Seiken abrió los ojos. A su lado, Akanemi, aun de espaldas, comenzó a moverse lentamente, indicando que acababa de despertar también y cayendo en cuenta de que estaba totalmente desnuda, se cubrió rápidamente el pecho con la manta. Al hacerlo, su cabello cayó sobre su hombro, dejando su espalda al descubierto, mostrando lo que parecía ser un tatuaje en su nuca. El símbolo que mostraba le pareció extrañamente familiar, lo que no podía recordar en donde lo había visto antes. Se trataba de un círculo con algo escrito alrededor en algún idioma que era incomprensible para él y al centro el dibujo de un árbol invertido.
—¿Realmente soy tan malo? ¿Te he tratado tan mal? ¿Te he causado tanto daño como para que quieras quitarte la vida de esa manera? —preguntó con voz sombría.
—No, no lo has hecho, y no me quitaría la vida por algo así —respondió Akanemi girándose sorprendida ante tal malentendido.
—Pero la daga... —insistió Seiken
—Es un regalo de mi madre. Algo así como una herencia familiar. Me gusta mirarla cuando tengo mucho en que pensar —explicó con voz suave— me calma, me hace sentir segura, como si ella estuviera aquí.
Seiken cayendo en cuenta de su error, no sabía cómo disculparse por su errada reacción.
—Lo siento si te preocupé de alguna manera. No fue mi intención hacerlo, simplemente todo ha sucedido muy rápidamente y hay cosas a las que no estoy acostumbrada, incluyendo que alguien se preocupe por mí —se disculpó Akanemi con tanta honestidad y dulzura que Seiken se quedó sin habla, no estaba acostumbrado a que nadie le hablara así. Todos le rehuían cada vez que lo veían aparecer y en sus caras era evidente el temor si tenían que entablar una conversación con él. Era la única persona que conocía, aparte de Kudume, sus hermanos y su padre que no parecía temerle.
Seiken se levantó de repente olvidando que no estaba vestido y la cara de Akanemi se sonrojó al verlo completamente desnudo, aunque no aparto la mirada pese a ver el fuerte cuerpo de su esposo plagado de cicatrices. Abrió la boca ligeramente, viendo los fuertes músculos como el acero y su abdomen bien definido. Nunca había visto a un hombre desnudo, así que aunque su cara se tiño de un rojo intenso, miró hacia debajo de manera curiosa.
El príncipe se viró con rapidez, avergonzado "¿Qué demonios pasa conmigo?", se preguntó dándose cuenta de que estaba actuando como un adolescente. Echando una rápida ojeada al suelo en busca de su ropa sin éxito, cayó en cuenta de que alguna doncella debía haberlo recogido todo mientras dormían. Maldiciendo por lo bajo tomo una sabana de la cama y se cubrió con ella, sintiéndose sorprendido. Sinceramente, esperaba otra reacción por parte de Akanemi al verlo así, temor o quizá disgusto, pero nunca imagino que solo se avergonzaría y mantendría sus ojos abiertos. Kudume entro con ropa entre sus manos al cuarto, seguido de cerca por Yurine que con la cara roja cubrió a Akanemi con una bata y la saco de la habitación.
—Anoche, la dama de compañía de su esposa se tropezó conmigo desesperada en búsqueda de un médico —dijo ofreciéndole la ropa al príncipe— pero cuando llegamos aquí, ya usted parecía haber resuelto el problema, así que decidimos retirarnos para no interferir
—¿Trajiste algún médico? —preguntó Seiken vistiéndose
—Sí, va a revisarla después de que tome un baño caliente
—Entonces esperaré aquí, ordena que sirvan el desayuno en el cuarto
Akanemi regreso a la habitación vistiendo un vaporoso vestido de dormir rosa apenas cubierto con una bata. Seiken la esperaba para desayunar, le hizo un gesto y ella se sentó a su lado.
—¿Qué dijo el médico acerca de tu mano?
—No fue una herida profunda —respondió alzando su mano vendada— voy a estar bien gracias a ti.
Hubo un silencio incómodo mientras Seiken le acercaba un plato con frutas cortadas en pequeños pedazos y un tenedor.
—Así será más fácil —añadió, pero ella aún lo miraba sin probar bocado— si no comes, tendré que hacerlo por ti —pinchó un trozo y lo acercó a la boca de Akanemi que lo aceptó masticando lentamente mientras estudiaba la cara y las acciones del que ahora era su esposo. Trataba de adivinar como debería comportarse ella ahora
¿Cómo se comporta una princesa? ¿Acaso debía ser dulce y delicada? ¿Orgullosa quizá? ¿Cómo sería una relación normal entre marido y mujer? ¿Qué más harían aparte de la primera noche que habían tenido? Suspiró, nunca había sido preparada como una señorita en la casa del señor Aldous, así que por más que intentara actuar no saldría bien de todos modos.
—Gracias, pero puedo hacerlo sola —dijo tomando con suavidad el tenedor de la mano del príncipe y comenzando a comer— no soy una niña
—Sí, ya no eres una niña
Este comentario provocó otro silencio incómodo, que duró hasta que terminaron de comer. Akanemi se levantó y caminó hacia la cama, donde se sentó cruzando los pies. Tomó uno de los almohadones y lo abrazó. Seiken se acercó a la cama y se sentó a su lado, ella de manera involuntaria abrazó el almohadón con fuerza. Al sentir la tensión que provocaba, Seiken suspiró y se levantó, pero sorprendido se detuvo cuando una suave mano le agarro el brazo.
—No te vayas —dijo mirándolo con timidez— debo acostumbrarme a que eres mi esposo. Prometo que aprenderé lo que pueda para ser una buena esposa y ...
—Entonces yo también haré una promesa —la interrumpió de repente malinterpretando nuevamente las acciones de Akanemi— Prometo que no te tocaré de nuevo. Después de todo no sentimos nada el uno por el otro, esto no pasa de ser un matrimonio comercial para beneficio de nuestros países —era una fuerte verdad, pero a fin de cuentas la verdad. Ella no estaba aquí porque quería hacerlo, sino por un mero matrimonio arreglado, así que era mejor tener las cosas claras desde un principio y mantener los límites que harían que su relación fuera no de marido y mujer, pero al menos amigable para ambos. Al menos así por el momento todo estaría bien— pero debes jurar mantener esto en secreto, nadie debe saberlo porque nos puede traer problemas a ambos. Por la tradición vendré cada noche, pero solo dormiré aquí. No interferiremos el uno con el otro y solo actuaremos como marido y mujer frente a los demás —Esto era lo correcto, lo que debía hacer. De esta manera, ella se sentiría más cómoda al estar cerca de él. Sin ningún compromiso salvo ser una dulce esposa ante los ojos de los demás, no debía sentir que él era una amenaza para ella. Así que mostrarle que no la deseaba en absoluto era lo mejor— Voy a ser honesto contigo, no lo tomes a mal, ya hay una persona en mi corazón. Eres muy bonita, pero no me gustan las chicas tan jóvenes. La noche de bodas es solo una tradición que debíamos cumplir para que nuestro matrimonio fuera oficial.
![](https://img.wattpad.com/cover/351929557-288-k876521.jpg)
ESTÁS LEYENDO
El Dios de las espadas
FantasyEn un mundo donde los dioses una vez caminaron junto a los humanos incluso sacrificando más que su inmortalidad. Tierras lejanas donde la magia es algo casi extinto que solo unos pocos elegidos pueden usar y las bestias míticas que antiguamente goza...