Inicios del año 13
10Ka, 50Ma.
Balgüim.Maya estaba desesperada. El Príncipe de las Tinieblas había pasado un año completo evitándola ¡Un año! Los oscuros sí que podían darle largo a una situación...
En otra época, para la española hubiese sido imposible calcularlo, era difícil asegurar un período de tiempo en Balgüim, pero ya ella estaba acostumbrada a guiarse por la luna. No obstante, de poco le valía llevar el conteo si Jasper Dónovan la evitaba. Maya se lo achacó al hecho que quizás, al hijo de Dlor le hubiese entrado un lapso repentino por el envenenamiento y su percepción de la realidad se hubiera distorsionado a un punto extremo. ¿Cómo la había llamado? «Arpía». Una de esas aladas y traicioneras criaturas del Valle de Pesadillas, ladronas de comida y presagiadoras de malos acontecimientos. Porque cada vez que una arpía estaba cerca, sus garras terminaban o en tu comida o en tu cara.
«Y yo no me parezco a una arpía» protestó Maya delante del espejo de su habitación.
Esa noche se había aplicado maquillaje en los labios. Una tintura de un rojo muy intenso los cubría. Lo consiguió gracias a una de las nuevas cocineras que había traído Dlor al castillo. La oscura era más regordeta que sus compañeras de clan, y le gustaba salir del Alcázar a una zona cercana a recoger vayas. De entre estas, las rojas eran las que tenían mejor sabor y Maya aprendió a elaborar su propia tintura de labios a base de ellas.
Por su clan Idryo, Maya se destacaba en el arte de la curación y la medicina. También aprendía rápido las reglas y tenía un sentido de justicia bien dirigido. Sin embargo gracias a su tiempo en Balgüim estaba desarrollando la destreza con los componentes químicos. Estaba un tanto orgullosa de sus progresos. Sus primeros días en ese mundo habían acontecido como un sueño estrambótico en una mente gobernada por alucinógenos; todo parecía irreal, los detalles flotaban y se fundían con la nieve. Maya era una especie de zombi, sin criterio ni aliciente de vida.
Pero las cosas habían cambiado al encontrar pequeños propósitos en los que ocuparse. Incluso había conseguido salir por los alrededores del castillo a buscar especias con otras cocineras acompañadas de guardias. Como el alcázar se encontraba confinado en una colina congelada, y su conexión al resto del mundo era mediante un puente de piedra custodiado, las almas que salieran debían hacerlo bajo máxima vigilancia.
En todo el transcurso del duodécimo año, el anterior que recién había acabado, Maya vio a Jasper cinco veces. Las cuatro primeras habían sido en entrenamientos con el ejército oscuro en el patio más amplio del alcázar. El hijo de Dlor no tenía ni remotamente una complexión similar a los enormes soldados de su padre, pero en conjunto, con sus alas, los sobrepasaba de dimensiones. Seguía extremadamente delgado, mas las garras de sus pies y las que le habían crecido en los dedos le conferían una apariencia alarmante.
El entrenamiento del príncipe se basaba en obtener el dominio de su propio cuerpo e impedir ser un desastre junto a los soldados del rey, pues hasta la fecha seguía sin controlar del todo esa extensión de plumas y vértebras que lo elevaban al cielo. Maya, asomada desde la ventana de un salón para crematorios —porque era el único salón que le daba una vista perfecta—, estudiaba cada uno de los movimientos de Jasper, sus intentos por permanecer vivo frente a los ataques de los otros y su fortaleza para sobreponerse al dolor cuando lo abarcaba de repente.
La quinta ocasión había sido cuando salía de limpiar los aposentos reales. Maya se las ingenió para que las turias le dejaran la tarea de llevarle la cena a los aposentos del príncipe con la esperanza de verlo. Cosa difícil, pues el príncipe no deseaba que nadie husmeara en sus aposentos, de hecho, tenía prohibido hasta que se limpiara. Se escabullía volando por la ventana en cuanto intuía que se acercaba el horario de cena. Claro, él no tenía idea que era Maya la que estaba acudiendo hasta esa fatal vez, a su percepción, que se encontró con ella en el momento que la española se retiraba por la puerta, habiendo dejado la comida. Jasper se quedó de pie en el alféizar de su ventana, petrificado. Maya le dedicó una reverencia y salió de la estancia, para al día siguiente recibir el regaño de las turias que por una torpeza de ella, el príncipe había ordenado que nadie volviera a poner un pie o pata en sus aposentos. Ni siquiera para la cena.
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LEGENDARIOS3️⃣ENTRE LAS GARRAS DE UNA BESTIA
Fantasy3️⃣ ⚜TERCER LIBRO DE LA SAGA LEGENDARIOS⚜ La belleza es poderosa, pero una buena dama conoce el peligro que se esconde detrás de la belleza. Y ahora el peligro es una bestia, convertida, forjada por el poder de las estrellas en algo que no era. Si a...