Ya era diciembre y, como mamá me había prometido, hoy venía a Los Ángeles.
A pesar de que aún teníamos clase, pues apenas comenzábamos el mes, ella me había prometido que estaría en el parque cerca de mi casa al yo salir del instituto.
Mamá no tenía lugar donde quedarse estos días, así que nos pidió quedarse en casa. Sin embargo, estaba papá.
Y no era plan que supiera que su ex estaba aquí.
Jamás se casaron, pero estuvieron muchos años juntos y, por culpa de que papá le fue infiel, mamá comenzó a juntarse con gente desagradable, que la condujeron a caer en las drogas.
Mamá ha tenido varias parejas desde que lo dejó con mi padre. Todas seguían la misma línea: drogadictos, alcohólicos, abusivos, machistas...
No obstante las veces que vi a mamá fumar marihuana en casa, o meterse rayas de cocaína, yo la seguía queriendo un montón.
Ella, junto a la abuela y Gabriel, fueron las únicas personas que mostraron su apoyo cuando mi familia, por parte de padre, se separó.
Por mi culpa.
Porque era una mujer a la que le gustaban las mujeres.
Intenté decir muchas veces que también me gustaban los hombres, pero en sus cabezas solo cabía las palabras "invertida", "lesbiana" y "enferma".
Ahí fue cuando me llevaron a terapia por primera vez.
Mi primera psicóloga se negó a tratarme, pues no había un motivo aparente, pero cuando yo le conté —estando a solas— lo que ocurría con mi madre, entonces la cosa cambió.
Le relaté los sucesos traumáticos y desagradables que había vivido mi yo de ocho años —mis padres se separaron cuando yo cumplí los cinco—.
Recuerdo a la perfección aquella vez que, una de sus parejas, me ofreció diez euros a cambio de un beso.
A pesar de que quería el dinero, no lo hice.
Porque se empieza por un beso y se acaba con algo mucho peor.
Era una niña.
Ahí fue cuando comencé a alejarme de ella.
Hasta que, seis años después, necesité su ayuda.
Mi familia me odiaba.
Me quería lejos.
Tan lejos, que no me querían ni en el mismo continente.
Empezaron a odiar también a mi padre, por haberme traído al mundo con ayuda de mi madre.
Y él comenzó a odiarme a mí también, porque por mi culpa había perdido lo que más quería en el mundo: su familia.
Dejaron de tenerme en cuenta a la hora de comer —no me ponían ni plato, vaso, ni cubiertos—. En celebraciones importantes como lo era mi cumpleaños o Navidad.
Yo no existía para ellos.
Recordé, también, aquella vez que Siara y Nora vinieron a ver a la abuela —madre de mi padre, con quienes vivía—. Yo me alegré porque por fin veía a quienes sí me querían de verdad. Incondicionalmente.
Me acerqué a Siara, de cuatro años, y le pregunté cómo estaba.
No me respondió.
Me ignoró hasta que le pregunté a qué quería jugar.
—Mi madre dice que no puedo jugar contigo porque me vas a contagiar tu enfermedad —me respondió, con inocencia en su voz.
Estuve toda la tarde llorando en mi cuarto.
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Aunque no lo pidas (Deseos #1)
Roman d'amour«Quiero ser la melodía de las canciones que cantas. Las zonas iluminadas de un retrato en blanco y negro. Quiero que seamos los protagonistas de nuestra propia novela romántica.» Bilogía Deseos COMPLETA Alba Navarro