22. Visita a la cuidad

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A la mañana siguiente Irene los despertó a todos con gran entusiasmo y energía. Sin darles tiempo a despertar totalmente compró el desayuno y técnicamente los llevó arrastrando al tren.

En el caos, a Ximena casi se le olvidan sus cosas ―las velas aromáticas, su libro, artículos personales― pero aún con la maleta hecha un desorden, logró llegar a tiempo al tren en compañía de sus amigos.

―Lo lamento weón ―le dijo a Irene a Damián, al que había sentado a su lado con un tosco movimiento―, lo mismo para el resto ―elevó la voz― hay algunos cambios. La fiesta de halloween tendrá lugar esta misma noche por lo que las paradas del chepe se han suspendido. En unas horas llegaremos a nuestro destino y ahí mismo compraremos los disfraces. Conozco un sitio perfecto. ¡Esta wea es la mamada, culiaos! ―añadió eufórica.

Ximena no pudo evitar sonreír, pese a que la idea de que Damián se sentara con Irene no le hacía mucha gracia. Se sentó con Cielo, pues a pesar de haber emprendido juntos el viaje, no había tenido oportunidad de conversar con ella.

―Hola Xime ―saludó la rubia, cuya aura no desprendía tanta energía como la de Irene―, te estuve buscando anoche ―Ximena se sonrojó. Cielo continuó hablando―, al parecer te acostaste temprano. Quiero contarte algo.

―Claro, ah―vaciló―, dime.

―Como ya debes saberlo ―comenzó justo cuando el tren reiniciaba su viaje, Cielo desvió la vista a la ventana―, Hendrick me gusta... desde siempre.

―Ah, sí... ―murmuró Ximena, sintiéndose incómoda― tú lo besaste.

―Pero él tiene algo ―continuó Cielo como si no hubiera escuchado a Ximena. Enfocó la mirada en su compañera, mirándola como nunca antes lo había hecho―, creo que le gustas tú.

Ximena intentó mantener el contacto visual pero el recuerdo del beso con Hendrick terminó evitándolo.

―Yo no le gusto ―contradijo―, solo me toma por novedad ―sus palabras sonaron más amargas y resentidas de lo que se había propuesto, por lo que intentó arreglarlo―: es un idiota ―lo empeoró―, no, lo que quiero decir es que, es un buen tipo pero... Bueno, el punto es que no le gusto.

Cielo casi sonrió.

―No es un idiota ―lo defendió―, pero creo que tienes razón. Además tu eres mi amiga, nunca te fijarías en él. La idiota soy yo ―se sonrojó y sonrió tímidamente―, lo siento Xime.

Ximena asintió, nuevamente incómoda. Se preguntó si debería contarle sobre Damián, sin embargo hacía tanto tiempo que no "hablaba de chicos, con chicas" que no supo muy bien como entablar esa conversación.

―Por cierto. Ayer, hum. Damián y yo... ―vaciló, desvió la mirada y exhaló despacio antes de aceptarlo en voz alta― Damián me encanta.

Cielo descompuso su sonrisa, por una fracción de segundo se tornó tensa y un instante después esbozó su característica sonrisa radiante. Abrazó a Ximena.

―¡Que bonito, Xime! Mi mejor amigo es un chico hermoso ―concedió orgullosa―, ustedes son amigos y a Dami tal vez le cueste poquito dejar de verte como amiga pero... ¡Serían tan linda pareja! si quieres puedo hablar con él y...

―No, no, Cielo ―espetó Ximena―, quiero decir que él y yo estamos juntos... Desde anoche.

Cielo se detuvo en seco y trago saliva. Tras unos segundos de incredulidad finalmente Cielo respondió.

Necesito irmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora