⚓️35⚓️ CUANDO UN CORAZÓN ENAMORADO LATE

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Año 15
10Ka, 50Ma.
Deora, Korbe.

—Eso fue inapropiado —soltó Aracnéa de camino.

Maltazar intentó no perder la paciencia.

—Qué sabrás tú lo que es apropiado y lo que no —respondió mordaz.

—Tienes una fama bien construida, no permitas que los últimos acontecimientos la desbaraten.

Entonces sí que Maltazar perdió la paciencia. Tiró a Aracnéa contra la pared y desenvainó su espada, apuntándole al cuello.

—Desde que llegó Isis te has encargado de probar mi paciencia más allá de los límites, y te juro por los ocho mares que has conseguido traspasar lo fayremse y oscuramente aguantable. —La punta filosa de la espada hincó en la susceptible piel del cuello de la turia.

Pero ella no se amedrentó. Estaba acostumbrada a que él la tratara con rudeza, era la forma habitual de congeniar incluso en los momentos que se la pasaban bien.

—Esa albina es la única que te ha llevado al límite de la paciencia absteniéndose y prohibiéndote que la toques, ¿qué clase de esposa es? —alegó, olvidándose del respeto—. Y  tienes el coraje de decirle a los seres de allá adentro, tus fieles esclavos, que la única que puede acercarse es esa...

—Te referirás a Isis como tu reina —alertó creando un hilo de sangre en el cuello de Aracnéa.

Esta emitió un quejido de dolor en contraste con la risita baja y burlona que se le escapó a Maltazar.

—Te carcomen los celos Aracnéa...

Él se quedó mirándola el tiempo suficiente para que ella lo deseara, allí, a filo de espada y al borde de la muerte. La turia seguía sintiendo por Maltazar exactamente lo mismo, o incluso, más avivado. El hombre acercó su rostro al de ella, tanteando, sacudió la cabeza en gesto de desaprobación y susurró:

—¿Cómo pudiste ser tan estúpida para amarme? Tú, entre tantos irlendieses, que conocías mis inclinaciones... —Le hincó más el filo de la espada y un hilo de sangre se asomó a la superficie de entre los poros de la piel.

—Lo que yo sienta es irrelevante —respondió con voz ahogada—. Aunque eso no quita la deshonra que he cometido contra mi raza al sentir... —No terminó la expresión. Apretó los dientes, hubiera querido que todo fuese mentira, pero no lo era—. Por alguien como tú, que destruye su fantástica reputación anunciando a los cuatro vientos que le es leal a esa meretriz.

Maltazar apretó los dientes y todo su cuerpo se tensó de un modo letal:

—Te juro que si no te retractas ahora mismo y te comportas, te rebanaré los sesos.

—Me sentiré honrada de morir para no tener que servir a un capitán tan débil que no conoce el significado del nombre que porta. —Aracnea escupió las palabras con una satisfacción desconocida que solo sirvió para calentarle más la sangre al que envainaba la espada—. No eres más que un fraude de pirata, un fraude del auténtico Maltazar.

Y ese fue el límite irrebasable. Lo siguiente ocurrió muy rápido, como siempre ocurría cuando la fuerza contenida del capitán se convertía en adrenalina letal y despedazaba cuánta cosa se le cruzaba en el camino. Aracnéa no perdió la sonrisa cínica del rostro, aun cuando sus ojos ya vacíos de vida se quedaron fijos en un punto infinito. La cabeza rodó por el pasillo, y Maltazar limpió la sangre de la espada con la ropa del cuerpo inerte.

Al seguir la marcha solo, sus extremidades temblaban y el ruido en el pecho atormentaba su mente. No, no por el asesinato que acababa de cometer, sino por las últimas palabras que había escuchado y ahora lo atormentaban en la soledad del pasillo: «Un fraude del auténtico Maltazar».

LEGENDARIOS3️⃣ENTRE LAS GARRAS DE UNA BESTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora