❄️33❄️ALGO RETORCIDO

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Finales de año 15
10Ka, 50Ma.
Bajo Balgüim.

Había un encanto agresivo en contemplar el enfrentamiento de aquellos dos: en total silencio, con un silbido del viento que se codeaba en la ausencia de palabras, con un absurdo sentido de la belleza entre la negrura de uno y la oscuridad luminiscente del otro. Dos mitades que se conformaban de pedazos de una u otra cosa, pero que no llegaban a ser un oscuro por completo. Tal vez, en eso se basaba el encanto.

Jasper se separó de Mateo levitando hacia atrás, sin girar el cuerpo. Le dedicó un asentimiento a la doncella pero ella estaba tan incrédula como para que eso le bastase.

—Es tu decisión, Maya Alonso.

—Pero... —La española tragó saliva, las palabras de Jasper habían salido como un susurro—. Nosotros...

—Y permanecerá para siempre —le aseguró Jasper Dónovan, porque estaba completamente convencido que nunca, en lo que le quedara de vida, querría unirse a otro ser. La mujer humana sería la única, pero eso no significaría la retención de ella en el sitio exacto donde él habitara.

Ella había escogido entregarse a él en cuerpo y alma, pero la ubicación física no debía marcarlos. Jasper era lo que era... y ambos sabían que empeoraría. Hasta la fecha, Maya había conseguido que un vestigio de humanidad no lo abandonara por completo y sabrían los Legendarios cuánto más resistiría su organismo hasta entregarse a la región bestial definitivamente, donde las raíces se tragarían su corazón y el veneno alcanzaría su mente sin retroceso.

Qué futuro tan desalentador y terrible...

El hijo del rey sintió ganas de llorar, aunque nada salió de sus ojos. Si permitía que el líquido putrefacto similar a gasolina le recorriera el rostro, su anatomía comenzaría a convulsionar y los cuernos, cola y pico aparecerían en pocos minutos. Miró a Maya, su doncella, su humana, su alma vinculada, con expresión mustia; las cuencas que generalmente mostraban el absoluto vacío ahora se vitalizaban con una negrura repleta de sentimiento. No quería olvidarla pero..., era inevitable. La oscuridad que le sobrevendría era inevitable, y su atormentada mente sabía cuánto sufriría al ir olvidando poco a poco los labios suaves y rosados, los ojos como piedras de zafiros, el cabello lleno de ondas y bucles que se desparramaba sobre la tierna piel de su pecho...

La amaba. ¡Cuánto la amaba! La amaría siempre.

—Vámonos Maya —dijo con sutileza Mateo sin dejar de vigilar a la bestia, fuera que en cuanto giraran las espaldas se abalanzara sobre ellos y los despedazara con las garras.

Pero cuando el rostro de su hermana se encontró con el suyo, Mateo descubrió que lágrimas lo empapaban. Maya, su hermanita querida, estaba llorando sin retenerse. ¡Ese veneno maldito! ¿Lo estaría destilando? ¿Al fin estaba saliendo de entre las garras de la bestia?

—No, Mateo.

Era el veneno, la fórmula química, la emulsión agónica la que hablaba por ella.

—Está bien Maya, te curaremos en Jadre —prometió su hermano con delicadeza. Pero ella se movió atrás en un paso cuando él intentó acariciarla.

—No se trata de ningún veneno. Se trata de lo que deseo.

Mateo respiró más agitado. ¿Había oído bien? Maya continuó inalterable aunque las lágrimas no se detenían.

LEGENDARIOS3️⃣ENTRE LAS GARRAS DE UNA BESTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora