33 - Príncipe egoista

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—Gracias, lo recibiré en el palacete —dijo Akanemi sin poder ocultar su alegría al poder ver una cara amigable diferente de los sirvientes

—Si me disculpa, hay un problema con eso —dijo la doncella con aparente nerviosismo— El príncipe heredero nos prohibió dejar entrar a cualquier hombre en este palacio, incluyendo a su propio padre, el emperador.

—Está bien —Akanemi tomo las manos de la doncella tomándola por sorpresa usando un tono tranquilizador en su voz— déjalo entrar, yo misma se lo diré a mi esposo esta noche. Le diré que lo autoricé, asumo la responsabilidad.

Shiraha respiro aliviada y salió de la habitación.

—¿Estás segura de esto? —preguntó Yurine recelosa— Vas a desobedecer una orden directa de tu esposo, el futuro emperador.

—Él dijo que no interferiría conmigo y prometió que no volvería a tocarme —soltó Akanemi con naturalidad

—¿Qué? —casi gritó Yurine totalmente sorprendida al escuchar semejantes palabras

—No me ha tocado desde la noche de bodas. —explicó de manera casual— Al parecer, como se trata de un matrimonio arreglado, solo actuaremos como una pareja delante de los demás. Me dejo bien claro que no le gustan las niñas como yo, algo que para nada me molesta —añadió con un tono de voz que indicaba todo lo contrario— para mí es mejor aún, soy libre para andar a mis anchas sin un marido que me ordene que hacer o quiera controlarme.

Yurine se quedó con la boca abierta sin saber qué decir mientras Akanemi salía rumbo al jardín.

Ya Naito la esperaba en el palacete y en su cara se reflejó el asombro al ver a Akanemi con su nueva imagen de princesa. Lucía radiante, hermosa más allá de lo imaginable. Incluso el príncipe trago en seco cuando ella se sentó a su lado.

—Me alegra que hayas venido —expresó Akanemi con voz alegre

—¿En serio? —pregunto Naito riendo— suena a que me extrañaste

—Un poco, este lugar es... —Akanemi lo pensó un instante buscando la palabra correcta para describir la sensación de estar en un lugar tan grande, tan lleno de sirvientes, pero al mismo tiempo tan vacío— solitario, aunque hay muchas personas a mi alrededor no puedo evitar sentirme sola.

—Sigues siendo demasiado honesta —suspiró Naito mientras en sus ojos brillaba una extraña melancolía— oír la verdad a veces es raro

—¿Acaso tú también te sientes así? —preguntó Akanemi de repente

—Esa es la historia de mi vida —sonrió Naito con cierto aire de tristeza— más bien la de todos los príncipes y princesas que vivimos aquí. Estamos rodeados de todos los lujos imaginables, miles de sirvientes pendientes de cualquier necesidad. Pero nadie cubre las más importantes, por eso somos un gran grupo de niños egoístas y mimados.

—No pareces un niño mimado —dijo Akanemi con seriedad

—Si meconocieras mejor sabrías que si lo soy —dijo Naito mientras se encogía dehombros— soy egoísta, mimado y a veces bastante cruel. Pero mi peor rasgo esque cuando quiero algo no me importa que o a quien tenga que destruir paraconseguirlo...  incluso si se tratara de mis hermanos —esto último lo dijo dándole una significativa mirada a Akanemi

—Ahora creo que eres tú quien está siendo demasiado honesto —rio Akanemi restándole importancia a sus palabras, tomándolo por error como una broma.

—¿Te ha hecho daño? —pregunto Naito alargando su mano sin previo aviso y acariciando la mejilla de Akanemi, qué sorprendida se apartó con rapidez— ¡Oh!, lo siento, creo que me sobrepasé un poco —se disculpó con rapidez al darse cuenta de su error

—No me ha hecho daño, todo lo contrario mi esposo me ha cuidado y protegido todo el tiempo que he estado a su lado. Nunca diría o haría algo que lo dañara – dijo poniéndose seria de repente— le debo respeto

—Ya me disculpé, no quería molestarte —dijo Naito tratando de que la conversación volviera a su estado original— solo trataba de ser tu nuevo hermano mayor. No pongas esa cara después de todo, somos familia, ¿no?

Yurine llego y comenzó a servir té rompiendo el incómodo momento.

—Sí, somos familia —aceptó Akanemi cediendo ante la honesta disculpa del príncipe

—Vine a traerte un regalo. Durante el Jalsha solo regalan las mujeres, así que no iba a ser bien visto si te obsequiaba algo. Luego vino la boda, todo fue demasiado rápido, así que no tuve la oportunidad de dártelo —le alcanzo una caja de madera pulida con hermosos dibujos de flores tallados— Son dulces de Jalbala, mi lugar favorito en todo el mundo.

—Gracias —dijo Akanemi manteniendo su expresión seria mientras abría la caja.

Un delicioso y perfumado aroma emergió de repente. Dentro había un ordenado grupo de redondos dulces multicolores con forma de flores. Se veían totalmente apetitosos y esponjosos.

—Son hechos con las flores del jardín divino de Jalbala, unas golosinas dignas del paladar de una princesa —dijo Naito con suavidad

—Se ven deliciosos —Akanemi cerro los ojos disfrutando del delicioso olor y sonrió ampliamente

—Así está mucho mejor —dijo Naito disfrutando la expresión en el rostro de Akanemi— tu cara está hecha para sonreír, no para estar seria o triste.

—A veces dices cosas tan extrañas. Las caras no tienen un "propósito", solo muestran la imagen de la persona y a veces sus sentimientos.

—¿A veces?

—Sí, hay personas que ocultan lo que sienten manteniendo sus rostros serenos, pero los ojos nunca mienten y muestran la belleza oculta del alma o su maldad —expreso Akanemi con misteriosa voz y una profunda mirada en sus ojos verdes.

—Tú sí que me sorprendes todo el tiempo. Eres tan joven y dices cosas tan profundas, como si en realidad fueras mayor.

—Tal vez lo soy y uso un hechizo rejuvenecedor —dijo Akanemi sonriendo de manera pícara y misteriosa

Naito comenzó a reír como nunca lo había hecho en su vida. Incluso abrazó sus costillas del dolor que le provocaba reír tanto.

—Por eso disfruto tanto de tu compañía, eres diferente de cualquier persona que conozca por aquí —de improvisto se levantó del suelo y le extendió su mano a Akanemi para ayudarla a incorporarse— Es hora de irme, creo que ya no soy bienvenido aquí

—¿Por qué lo dices? —preguntó Akanemi sorprendida

—Porque alguien nos mira con una cara que no oculta para nada sus sentimientos —añadió señalando con la cabeza hacia la orilla— creo que está bastante enojado

Akanemi miro hacia allá confundida y luego se sorprendió al ver que Seiken estaba parado allí con una cara de furia que daba miedo.




El Dios de las espadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora