3.-Cuenta la leyenda...

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―De acuerdo ―respondió Ximena sintiéndose confundida, pero no hizo preguntas.

En ése momento le pareció tonto tomar café cuando hacía un poco de calor, además de que el local no tenía aire acondicionado. Estas en un pueblito, que esperabas. La regañó su subconsciente.

―Trabajo aquí desde los quince años, bueno, no tenía mucho que hacer. O sea y aquí tampoco, pero está bien para mí ―narró Cielo preparando el café―. Como vez, solo el señor Carlos está aquí todas las mañanas. Los demás vienen de vez en cuando.

Ximena echó un vistazo al mencionado señor Carlos, era un adulto de mediana edad que tomaba café con la mirada perdida, absorto en sus pensamientos. La barba blanca adornaba su cara, daba el aspecto de nunca haber sido cortada.

Regresó la vista a la chica, quién la observaba sonriente sentada frente a ella.

―¿De dónde vienes tú?, ¿te quedarás mucho?, ¿ya te hospedaste en el hotel?, ¿cómo te llamas? ―cuestionó curiosa y emocionada.

―Digamos que me termino el café  y me voy ―se limitó a decir, viendo la tasa frente a ella.

La sonrisa de Cielo se apagó un momento, pero pronto se recuperó.

―Entonces aprovechemos el tiempo ―propuso la chica y Ximena levanto una ceja.

―¿Cómo? ―se arriesgó a preguntar.

―Platicando, obvio. Cuéntame de dónde vienes, como es ése lugar, a donde vas. No sé, cuéntame cosas.

Ximena la miro de nuevo y dejó escapar el aire de sus pulmones con cierta frustración. Tomó la tasa de café y bebió un poco, mientras pensaba que inventar. La chica no le agradaba, hablaba demasiado. Y no quería portarse hipócrita.

―Vengo de muy lejos y voy un lugar que lo está aún más —dijo al fin, se trataba de la única verdad que estaba dispuesta a contarle.

Tomó dos tragos de su café y sintió como le quemaba la garganta, sin embargo no demostró señas de dolor.

―¿Vienes sola? ―era lo más corto que Cielo había preguntado y eso le agradó más a Ximena.

―Si.

―Deberías quedarte, este lugar puede parecerte interesante aunque también te puede intimidar. ―El rostro de Cielo se volvió sereno y su voz más tranquila.

―No creo quedarme ―negó Ximena con más sutileza, agradecida por el breve cambio de actitud de la chica e ignorando el tono de misterio que le daba a sus palabras―, pero gracias.

―¿Te gustan las cosas dulces o saladas? ―Cielo se puso de pie y caminó al mostrador mientras hablaba.

―Dulces ―aceptó Ximena.

Cielo se acercó a un congelador horizontal y sacó algo.Regresó con su invitada para colocar frente a ella un trozo de pastel.

―Es un pan especial de Depstor, cuenta la leyenda que quién lo prueba una vez siempre regresa  ―dijo con una sonrisa dulce, sus ojos se movían con suavidad mientras hablaba y sus gestos se volvieron sutiles―, es lo más rico que puedes encontrar aquí y solo podemos probarlo una vez por día. Te doy mi pedazo, te va a gustar, pruébalo.

Ximena no supo cómo reaccionar ante las palabras de la rubia, miró el trozo de pastel; su color era café oscuro y era una porción pequeña.

―Es tuya, no debes dármela. No es necesario ―dudó.

―Quiero que la pruebes, además tal vez la leyenda sea cierta y así te volveré a ver.

Una parte de ella desconfió de sus palabras; ¿por qué un desconocido le insistía en que comiera algo que no había pagado? Si se tratara de un señor, lo negaría de inmediato. Pero el aspecto de Cielo lucía tan inocente que... No,  también le causaba desconfianza. Las apariencias siempre la habían engañado.

Necesito irmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora