La mañana llegó y recibió a Akanemi aún despierta sentada frente a la ventana, hoy era el gran día. Los primeros rayos de sol acariciaron su rostro con suavidad, impregnando una sensación de calidez, mientras escuchaba fuera de la habitación el ajetreo de los sirvientes. Sabía que todo estaba siendo preparado para la ceremonia, pero aún todo esto seguía sin sentirse real. Todo había sucedido demasiado rápido, así mantenía la extraña sensación de que todo era un sueño del que despertaría en cualquier momento.
Yurine le acercó la bandeja del desayuno, intentando que probara bocado sin éxito. Akanemi solo seguía sumida en sus pensamientos, mientras las doncellas entraban trayendo su vestido de novia y dejándolo sobre la cama. Era rojo, con los bordes del cuello y de las mangas que llegaban hasta el suelo de color blanco. Akanemi se acercó y deslizó su mano con suavidad sobre la delicada tela, luego se sentó en el suelo apoyando su espalda en la cama. El tiempo seguía pasado demasiado rápido.
Más doncellas entraron y bajo la guía de la emperatriz procedieron a maquillarla, peinarla y vestirla. Era la primera vez que usaba maquillaje en su vida, se sentía raro, al igual que los perfumes que más de una vez la hicieron estornudar. Su hermoso y apretado peinado lleno de finísimos adornos le provocaba dolor de cabeza. Su cabello había sido implacablemente recogido y decorado entre otras cosas con una peineta, dorada de la cual pendían perlas blancas, como demostrando la libertad que estaba perdiendo. Finalmente el velo rojo fue colocado cubriendo nuevamente su cabeza, a traves de él apenas podía ver por donde caminaba, mientras seguía a las doncellas hacia el lugar donde se realizaría la ceremonia.
Hasta el momento, este era el velo que más había enturbiado su visión, así que lo que apenas pudo vislumbrar era que estaba siendo guiada al interior de otro magnífico palacio. No pudo ver los detalles a su alrededor, pero la rara sensación de que era un frío lugar, aunque estuviera brillantemente iluminado, embargaba todo su ser. Se sentía como si fuera un sitio prohibido, que tenía un ambiente aplastante.
Se detuvieron en la entrada del salón del trono y Akanemi pudo sentir como Yurine a su lado contenía la respiración ante lo que presenciaban sus ojos.
—¡La novia ha llegado! —anunció alguien a viva voz mientras Akanemi entraba en el salón, caminando por la alfombra con paso seguro mientras sentía las miradas de todos puestas sobre ella. Tragó en seco al detenerse al pie de las escaleras, alzó la vista, pero incluso con la visión borrosa por el velo, pudo sentir la penetrante mirada del hombre sentado en lo alto de las escaleras. Se trataba del emperador.
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El Dios de las espadas
FantasyEn un mundo donde los dioses una vez caminaron junto a los humanos incluso sacrificando más que su inmortalidad. Tierras lejanas donde la magia es algo casi extinto que solo unos pocos elegidos pueden usar y las bestias míticas que antiguamente goza...