Capítulo 37: Ariadna

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Pronto empezarían las clases.

Después del mejor verano de mi vida, había llegado el peor momento.

Aquel que jamás quise que llegara.

Pero que ya estaba aquí.

Jaden y Caleb habían acabado el instituto, y a principios de septiembre comenzarían a estudiar en la universidad.

Por otro lado, a Chloe y a mí aún nos faltaba el último curso de la secundaria, por lo que debíamos quedarnos en Los Ángeles.

Al igual que sus padres y Heather, Jaden estudiaría en Harvard. En Massachusetts, la otra punta del país.

Caleb quería estudiar criminología en Canadá.

Había pasado los últimos días del verano en Munich, Alemania. Junto a Laura, Kelz, Heather, Perrie (su novia) y Jaden.

Mi relación con mi suegro, Kelz, había mejorado muchísimo. Al principio me intimidaba y él no quería que fuera de viaje con ellos. Sin embargo, los demás le hicieron razonar.

Si la novia de Heather iba, ¿por qué yo no podía?

Le costó entenderlo, pero acabó aceptando y pagando mi billete de ida y vuelta.

Estábamos en el aeropuerto. De ahí, Laura me acompañaría a California y, los demás, viajarían a Massachusetts.

Es decir: debía despedirme de Jaden.

—Ha sido un placer conocerte, Aria. Ya nos veremos más adelante.

—Lo mismo digo. Gracias por pagarme el viaje, Kelz.

—No hay de qué. Disculpa mi comportamiento contigo antes, ya sabes que... Bueno, ya lo sabes.

—Sí, no te preocupes. Lo entiendo.

Después de despedirme de mi suegro, Heather vino a mí para abrazarme.

—Ayyy. Te voy a echar de menos, Aria. Me ha encantado que vinieras con nosotros.

Sonreí, devolviéndole el abrazo.

—Yo también te voy a echar de menos, Heather.

Lo cierto era que apenas nos conocíamos, pero durante ese viaje vacacional habíamos pasado mucho tiempo juntas. Ya incluso se podría decir que nos habíamos acostumbrado a la compañía de la otra.

Ella, al igual que Kelz, me habían ayudado a mejorar mi nivel de alemán. Heather tenía un nivel intermedio. Kelz lo hablaba con fluidez. De hecho, su empresa tenía una sede en Munich, cuyo jefe era Björn Stein, un hombre alemán-español muy simpático que había tenido el placer de conocer. Yo, sin embargo, tenía una pequeña base del idioma. Todavía no podía entenderlo ni hablarlo, pero había cosas que sí sabía.

Me separé de Heather y Jaden apareció en mi campo de visión.

—Ay —dije, sintiendo ganas de llorar.

Sonrió con pena.

Se acercó a mí con las manos en los bolsillos.

—No quiero —salió de entre mis labios.

Se me escapó un sollozo y me tapé la boca.

—Está bien —dijo, abrazándome. —Está bien, amor.

Me dio un beso en la frente. Las lágrimas ya habían comenzado a brotar de mis ojos.

—No quiero, Jaden. No quiero.

Y me rompí.

—Yo tampoco, cariño. Pero lo superaremos, estoy seguro. Solo es un año. Hasta las próximas vacaciones.

—Pero todavía es agosto. Empiezas en septiembre, podemos estar juntos unas semanas más.

—Ariadna, estamos a seis días de empezar el mes. Ya queda muy poco para el inicio de curso.

—Pero... —continué llorando y él siguió abrazándome, cada vez con más fuerza.

Una voz indicó que Laura y yo debíamos coger el avión a California.

En ningún momento dejé de sollozar.

Cuando ya me hube calmado un poco, me separé de Jaden unos centímetros.

Sus ojos se habían cristalizado, estaban llenos de lágrimas a punto de salir. Y, a pesar de ello, sonrió. Y su sonrisa me hizo imitarle.

Con la mirada nos lo dijimos todo.

No debía llorar, porque él y yo siempre íbamos a estar juntos. No importaba la distancia.

Nos queríamos y confiábamos el uno en el otro.

Pero lo más importante era que habíamos aprendido a confiar en nosotros mismos.

Si yo antes solo me consideraba una chica insegura en un mundo lleno de estereotipos y normas, ahora era algo más.

Una chica que había superado sus miedos. Que, aunque aún le quedaba mucho por superar, ahora era capaz de comerse el mundo.

Pero había un problema, y ese era que se había acostumbrado tanto a la compañía de su novio, que ya no sabía cómo vivir sin él.

Así que ahora debía aprender algo más: a volver a estar sola.

Pero no a sentirse de esa forma, porque esa fase ya había acabado.

Tenía a Gabriel, Chloe, Caleb, Heather y Jaden.

Y, aunque la mayoría de ellos estuvieran en la otra punta del país (e incluso en Canadá), aún le quedaba Katrisse, aquella chica que había estado con ella y Chloe en la fiesta de solo chicas que hicieron.

Nos despedimos de nuevo y Laura y yo fuimos a coger el avión.

Durante el vuelo, soñé algo.

Yo era cantante y cantaba en un escenario frente a miles y miles de personas, sin sentir la ansiedad que tanto tiempo había estado acompañándome.

Cuando me desperté, una hora antes de aterrizar, entré en mi canal de YouTube y leí los comentarios de "La mariposa que aprende a volar" .

Al ver que a la mayoría de personas les había encantado, me propuse hacer de ese sueño una realidad.

Me iba a esforzar.

Había creado una canción, la había publicado y a la gente le había gustado.

Cada vez estaba más cerca de lograrlo.

No sabía con exactitud cuál era el siguiente paso, pero quise ponerme en contacto con la chica que me había ayudado a producir mi primera obra.

Al llegar a casa, le mandé un mensaje en inglés, pues ella era una mujer estadounidense que vivía en Los Ángeles.

Aria: "Hola Keyla, ¿cómo estás? Quería pedirte de nuevo tu ayuda para crear más canciones. Tengo varios poemas escritos en español. Les hago unos pequeños cambios y te los paso, ¿vale? Gracias por todo <3".

Keyla: "¡Hola, Aria! No hay problema, podemos hacer todas las canciones que quieras."

Y, a partir de ese momento, todo comenzó.

No tenía formación ni idea de la industria musical, pero estaba dispuesta a aprender lo necesario para poder vivir de mi voz.

Fue así como, con mucho esfuerzo, una discográfica me vio potencial. Me pidieron firmar un contrato.

Pasé días y noches indecisa.

¿Debía firmar con ellos?

¿O debía seguir creando mi música por mi cuenta?

¿Cuál era la mejor opción?

Aunque no lo pidas (Deseos #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora