝑬𝑷𝑯

Han pasado cinco meses y el juicio aún no termina, ya estoy cansado, en más de una ocasión le he dicho a Gill que tire la toalla pero ha encontrado muchas anomalías en mi caso e insiste en llegar hasta las últimas consecuencias.

La prueba que le entregué a Braden nunca apareció y de no haber sido por la prueba que entregó Matthew Miller habría salido en libertad hace meses, se trata de un documento que tiene mi firma y de un depósito a la cuenta de Higgins por más de ocho mil dólares, desconozco cómo llegaron a sus manos pero fue suficiente para entorpecer el trabajo de Wallace y para que la doctora Higgins fuera detenida y procesada.

Recuerdo que al terminar esa sesión Maeve se levantó deprisa y salió del tribunal tan rápido como le fue posible, Braden fue detrás de ella y Miller sólo negaba con la cabeza, creo que mi ángel no sabía que presentarían esa prueba.

Hemos cruzado nuestras miradas decenas de veces pero el contacto visual no dura más de tres segundos, sé que también está cansada, lo puedo notar en su rostro, no se esfuerza en su maquillaje y no es que lo necesite porque es hermosa por naturaleza, pero no parece la misma de antes.

Si pudiera pedir algo en estos momentos sería que Maeve me olvidara, que eliminara cada recuerdo junto a mí y que ese sentimiento que compartíamos fuera tan fácil de desechar como un montón de plastico o cartón.

El problema es que ese sentimiento es oro, del más puro y sólido, ese que no encuentras entre las rocas ni excavando durante días, hablo del que encuentras en el lugar y momento menos esperado pero sabes que es el mejor hallazgo de toda tu vida.

—Joseph, Joseph... —la voz aguda de Gill logra sacarme de esa telaraña de pensamientos. —La sesión ya casi comienza —niega con la cabeza y rueda los ojos, más que mi abogada se ha convertido en mi amiga.

El juez da por iniciada la sesión, según Gill esta podría ser la última y lo siguiente sería que me dicten sentencia, tengo miedo pero debo afrontar las consecuencias, es mi turno en el estrado, estoy listo para responder cualquier pregunta.

—Señor Quinn, ¿es usted consciente de los cargos por los que se le han acusado? —pregunta Miller, el abogado que contrató Braden.

—Sí —alcanzo a ver cómo Maeve cierra los ojos con fuerza.

—¿Usted tuvo relación con la muerte del hijo de la señorita Davis? —frunzo el entrecejo.

—Mis decisiones tuvieron que ver —respondo.

—¿Podría explicarnos entonces por qué, según nuestros registros, se acercó a la señorita Davis, la madre del niño? —

—No tenía idea de que ella fuera la madre del niño —

—¿Cuántas personas además de usted y la señorita Higgins estuvieron implicadas? —

—Desconozco eso, yo solo tomé decisiones para salvar otra vida —

—Y fue coherente matar a otros para ello —

—Objeción, está especulando —Gill refuta.

—Reformule —el juez le exige al abogado Miller.

—¿Quien eligió a la familia Davis para esos actos? —

—No tengo idea, no sabia quién era la familia Davis, no sabía en que condiciones estaba el niño —

—¿Por qué se acercó a Maeve Davis? —suspiro profundamente.

—Nos conocimos por casualidad —

—¿Sabe que hay una investigación por la muerte de Isaiah Bower Davis? —

—Lo supe hace poco —

𝑺 𝑬 𝑹 𝑬 𝑵 𝑫 𝑰 𝑷 𝑰 𝑨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora