⚓️22⚓️ LUCHA INTERNA

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Año 14
10Ka, 50Ma.
En algún punto de
los ocho mares.

—Buenas noches —saludó ella apartándose para dejarlo entrar.

El capitán entró a la estancia detallando la mesa que reposaba al lado de la pequeña cama donde dormía Isis, varios platos y bandejas estaban esperando con sus cubiertas.

Isis se acercó y levantó la tapa de una fuente, donde unas tiras de salmón bañadas en salsa cítrica pusieron a crujir el estómago de Maltazar.

—Espero le guste el salmón.

«Es mi pescado favorito» dijo la voz interior de él, mas se abstuvo de repetirlo en voz alta.

—Tengo mucho apetito, cualquier cosa servirá —confesó en cambio, y era cierto.

Se quedó un rato observando la habitación que ahora le resultaba demasiado estrecha. ¿Cómo Isis podía pasar tantas horas allí? Él sentía que se asfixiaba. Entre los estantes de libros apretujados, los baúles de ropas, la cama y la mesa, no había espacio ni para hacer ejercicios de plancha.

Sin manifestar sus pensamientos se sentó a la mesa que tenía de frente la única ventana de ese camarote, una grande que permitía observar el mar. Vio cómo Isis se sentaba del otro lado de la mesa, sobre la cama. Así de asfixiante era ese cuarto que ni dos sillas podía albergar.

La princesa comenzó a destapar las cubiertas de las fuentes y platos, y a servirle un poco de cada cosa al capitán. Él probó en bocados diminutos, como siempre, y su paladar se rindió ante el sabor de la comida. El salmón en salsa cítrica, con naranjas y limones extraídos de Imaoro, mejillones en escabeche, tiras de zanahorias refritas en aceite de pescado, pasta de almeja con pimentón, berros y cebollinos... Delicioso.

—¿Qué más has preparado?

—La verdad, ayudé en todo —comentó Isis sintiéndose rara por darse el crédito. No era algo que hiciera a menudo—. Felín me fue guiando en lo que debía hacer, y permitió que me deleitara en el proceso. Incluso le di más cocción a las carnes de lo que suele hacerse en mi mundo, en Balgüim todo se come crudo o poco cocido; pero Felín, del clan Atamar, insistió en irse al extremo.

—Resulta que a la princesa de Balgüim se le da bien cocinar —comentó Maltazar entre bocado y bocado, mirándola.

Isis se ruborizó. Intentó tragarse un trocito de salmón embarrado de pasta pero fue más trabajoso de lo que había supuesto.

Estuvieron un rato en silencio degustando la cena. No es que Maltazar fuera adepto del silencio en presencia de Isis, pues en el pasado había disfrutado escuchar el sonido de su voz acariciándole los oídos. Pero sí, en el pasado..., cuando desconocía que la esencia de la albina albergaba la fuerza suficiente como para... Un momento, ¿seguía siendo así? El actual Maltazar era más poderoso que antes, su cambio físico daba prueba de ello. También, se había encargado de borrar cualquier síntoma de flaqueza, y tenía las manos tan manchadas de sangre que una semejanza a su débil identidad humana era impensable.

Isis no podría destruir aquello. Y lo mejor, ella ni siquiera se daba cuenta del poder que tenía, no es que fuera a cultivarlo para luego arrojárselo en una especie de maldición. El error de Isis solo había consistido en pedirle su nombre, su verdadero nombre. Y ya se había disculpado por ello. La cena era la prueba.

Así que el capitán del Atroxdiom, más relajado y seguro de lo que se había sentido antes, se recostó en el espaldar de su silla para caer en un pasatiempo que había ignorado durante todo un año: admirar a la princesa.

—Veo que ha terminado el contenido de su plato, Capitán —dijo ella padeciendo un efímero escalofrío. Maltazar volvía a observarla de aquel modo significativo que ella no descifraba del todo.

LEGENDARIOS3️⃣ENTRE LAS GARRAS DE UNA BESTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora