32 - Regalo especial

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Akanemi miraba a su alrededor con los brazos cruzados, mientras su cara mostraba una expresión muy seria. De un lado estaban los regalos que le habían dado en el Jalsha y del otro su dote que había sido enviada desde Jensgerdh y había llegado apenas un par de días atrás. Sabía que el señor Aldous había ganado mucho con esta unión, que meramente era comercial, pero aun así no imaginaba que iban a mandar semejante dote.

Había más de diez enormes cofres, donde cabrían con facilidad al menos cinco hombres sentados, llenos de oro y piedras preciosas. Además de estuches llenos de joyería y todo tipo de finísimos adornos para el cabello, maquillaje, vestidos, estatuas, jarrones y exquisitas telas. Miraba con recelo la montaña de riquezas que ahora le pertenecían, pues en el caso del imperio, según las leyes lo indicaban, la dote que traía la esposa desde su país natal era su riqueza personal para disponer de ella de la manera que quisiera.

—Sigo pensando que es demasiado — dijo Akanemi irritada

—Tal vez el señor Aldous lo hizo para que no sospecharan de tu origen y también para demostrar su poder y riqueza —justificó Yurine con toda lógica

—Puede que tengas razón, pero me preocupa —dijo Akanemi pensativa abriendo uno de los cofres y tomando un puñado de monedas que luego dejo caer dentro, provocando un tintineante sonido— es muy extraño que me haya liberado de esta manera del hechizo de obediencia...

—Shhh... —la interrumpió Yurine con cautela hablando en voz baja y mirando hacia la puerta cerrada con creciente nerviosismo— Nunca nadie debe enterarse de quienes en realidad éramos en Jensgerdh

—Lo sé, sé que debemos mantener el secreto. Pero sigo sintiendo que algo no anda bien —soltó un largo suspiro— Después de todo lo que hemos vivido, es extraño que sea tan fácil, tan sencillo obtener nuestra libertad —señalo los regalos de manera acusatoria, como si fueran una clara evidencia de intenciones o planes ocultos— ¿Sientes que todo esto está bien? ¿Que mentir de esta manera está bien?

—No tenemos opción y lo sabes, cumplimos órdenes —indicó Yurine con calma

—Tengo miedo de que no haya terminado, conocemos demasiado bien al señor Aldous —declaró Akanemi mientras negaba con la cabeza baja— Siempre hay un plan detrás de otro y es extraño que, aunque haya salido tremendamente beneficiado con esta unión deje libres a dos de sus doncellas, que conocen bastantes de sus oscuros secretos.

Yurine cerró los ojos al oír esto último mientras su semblante se oscurecía de repente, malos recuerdos parecían acecharla.

—Sé que tienes razón, pero igual estamos atrapadas aquí —admitió con voz tranquila— No podemos simplemente irnos y lo sabes, las repercusiones serían demasiado grandes.

—Estamos en una jaula aún más elegante que la anterior – murmuró Akanemi notando un grupo de regalos pilados aparte— ¿Y esos? —preguntó mientras los señalaba con un dedo

—Son obsequios para el emperador, los príncipes y las princesas – informó Yurine acercándose y tomando dos cofres idénticos en sus manos. Los miraba de manera inexpresiva, como si estuviera pensando en algo más— me encargaré de que lleguen a sus destinatarios lo antes posible.

Algo llamó la atención de Akanemi. Se trataba de un cofre que aún no había sido abierto. Se acercó lentamente a este, comprobando que estaba cerrado con un candado. Era el único que aún lo tenía puesto. Miro a Yurine sin poder ocultar su curiosidad.

—Vino con un sobre dirigido a ti, así que creo que imaginas de quien se trata —dijo con una mirada desaprobatoria mientras se lo extendía a regañadientes.

Akanemi abrió el sobre con emoción. Sus dedos temblaban como los de un niño que abre su tan esperado regalo de cumpleaños. Dentro había una llave y una nota:

"Nunca olvido una promesa, y menos una que te haya hecho a ti. Cumpliré tus sueños aun si estas lejos de mi"

Aunque no estaba firmada sabía perfectamente quien le había enviado la carta y el regalo. Akanemi suspiro sintiendo como su corazón se aceleraba, abrazo la nota contra su pecho cerrando los ojos y con nerviosismo uso la llave para abrir el cofre. Sus ojos brillaron mientras se llevaba ambas manos a la boca sin poder contener su emoción al ver lo que traía en su interior.

Se trataba de dos espadas de exquisita manufactura, las hojas plateadas brillaban con la luz natural que entraba a la habitación. Tomo una con su mano por el fino mango dorado hecho al parecer especialmente para su delicada mano, era súper ligera, perfecta para ella. También había un arco que acaricio lentamente mientras sonreía, disfrutando la sensación de la madera, le traía buenos recuerdos.

—No lo olvidó —dijo extasiada

—¿Aun estás enamorada de él, cierto? —preguntó Yurine sin ocultar una evidente molestia en su voz

—Aunque lo estuviera, nunca íbamos a poder tener un futuro juntos en Jensgerdh —balbuceó Akanemi mientras se sonrojaba intensamente— Además no tengo derecho a desear tener un lugar en su corazón. No merezco sentir felicidad, no después de lo que le hice.

—No digas eso, no fue tu culpa...

—Tal vez este es mi castigo – la interrumpió Akanemi con voz triste— no poder estar a su lado, por traicionarlo de una manera tan horrible quitándole lo que más amaba en el mundo— Su mirada se volvió sombría de repente mientras miraba el reflejo de su rostro en la hoja de la espada— No soy lo que todos piensan, soy un demonio disfrazado de ángel capaz de las más terribles crueldades.

—Sabes que no es así, tú...

Akanemi hizo un gesto con su mano interrumpiéndola, luego levanto su dedo índice y se lo llevo a la boca en señal de silencio. Hizo un gesto con la cabeza señalando la puerta, Yurine asintió y se acercó a esta. La entreabrió suavemente y se quedó parada como esperando algo. Se escucharon pasos y alguien tocó.

—Puedes entrar —ordenó Yurine

Shiraha entro haciendo una reverencia.

—Mi señora. Tiene una visita, el tercer príncipe está aquí para verla —informó con rapidez.





El Dios de las espadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora