Capítulo 32: Ariadna

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El agua tenía la temperatura ideal.

Los destellos y puntos de luz sobre nosotros eran hermosos, y le daban un toque especial a la situación.

Habíamos llegado a las diez a casa de Jaden, hacía ya media hora. Y estábamos bañándonos en ropa interior en la piscina que tenían en el jardín.

—Está empezando a hacer frío, ¿quieres que subamos? Mi madre debe estar en la cama ya.

Asentí con la cabeza y subí las escaleras para llegar al exterior.

—¿Puedo ducharme en tu baño?

—Claro, yo me ducharé en el de invitados.

Con las toallas que habíamos cogido al llegar envolviéndonos el cuerpo, entramos en casa.

——————————

Salí del cuarto de baño y me encontré a Jaden leyendo un libro en su cama.

Me había dejado una camiseta y unos bóxers para que pudiera dormir cómodamente. Me dijo que dejase el vestido y la ropa interior en la cesta de la ropa sucia, así que eso mismo hice.

Él llevaba puestos unos pantalones grises.

Cerré la puerta tras de mí y me tumbé a su lado. Ya me había secado el pelo con el secador que Laura me había dejado, por lo que no iba a mojar la cama.

Me puse las sábanas por encima para estar más cómoda.

—¿Quieres dormir ya? —me preguntó.

—No. ¿Podemos ver una serie o una peli?

Jaden colocó el separador entre las páginas del libro y lo cerró para dejarlo en la mesita de noche.

—¿Qué quieres ver?

Me encogí de hombros.

—No sé, cualquier cosa.

—¿Quieres que sigamos viendo Breaking Bad?

—Vale.

Jaden cogió el mando de la televisión y la encendió. En el catálogo de series, buscó Breaking Bad. Cuando la hubo encontrado, se empezó a reproducir el capítulo por el que nos habíamos quedado.

Me acomodé para poder verla bien.

Minutos después, quise sentir a mi novio más cerca de mí, así que me acerqué a él y puse mi pierna derecha encima de las suyas. Rodeé su cuerpo con mi brazo y él me agarró de la cintura. Comenzó a acariciarme la espalda.

Dejé de prestar atención a la televisión cuando me empezó a entrar sueño.

Cerré los ojos y le di un beso a Jaden en el cuello. Él me miró y procedió a hacer lo mismo en mi frente. Yo sonreí. Volví a abrir los ojos y coloqué mi mano en su rostro para traerlo hacia mí y poder besar sus labios. Sin embargo, besé toda su cara excepto esa parte.

—Te falta un sitio —dijo, sonriendo.

Fruncí el ceño, fingiendo confusión.

—¿Cuál?

Me estaba haciendo la tonta.

Se señaló los labios.

—Pero si ya los he besado.

Él negó.

—Sí.

—No.

—Bueno.

—Bueno, ¿qué?

Me encogí de hombros con una sonrisa tierna e inocente.

Rió.

Aunque no lo pidas (Deseos #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora