⚓️34⚓️ EL SIGNIFICADO DE LEALTAD

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Año 15
10Ka, 50 Ma.
Mar Akis.

Maltazar fijó las coordenadas hacia Korbe y el barco salió a toda marcha. El tamaño del Atroxdiom nunca había sido problema para la velocidad que su capitán quisiera alcanzar, y en esos momentos Maltazar tenía mucha prisa. Se trataba de Isis, y debía conseguir cuanto antes curarla.

—Capitán —dijo Felín tocándole la puerta del compartimento secreto—. He traído algo que puede ayudarle.

Maltazar suspiró. ¿Qué caso tenía apellidar un compartimento como «secreto» si todo el mundo sabía cómo llegar a este? Dedujo que el antiguo Maltazar lo había bautizado de esta forma porque nadie que no fuese capitán del Atroxdiom había pisado su interior, y por tanto, lo desconocido dentro del compartimento constituía un secreto para los demás tripulantes. Abrió la puerta y la cerró tras de sí, encontrándose con la atamarina que le ofrecía una copa de oro con un líquido azuloso en su interior. Maltazar lo olió sin llegar a aceptarlo.

—¿Intentas envenenarme, mujer?

—No podría darse el caso, Capitán —negó ella tranquila—. Es un remedio de mi mundo que ayuda con la resaca. —Miró a Maltazar unos instantes—. Se ve que lo necesita.

Él gruñó y de mala gana aceptó la copa. No necesitaba que una vulgar cocinera le dijera lo mal que se veía. Se llevó el objeto a los labios, pero antes de beber le dedicó una mirada amenazante.

—Si intentas envenenarme, que no lo conseguirás debido a mi fuerte sistema de regeneración, ten por seguro que te la haré pagar.

Diciendo esto se bebió de un tirón y sin pestañear el remedio azuloso que sabía horriblemente peor de lo que olía. Luego le entregó la copa vacía a Felín.

—Créame Capitán, aún si tuviese el deseo de envenenarlo, lo dejaría pasar a causa de la reina. —Maltazar frunció el ceño y ella continuó—: Quiero que ella se recupere, y por fortuna o desgracia, usted es el único que puede conseguir ayuda. —Se giró para marcharse y no volteó atrás.

Maltazar apoyó la espalda contra la puerta y alzó la cabeza con los ojos cerrados. Por todos los pecadores, ¡le dolía la cabeza a reventar! Esperaba que ese asqueroso remedio de Felín diese resultado lo más rápido posible. El Fron lo había hecho vomitar tanto que solo recordar el sabor le daba arcadas. Nunca había bebido a ese punto. Estaba seguro que de haber sido un humano común, se hubiese matado. Bien, su esencia de Legendario Oscuro le había evitado la muerte, pero no las consecuencias de aceleradas palpitaciones cardíacas, hincadas en el hígado, quemazón en la garganta, visión borrosa y..., bueno, todas las espantosas consecuencias que estaba sufriendo.

«Me vendrá estupendo un baño» se dijo, dirigiéndose a su camarote.

Si algo le hacía sentir bien al actual Maltazar era la frescura de un baño, con sus aceites aromáticos y el agua templada que relajaba los miembros. Eso seguía compartiendo con su antiguo «yo» y no le molestaba, todo lo contrario. Llegó al lugar de destino y consiguió quitarse la ropa con trabajo, todo le daba vueltas. Luego se metió debajo de la ducha de agua tibia, un sistema de calentamiento de tuberías que había perfeccionado después de su auto ascensión a capitán. Dejó que el agua le corriera por cada parte del cuerpo, cabello incluido, hasta quedar empapado. Sí... el agua ciertamente le hacía sentir mejor.

Salió fresco del baño, con el cabello limpio y una sensación placentera. Miró su cama que parecía saludarle. Ya la trayectoria estaba fijada a Korbe, no es que se le necesitase con urgencia en otra faena. Así que decidió tumbarse, solo un rato, para reponerse mejor y estar a la altura de su cargo. Ninguna cocinera o pirata maloliente osaría dar a entender otra vez que su imagen era un desastre. Sin vestirse, se acostó en la cama debajo del edredón color verde marino y cerró los ojos.

LEGENDARIOS3️⃣ENTRE LAS GARRAS DE UNA BESTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora