15 - Jalsha

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Llegó a la escalera del jardín, donde las doncellas la dejaron sola. Su vestido dorado brilló a la luz de los faroles de papel y los candelabros. El velo que cubría su cabeza, era del mismo color y aunque enturbiaba su visión, le permitía vislumbrar la gran cantidad de mujeres que estaban presentes. A simple vista, parecían ser más de cincuenta. Debían ser las mujeres de más alto rango del reino y las más influyentes, a juzgar por el hecho de que estuvieran en una fiesta dentro del palacio. En el poco tiempo que llevaba aquí, había podido darse cuenta de que por la cantidad de normas de cortesía que se usaban y sus reglas, no cualquiera debía poder estar cerca de los miembros de la realeza, aunque el día que había llegado le había parecido todo lo contrario al ver la cantidad de personas que subían las escaleras de la entrada del palacio. Agradeció el hecho de usar el velo en un momento como este, mantener su cara oculta evitaba que así vieran su nerviosismo. Se escuchaba música y el sonido de todas las voces conversando era abrumador. Su respiración se aceleró cuando sintió todas las miradas posarse en ella.

—¡La novia ha llegado! —gritó alguien anunciando su llegada, mientras un súbito silencio se apoderaba por completo del lugar y los tambores comenzaban a sonar. Esa era la señal para su entrada.

Comenzó a bajar las escaleras lentamente, el vestido pesaba mucho y tenía miedo de tropezar. "Tal vez en realidad es de oro" pensó tratando de no perder la concentración. Al llegar abajo la esperaba lo que parecía ser un escudo apoyado en el suelo en su parte convexa, con un fuego que ardía en su parte cóncava. Akanemi alzo su vestido y saltó sobre el fuego como le había indicado la emperatriz más temprano. Era una ceremonia que según le había explicado, alejaba las malas energías de su futura vida como recién casada.

Sintió el calor de las llamas en sus pies descalzos y por un momento tuvo miedo de no haber alzado lo suficiente su vestido y que este ardiera en llamas. Las invitadas comenzaron a aplaudir y se detuvieron cuando Yurine se acercó, le colocó los zapatos y la comenzó a guiar a través del jardín. En el centro había una gran tarima de madera, alrededor estaban colocadas las mesas llenas de comida y bebida, con sillas y cojines para comodidad de las invitadas. Justo al frente de la tarima había otra plataforma más pequeña con una silla alta, dorada con cojines rojos, subió y se sentó, mientras Yurine se quedaba parada a su lado. Cerca estaba la emperatriz, sentada en una silla aún más alta y fastuosa que la de ella. A su derecha habían sentadas dos mujeres, a la izquierda una hermosa joven y a su lado estaba Shakori.

La música comenzó a sonar nuevamente, a la vez que un grupo de bailarinas subía a la tarima y comenzaba a danzar de manera sincronizada. Su baile era hermoso, delicado, haciendo que sus vestidos ondearan de manera elegante cada vez que giraban con gracia. Algunas tenían abanicos y otras cintas que agitaban en un mar de colores y ritmo. Las doncellas pasaban a cada rato ofreciendo bebidas y comida en grandes bandejas, mientras las invitadas miraban hacia el baile disfrutando la actuación. Por momentos conversaban entre ellas, reían y aplaudían cada vez que sentían la música detenerse.

Aunque el ambiente se sentía afable, imaginó que este sería el lugar perfecto para escuchar los chismes del palacio, pues algunas mujeres solo conversaban en voz baja ignorando las bailarinas. Algunas hacían ligeros gestos con la cabeza o con las manos, al parecer indicando sobre quien hablaban. Lo único bueno de estar sentada tan alto es que podía percibir casi todo lo que sucedía bajo ella, dándose cuenta de que no importara a donde fuera las situaciones serían las mismas. En Jensgerdh también los chismes eran esparcidos en enormes eventos sociales, donde se demostraba el poder y riqueza de quien desplegaba la fiesta.

La emperatriz se levantó de su asiento y se acercó a Akanemi que se levantó también. Una doncella se le acercó con un cofre, Urmika lo abrió y saco un hermoso collar de oro adornado con rubíes.

El Dios de las espadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora