Capítulo 8: Ariadna

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Antes de empezar a leer, quiero dedicarle el capítulo a una personita muy importante para mí, que me comenta en todos los capítulos. 

Quería dedicarte el capítulo del primer beso, más adelante, pero temo que te vayas antes de que eso ocurra, así que Aitanaxx_00, este capítulo es para ti. Quizá no sea  el mejor de la novela, pero espero que lo disfrutes ;)

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Capítulo 8: Ariadna

Recordé la sesión que tuvimos hace dos días, en la que le conté sobre él.

—Yo no lo considero un amigo. Ni a él, ni a Chloe, ni a Caleb. Es verdad que... Bueno, él sabe cosas que los demás no, como lo de que me traicionaron en el antiguo insti, pero... —Suspiré. —No sé. Simplemente no podemos tener una amistad.

—No podéis, ¿o no quieres?

Eso me había hecho reflexionar.

Intenté pensar en varios motivos por los que yo podía tener amigos. Se me ocurrió que...

Nada. No se me ocurrió nada.

En cambio, pensé en las razones por las que no podía.

Y siempre se me venía a la mente el mismo porqué.

Todos me fallaban alguna vez en la vida. Y para evitar que eso sucediera, lo mejor era evitar tener ese tipo de relaciones.

A pesar de que más de una vez me había encontrado en mi habitación, imaginando cómo se sentiría tener un grupo de amigos. Lo más cercano a eso que había tenido eran Liz, Valerie y Arizona, las chicas que se quisieron acercar a mí para luego traicionarme en mi antiguo instituto.

Se aprovecharon de las ganas que tenía de conocer gente, fingieron ser mis amigas, y luego esparcieron por todo el centro esos datos sobre mí.

Datos de los que me avergonzaba.

Por ellas.

Y por mi familia.

En especial uno.

Aquel dato... Aquella información que arruinó a mi familia, hacía ya casi dos años, en aquella cena familiar navideña.

Lo que hizo que nos dividiéramos.

Lo que hizo que me mudara a los quince años a otro país.

Porque me querían lejos.

A mí y a mi padre, porque por su culpa y la de mi madre nací yo.

La oveja negra de la familia.

La persona que, a partir de los catorce, solo trajo desgracias.

La persona a la que separaron de sus primas pequeñas, las cuales la adoraban, y ahora llevaba años sin saber nada de ellas.

Las pequeñas Siara y Nora, de actualmente seis y cuatro años, no entendían por qué su madre no las dejaba acercarse a su prima favorita.

Les dolía no poder jugar con ella.

Pero más me dolía a mí el motivo por el cual me prohibieron verlas.

Siempre me preguntaba, ¿cómo estarían? ¿Qué estarían haciendo en ese momento? ¿Cómo le iría a Siara en su primer año en primaria? ¿Y a Nora en parvulario? ¿Tendrían algún grupo de amigos? Esperaba que sí, porque yo quería lo mejor para ellas.

Era curioso cómo deseaba que la gente que quería tuviera personas a su alrededor en quienes confiar, pero luego, cuando se trataba de mí, me negaba a aceptar que algo como tal sucediera.

Aunque no lo pidas (Deseos #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora