Capítulo 4: Jaden

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Mamá todavía no había llegado de trabajar, y como papá y Heather estaban en Massachusetts, tenía la casa para mí solo.

Como de costumbre después de llegar del instituto, subí a mi habitación para coger un libro e irme al jardín a leer un rato. Escuchar a los pajaritos cantar y tener vistas a la piscina me relajaba mucho. Sin embargo, ese día no me apetecía mucho leer, así que tomé la decisión de ponerme a acabar el retrato realista de uno de mis actores favoritos.

Agarré el móvil, para poder poner un poco de música, e ignoré los mensajes que mis amigos estaban mandando por el grupo. Me pregunté si a Aria le gustaría estar. No tenía su número, mas sí su Instagram.

En ese instante, las ganas de dibujar se esfumaron y vinieron las ganas de saber de ella. ¿Qué estaría haciendo en este momento?

Abrí la aplicación y le mandé un par de mensajes.

Jaden: Holaa :D

Jaden: Q tal?

Estuve esperando su respuesta, que tardó unos minutos en llegar.

Aria: Hola. Bien, tú?

Jaden: Me alegroo :)

Jaden: Yo bien, también.

Jaden: Q haces?

Volvió a tardar unos minutos en contestar.

Aria: Ahora no puedo hablar, lo siento.

Pensé en preguntarle por qué, sin embargo, no quise molestarla.

Jaden: Ntp, hablamos más tarde :b

Durante la media hora que tardó mamá en llegar, no pude pensar en otra cosa que no fuera ella. ¿Le había pasado algo? ¿Y si no quería hablar conmigo?

La verdad era que Ariadna me atraía bastante, y no solo de forma física. Es decir, era muy guapa, pero había algo que me llamaba la atención.

Quería saber de ella, pero sin asustarla ni invadir su espacio personal.

Estaba seguro de que escondía algo.

Después del día en el que la conocimos, trató de evadirnos. Intenté varias veces hablarle, pero no lo conseguí. Siempre me evitaba. Hasta ayer, que volvió a acercarse a nosotros, pues algo le hizo cambiar de opinión.

Algo o... Alguien.

Disfrutaba mucho analizando a las personas. Su lenguaje corporal, su forma de hablar y el tono que utilizaban, las decisiones que tomaban... Me había tomado un tiempo para analizar a Aria, y había llegado a la conclusión de que estar con personas desconocidas le causaba cierto grado de ansiedad.

A ver, no era psicólogo —todavía—, pero me gustaba mucho ayudar a los demás, y tenía ganas de ayudarla a ella. No sabía cuál era la raíz de esa ansiedad, ni nada más, pero si quería ayudarla, debía hacerle entender que yo no era el enemigo.

Y para eso tenía que demostrárselo, no bastaba solo con decirlo.

—¡Ya estoy aquí!

Bajé las escaleras corriendo para llegar al salón. Mi casa era bastante grande y a veces teníamos que comunicarnos a través del móvil, pero esta vez escuché la voz de mi madre a la perfección.

—Hola, cariño. ¿Qué tal el día?

—Hola, mamá —respondí, dándole un abrazo. Ella lo recibió con gusto. —Todo bien, de momento.

—Me alegro mucho. ¿Has vuelto a ver a esa chica?

Sonreí.

—Sí, hoy nos ha preguntado si podía comer con nosotros. Le hemos dicho que sí, obviamente.

Aunque no lo pidas (Deseos #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora