A la mañana siguiente ya Akanemi estaba despierta mirando el amanecer a través de una de las amplias ventanas que daban al jardín cuando Shiraha entro con su desayuno. El fuego crepitaba en la chimenea, siendo su constante chisporroteo el único sonido que envolvía a los presentes. Tras ella llego Yurine que intento hablarle, pero francamente no sabía qué decir. Minami recogió la sabana de la cama que contenía una pequeña mancha de sangre, esto debía ser mostrado al emperador como prueba de que la noche de bodas había sido consumada.
Ignorando a todos, Akanemi, aun con su vestido blanco de dormir, abrió la ventana, se sentó en el alfeizar y simplemente ante la sorpresa de los presentes se dejó caer del otro lado. El aire frío de la mañana golpeo su cara y lleno sus pulmones con una sensación de frescura. Exhalo y pudo ver como el vaho de su respiración convirtiéndose en una pequeña nube flotaba frente a su nariz por un instante antes de desaparecer. Con los pies descalzos camino sobre el césped que se sentía frío y húmedo al tocar su piel.
Dentro de poco comenzaría a bajar aún más la temperatura, fuera del palacio el otoño casi concluía, pronto llegaría la primera nevada que anunciaría el inicio del invierno. Camino hasta la orilla de la laguna y toco con los dedos de uno de sus pies el agua que estaba helada y sonrió al ver como los peces se acercaban, quizá pensando que les daría de comer.
Alguien se acercó casi corriendo y la cubrió con una gruesa bata.
—¿Qué tesucede? ¿Acaso quieres enfermarte? —la regaño Yurine molesta
—No me estás tratando de "usted" o diciendo "mi señora" —soltó Akanemi por toda respuesta mientras se abrazaba a Yurine sorprendiéndola— me da gusto hablar con mi amiga de las buenas y las malas, es a ti a quien más necesito ahora
—Lo sé —dijo acariciando su cabeza con dulzura— mi pequeña hermanita, aunque no haya podido protegerte de la vida que hemos llevado, al menos seguimos juntas
—El día que nos conocimos hicimos esa promesa, de que nos cuidaríamos mutuamente
—Y también prometiste que harías todo lo que dijera porque me había convertido en tu hermana mayor, así que ahora vamos a entrar, tomaras tu desayuno y trataras de comportarte como la princesa en la que te has convertido.
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El Dios de las espadas
FantasyEn un mundo donde los dioses una vez caminaron junto a los humanos incluso sacrificando más que su inmortalidad. Tierras lejanas donde la magia es algo casi extinto que solo unos pocos elegidos pueden usar y las bestias míticas que antiguamente goza...