Capítulo 5: Promesa de tomatitos

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- Papá, ¿ya está todo listo? - Yeri hablaba con su padre por teléfono mientras muy difícilmente intentaba cerrar su maleta.

- Sí hija, ya todo listo. Todo quedó limpio y la alacena ya tiene suministros.

- Gracias, voy a colgar, nos vemos allá. - Terminó la llamada y se sentó para analizar si le hacía falta algo más.

- Señorita Yeri, ¿y no está nerviosa por verlo?

- Sii, un chingo. Mire mis manos, no dejan de temblar, tengo pulso de maraquero.

- Entonces sí le gusta el Cry.

- ¿Cómo crees? A mí me gustan chakales, no niños bien.

- ¿Y no cree que le iría mejor con alguien como él? Así, de familia, de convivencia más tranquila. Además se ve que es muy amable.

- Noo, Doña Lucy. Usted lo dice porque no ha visto sus vídeos pasados hablando de mí... Para que ese niño se enamore de mí está muy difícil, y yo ya no vuelvo a caer. Imagínese que nada más me usen como es la costumbre. - Se echó a reír y Doña Lucy lo tomó con la misma diversión, sin embargo, cuando estuvo a solas, el miedo invadió a la pelirroja.

Había visto entre tantos vídeos las críticas pasadas de Edward... Eran crueles, muchas de ellas, las había hecho en sus peores momentos, cuando más comprensión necesitaba.

Tenía que ser realista... Edward no era el caballero de armadura dorada que venía a rescatarla, ni siquiera se acercaba a serlo, él incluso había sido otro villano en su historia, un villano que buscaba redimirse, suponía. Igualmente, no podía confiar ciegamente en Cry pero... Qué bonito sería que toda esa loca historia de ambos fuera real y sincera, ¿no?

Edward también se preparó para su viaje y en su mochila, hizo lo posible por compactar todo y que pudiera llevar consigo el cuadro que había pintado para Yeri. No le parecía un regalo exagerado o que pudiera malinterpretarse, pero le hacía ilusión que Yeri conservara algo hecho por él mismo. Se sentiría cerca de ella de alguna forma, o más bien, ella podría sentirlo cerca a él.

Llegó el gran día y Cry se despertó muy temprano por la mañana para no tener que preocuparse por su apariencia otra vez frente a Yeri. Tomó una ducha y luego se vistió con la ropa más común que había podido encontrar en su armario antes de salir de Guadalajara, y es que, claro que no quería verse como si le preocupara tanto lo que ella pensara. Además, la cereza del pastel iba a ser su cabello y desde luego, su cutis perfecto que se había esforzado tanto por mantener bien para ese día.

Se miró al espejo y peinó su cabello, pero para su mala suerte, el cabello estaba demasiado largo como para peinarse adecuadamente. Soltó un largo suspiro y se fijó con cuidado en su apariencia.

No estaba tan mal tampoco... Mejor que el día que se conocieron sí estaba. Se perfumó y tan pronto como recibió un mensaje de Yeri, salió del hotel.

Se sentía muy tranquilo y le hacía ilusión que ésta vez vería a Yeri a solas, pues de esa forma quien dominaría la situación sería él. Ya sabía de qué forma mirarla para ponerla nerviosa, era pan comido.

Cuando llegó al edificio y entró al en vivo de Yeri, la vio recién maquillándose muy apurada. Eso le causó gracia y se sintió aún más tranquilo. Ese día sería SU día.

- Ábreme, estoy en el lobby

Cuando Yeri supo que Edward la había visto en esas condiciones, se sintió realmente avergonzada por alguna razón. No es que no le haya mostrado a miles de personas cómo lucía sin maquillaje, pero definitivamente no deseaba que precisamente él la viera de esa forma y en ese día.

CRYMUA | Tomatitos y otras formas de encontrar a tu destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora