❄️23❄️ ALMA TATUADA

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Año 14
10Ka, 50Ma.
Bajo Balgüim.

Los días negros se habían vuelto más largos, las horas frías transcurrían repletas de ansias. La ausencia de Jasper le resultaba desesperante a Maya. Necesitaba verlo, hablar con él. Le molestaba enormemente que su petición a Dlor hubiese sido rechazada con burla. El rey temible estaba muy tranquilo respecto a la ausencia física de su hijo y advirtió a Maya sobre molestarlo de nuevo con el tema, amenazándola.

Ella siguió indagando, a espaldas del rey, pero la mayoría de los cortesanos parecían estar ajenos a su Alteza. Nadie lo había visto desde esa noche del paseo y tampoco parecían alarmarse con el hecho, como si las desapariciones del Príncipe de las Tinieblas se tomaran como elecciones que debían ser respetadas y cualquier indagación sobre ellas era violación a la privacidad de la realeza. Sin embargo en una ocasión la muchacha escuchó a Lofer conversando con el general del ejército, Vegieth, sobre la "horrenda apariencia" del príncipe, explicando este último las ventajas que le confería al clan Oscuro.

—Yo usted, no estaría tan seguro sobre las ventajas —había dicho Lofer, el guardia personal.

—¿Por qué no? —El general se mostró ofendido.

—Porque para eso, nuestro heredero debe estar dispuesto a luchar las próximas batallas. Y desde que ha obtenido su nueva forma no... no se le ha visto por el castillo.

Maya había dejado de escuchar cuando produjo un ruido que delató su presencia. No perdió tiempo en acudir a su habitación donde se quedó meditando en lo que podrían significar las palabras. Esa noche como las anteriores, trató de contener el sueño y no cerrar los ojos; desde el regreso del paseo, un ramo de durillos aparecía en su cama cada nueva luna. Sucedía siempre en el trance de la luna grande a pequeña, lo que hubiese correspondido en circunstancias normales al horario de media noche hacia el amanecer. Maya sabía que era Jasper, pero nunca lograba verlo. Se esforzaba por mantenerse despierta, pero invariablemente era vencida por el sueño. Y cuando abría los ojos al otro oscuro día, un aroma peculiar y silvestre inundaba su nariz. Ella se levantaba de golpe y corría a la ventana, pero era en vano.

Él no estaba.

Así transcurrieron las noches, noches en las que la española se concentró en abordar ese lapso de espacio perdido en sus recuerdos. Había aprendido a soportar el dolor, aunque la sensación que algo malo, muy malo, había sucedido no desalojaba sus miembros. Y entonces dejó las teorías y aceptó la prueba de que Jasper Dónovan le había hecho algo, y que ese algo contenía las respuestas a la tragedia olvidada y al dolor cuando intentaba reaparecer las imágenes.

Pero todo era confuso, un laberinto de sombras y vacíos. Y las únicas imágenes que lograba revivir eran las de ella afincada a él con tanta confianza que la avergonzaba: sus uñas clavadas en los brazos de Jasper y a través de la fina tela de su prenda de vestir, una capa bamboleando al viento, unas alas negras envolviéndola, y dos pechos tan pegados..., acompasando los ritmos de ambos corazones. Sí, volver a sentir el corazón de Jasper era un estimulante muy intenso, sobretodo porque en esa circunstancia estaba más acelerado e inquieto que la vez que ella le coció el labio, donde latidos lentos y pesados se mezclaban con una agitación impuesta por la cercanía de sus bocas. Pero él no había apreciado la femenina, ni siquiera por una fracción de segundo.

No obstante después del paseo, en ese prado desconocido, Jasper le había mirado la boca mientras ella le clavaba las uñas. Le había mirado cada ángulo del rostro y le había tocado el cabello. ¿Por qué? ¡Por qué! Maya Alonso necesitaba respuestas.

LEGENDARIOS3️⃣ENTRE LAS GARRAS DE UNA BESTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora