—Ya está todo listo amo.
—Kudume, encárgate de que el carruaje esté bien vigilado —dijo Seiken con seriedad.
—¿Solo para esto salió del consejo de Guerra? —el tono sarcástico en la voz de Kudume era claramente perceptible.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Que en cuanto le recordé que hoy sería el desfile de la nueva princesa salió del lugar a toda velocidad— dijo Kudume sin poder evitar soltar una risita.
—Es mi esposa después de todo, tengo que asegurarme que todo esté bien con el desfile.
—Ya vienen los otros carruajes, con sus hermanos, las concubinas y algunos nobles —hubo un súbito ruido de caballos y ruedas acercándose— Todos están curiosos acerca del aspecto de la nueva princesa, es de lo que más se habla en el palacio.
—Por eso agradezco al menos por el momento que exista esta tradición del velo, es mejor que nadie la vea, que nadie vea lo joven que es...
Akanemi que ya había recogido la peineta, la apretó con tanta fuerza enojada ante este comentario, que la partió en dos. Un súbito destello rojo en sus ojos brillo por instante bajo el velo mientras Yurine y Hinako subían al carruaje. Minami y Shiraha habían regresado de vuelta al palacio.
—Así nadie podrá aprovecharse de su inocencia y juventud —Akanemi no alcanzo a oír esto último, pues ya Seiken se alejaba de regreso hacia el palacio— Asumí la responsabilidad de protegerla desde el momento en que decidí casarme con ella y eso haré.
—Mi señora, ¡su peineta! —exclamo Hinako alarmada al ver el adorno partido en dos.
—Oh, lo siento, se me cayó al suelo y por error la pisé —mintió Akanemi, bajo el velo no podía verse su rostro, pero Yurine por la expresión en su voz pudo notar que estaba enojada, muy enojada.
—Mi señora no tiene que disculparse con alguien como yo —dijo Hinako sorprendida — Traje una bolsa con lo necesario para cualquier emergencia, está afuera del carruaje. Con su permiso mi señora enseguida regreso – Hinako bajo a toda prisa mientras Yurine tomaba la mano de Akanemi.
—¿Paso algo?
—Nada importante, solo que mi esposo se avergüenza de mí, de mi juventud y por esa razón se siente agradecido por el hecho de que tenga que usar velo en público. Para que nadie me vea
—Esto essolo otra de las tradiciones de este país...
—No lo justifiques ni trates de buscarle el lado positivo a esto, ¡lo acabo de escuchar! —casi grito parándose de repente— Sé que a estas alturas ya debería haberme acostumbrado a ser la herramienta que es usada y desechada a conveniencia por Jensgerdh y que no debería importarme lo que piense de mí o si le intereso a mi esposo o no. Pero por primera vez en años soy libre de tener mis propios sentimientos y este lugar me está haciendo sentir como si de repente quisiera estallar. Me estoy hartando de interpretar este papel de la niña buena, cuando en realidad soy todo lo contrario —se dejó caer en el cómodo asiento mientras Yurine se arrodillaba a sus pies.
—Me alegra escuchar todo esto, es lo más sincera que has sido en años —añadió sonriendo— no estás actuando para nadie, esta es tu verdadera personalidad, yo que te conozco desde siempre y que sabes que jamás podría mentirte así lo afirmo ¿me crees?
Yurine tomo la mano vendada de Akanemi y la miro con una mezcla de impotencia mal contenida y tristeza.
—¿Por qué no me dejaste arreglarlo? ¿Por qué tienes que sentir dolor, si yo puedo evitarlo? Podríamos esconderlo...
—Porque provocaría sospechas —la interrumpió Akanemi— sabes que aunque somos extranjeras y ciertas cosas nos serán permitidas con indulgencia por nuestra ignorancia hacia sus costumbres. Pero fuimos advertidas acerca del hecho de que aquí la magia está prohibida y cualquier indicio por mínimo que sea de que puedes usarla podría ser un problema para las dos —miro su mano vendada y luego a Yurine
—Mantener un perfil bajo y no llamar la atención, el señor Aldous fue muy claro acerca de ello —dijo Yurine de manera sombría
—Aquí solo puedo confiar en ti. Estamos rodeados de extraños, sirvientes que hacen lo que les dicen ciegamente y sin protestar —dijo Akanemi pensativa
—Es cierto, no tenemos manera de saber si todos nos vigilan y le informan al príncipe o a alguien más. Así que cada cosa que hagamos debemos dar por sentado que puede producir consecuencias.
—No siento que el príncipe sea una amenaza. Me salvo la vida anoche, ya sea que lo haya hecho por bondad o por evitar un incidente político, debo estarle agradecida
—Ya lo creo. Sería problemático para el imperio el hecho de que la novia, enviada por Jensgerdh, recién casada con el próximo emperador, falleciera en un accidente al día siguiente de su boda.
—Pocos creerían el hecho de que fue un accidente y provocaría consecuencias
—Pero yo no pude ayudarte porque él estaba presente y eso me hizo recordar los días de entrenamiento, y sentirme igual que entonces viéndote sufrir sin poder hacer nada. Me sentí impotente estando allí como una espectadora cuando yo podría haberte salvado sin esfuerzo... - se detuvo al sentir un movimiento afuera
Hinako subió nuevamente al carruaje y le puso otra peineta a Akanemi. Aun preguntándose como era posible que con un cuerpo tan delicado, la nueva princesa tuviera el peso suficiente como para pisar la peineta de oro y romperla en dos de esa manera, así que no noto que había interrumpido la conversación.
Naito se acercó montando un hermoso caballo negro con pelaje brillante. Tras él venían en otro carruaje Gahama y alguien más cubierta con un velo. "Probablemente, es Hyorin" pensó Akanemi mientras alzaba su mano para saludar al príncipe. Al hacerlo se dio cuenta de que era la mano que se había herido la noche anterior y la escondió con rapidez. Pero no lo suficiente, pues Naito no dejo de notar el vendaje y sus labios se crisparon en un gesto de furia mal contenida que Gahama tampoco paso por alto.
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El Dios de las espadas
FantasíaEn un mundo donde los dioses una vez caminaron junto a los humanos incluso sacrificando más que su inmortalidad. Tierras lejanas donde la magia es algo casi extinto que solo unos pocos elegidos pueden usar y las bestias míticas que antiguamente goza...