Hyorin caminaba seguida muy de cerca por sus doncellas, su hermosa y esbelta figura adornada con las más finas sedas demostraba que era alguien muy importante en el palacio. Ella era ni más ni menos que la cuarta princesa, hija del emperador con la segunda concubina. Más que una princesa tenía aires de diosa, ojos color café, largo cabello oscuro siempre lleno de los más bellos adornos, exquisita educación, perfectas maneras y gran belleza. Mas detrás de tanta perfección, su carácter daba mucho de que desear. Era egoísta, abusiva, cruel y disfrutaba maltratando a sus doncellas, le gustaba sentirse poderosa y usar este poder sobre los demás.
Entró a los aposentos de su madre, la superiora de las tres concubinas, y la saludó con una corta reverencia. Gahama, una mujer de unos cincuenta años con una mirada que provocaba la rara sensación de que lo que decía con su boca no siempre coincidía con sus pensamientos ocultos. Hizo un gesto a las doncellas para que salieran y se sentó invitando a su hija a que la imitara.
- Ya llego otra candidata - soltó Hyorin molesta
- ¿Y se supone que eso debería importarme? - dijo Gahama sin inmutarse alzando levemente sus cejas.
- !!!Pues claro!!! Si Seiken se casa...
- ¿Que pasa si él se casa? - la interrumpió hablando con suavidad sin perder la compostura - hija, estás perdiendo los estribos muy rápido, y no fue así como te enseñe.
- Pero yo quería... - se detuvo con la respiración agitada por la furia mal contenida
- ¿Casarte con él? ¡No me hagas reír! ¡No eres una niña malcriada así que deja de actuar como tal! - Gritó con sarcasmo Gahama sobresaltando a su hija, su expresión cambio radicalmente - nunca has tenido, ni tendrás esa posibilidad y lo sabes - añadió recobrando la compostura y su suave pero escalofriante tono de voz mientras tomaba la tetera y servía un poco de té en la taza de su hija - no llegué hasta donde estoy con sueños e ilusiones mundanas.
- ¿Entonces cómo puedo convertirme en la emperatriz?
- Nunca lo harás, debes conformarte con la posición que tienes de cuarta princesa
- No es suficiente - dijo Hyorin con los dientes apretados tratando de mantener la calma
- Lo sé - sorbió un poco de té con elegancia - quizás el futuro te depare algo mejor
- ¿Como qué?
- Bueno, aunque Seiken se case, tendrá que volver pronto a la frontera, aún las cosas no están bien por allá - su hija la miró con recelo - las guerras son complejas y la gente muere... - Hyorin abrió los ojos y la boca sorprendida - y tengo información de que Jun tiene su salud muy débil, así que puede que no dure mucho tiempo más... - añadió con frialdad
- Entonces mi hermano Naito... - comenzó, pero se detuvo, la noticia de Jun parecía haberla afectado, se veía contrariada.
- Si, tu hermano sería el emperador si esos desafortunados incidentes sucedieran, sería mucha coincidencia, pero el destino es impredecible - añadió sonriendo con malicia
- Pero entonces yo quedaría como la hermana del emperador - la decepción era evidente en la voz de Hyorin
- ¿Acaso no estas satisfecha? Es lo más alto que puedes llegar. Seiken no se quiere casar, pero, aunque lo hiciera tu ni siquiera figuras en su lista. Aunque en este imperio entre la realeza es permitido que los familiares se casen entre sí, su amor de hermano no se lo permitiría, creo que ni aunque fueras la última mujer de la tierra el violaría sus códigos morales - rió con sarcasmo - él es una maldita bestia, pero es fiel a sus creencias, eso se lo aplaudo, así que según lo veo mi predicción es tu única oportunidad de llegar a ser casi... una emperatriz...
- Eso no es ni de cerca suficiente, hasta las concubinas de mi hermano tendrían más posición que yo – protestó Hyorin
- Naciste mujer, así que por desgracia ya tienes tu papel para interpretar en esta obra
- Si eso sucediera quizás yo tenga mis propios planes
- Escúchame bien Hyorin, si interfieres de alguna manera con el destino... hasta a mi se me puede olvidar que eres mi hija... - la amenazó Gahama con una voz tan peligrosa que Hyorin bajó la vista al suelo amedrentada.
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El Dios de las espadas
FantasíaEn un mundo donde los dioses una vez caminaron junto a los humanos incluso sacrificando más que su inmortalidad. Tierras lejanas donde la magia es algo casi extinto que solo unos pocos elegidos pueden usar y las bestias míticas que antiguamente goza...