Capítulo 22: Jaden

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Entendí por qué Aria jamás querría estar conmigo.

Porque no le gustaban los hombres.

Yo no le gustaba y jamás le iba a gustar.

Mi cara se volvió seria. Mis músculos se tensaron. Y mis brazos cayeron, poniéndose a cada lado de mi cuerpo.

Tragué saliva.

Y ella lo notó.

—O sea, también me gustan los chicos, pero... Prefiero las chicas.

Me relajé.

"Joder, qué susto. Pensé que me había enamorado de una lesbiana"

Un momento, yo no estaba enamorado.

No.

¿Verdad?

Y ella no era lesbiana.

—¿Eres bisexual?

—Supongo que eso es lo que significa que te gusten tanto hombres como mujeres.

Asentí lentamente con la cabeza.

—Y... ¿Te gusta alguien? —pregunté.

Muy discreto, Jaden.

—¿Por qué quieres saberlo? —dijo con el ceño fruncido.

Me encogí de hombros.

—No sé. Curiosidad.

Relajó las cejas y esbozó una sonrisa traviesa.

—¿Y a ti? ¿Te gusta alguien?

—Ahora mismo, no.

Arrugó la nariz: sabía que le estaba mintiendo.

—Vale —dijo al cabo de unos segundos.

Apretó los labios.

—Pues a mí sí. Me gusta alguien.

Me sorprendió que hubiese sido tan directa.

—¿Quién?

—Chloe Rodríguez.

Okay, aquello me sorprendió aún más.

—¿Cómo?

—Comiendo lomo, ¿no me oyes?

—¿Te gusta Chloe? ¿Nuestra Chloe?

Asintió.

—¿Sabes que ella es heterosexual?

—¿Quién dice que yo no puedo cambiarla?

—Eso solo pasa en la ficción, Ariadna Martínez.

—¿Y quién dice que jamás ha pasado en la vida real, Jaden Walter? ¿O que jamás pasará?

Esta vez fui yo quien arrugó la nariz.

—Es una broma, ¿verdad?

Soltó una carcajada.

—Has tardado, ¿eh? Qué lentito.

Chasqueé la lengua.

—No, ahora en serio. ¿Quién te gusta?

Se puso seria.

—Nadie —dijo.

Entrecerró los ojos. Estábamos de pie a un lado de la cama, muy juntos.

—Ya.

—Es verdad. No me gusta nadie.

—Ya.

—¡Jaden! ¡No te estoy mintiendo!

—Pues yo sí —se me escapó.

En el momento en el que escuché aquellas palabras salir de mis labios, me arrepentí.

La había cagado, ¿verdad?

—¿Qué?

No respondí. Si estuviéramos hablando por mensaje le habría dejado en visto hasta dentro de unas horas. O días. O semanas. O incluso meses. Hasta que estuviera preparado para confesarle lo que sentía.

Pero bueno, ya que la había metido hasta el fondo —sin segundas—, debía seguir.

—Que yo sí te he mentido.

—Jaden, no me gustan las mentiras. Sabes que tengo como un trauma con ellas.

—Ya, lo siento. —Bajé la cabeza. —Es que... A mí sí me gusta alguien.

La volví a mirar. Parecía desilusionada.

—Ah.

—Pero yo sé que a ella no le gusto.

—Joder.

—Así que no sé si decírselo.

—Qué putada.

—Sí.

—Ya.

—Bueno... Supongo que en algún momento se lo diré. Aunque creo que ya lo sabe.

Suspiró.

—No sé, Jaden. Yo es que de estas cosas no entiendo. Nunca le he gustado a nadie, ni le he dicho a alguien que me gusta. Siento no poder ayudarte.

—No te preocupes.

—Pero si quieres un consejo, yo te recomendaría que se lo dijeras. Es mejor arriesgarse que quedarse con el "¿qué hubiera pasado?".

—Lo que pasa es que... Me da miedo. ¿Sabes?

—¿Por lo de Jane? —asumió. Y estaba en lo cierto.

Lo que mi exnovia me hizo me afectó mucho.

Asentí, cabizbajo por la vergüenza que me daba hablar de ese tema.

—Ella... Me hizo mucho daño. Y, por culpa de lo que pasó, muchas veces pienso que nadie me querrá como ella me hizo creer que me quería.

Sus ojos marrones brillaban, pero aquel pensamiento que solía tener no me permitió verlos con dulzura.

Al contrario, me dolía verlos brillar.

Me dolía que no brillaban por mis logros, o los suyos propios, sino de pena.

Brillaban por pena.

—Lo siento mucho, Jaden. No sé cómo ayudarte, yo también suelo pensar mucho eso. Siento que nadie nunca me querrá, y eso que no he vivido ningún suceso traumático en relación al amor, solo lo de mi familia, pero aún así... No sé, solo creo que me quedaré sola toda la vida. Me convertiré en una vieja amargada amante de los gatos, que no podrá leer por culpa de su miopía.

Aquello último me hizo sonreír.

Aria a veces soltaba comentarios que me hacían gracia. Y esa era una de las cosas que más me gustaban de ella.

Su humor.

Su sonrisa.

Sus ojos y lo bien que le quedaban las gafas.

Que le gustase leer, como a mí.

Y que cantaba como los mismísimos ángeles.

Entre otras cosas.

—Estoy seguro de que algún día, alguien querrá crear un romance como el de los libros contigo. No tengo dudas de ello.

—Ojalá esa persona exista. Y ojalá esté cerca.

"La tienes justo delante" Quise decir. Sin embargo, en su lugar, dije:

—Ariadna, yo soy esa persona. Yo soy quien quiere que escribamos nuestra propia historia de amor.

**********

Buenasss.

¿Qué tal estamos?

Qué bonito ese final de capítulo, ¿no?

Bueno, nos vemos mañana. Un beso y un abrazo enorme.

-Alba

Aunque no lo pidas (Deseos #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora