Capítulo 60: Nada puede malir sal

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Mi cerebro gritaba peligro, pero todas mis extremidades aún temblaban, lo primero que hice fue buscar a Gwen con la mirada, que aún no lograba incorporarse del suelo. No sabía qué hizo esa mujer que logró que nuestro sentido arácnido dejara de funcionar por un momento.

Ella estaba sola, pero elevada del suelo, apoyada sobre piernas metálicas y otros brazos metálicos que se habían encargado de dejarnos sin salida aparente.

Estaba a punto de mirar a Gwen para pedirle ayuda cuando algo me sujetó del muslo en un movimiento rápido y agresivo. Quedé boca abajo por un par de segundos mientras a la vez forcejeaba por abrir esas pinzas que parecían funcionar como otro par de brazos. Sentí el metal cortar mi muslo como un anillo, pero no tenía tiempo suficiente para quedarme en el suelo a llorar. Claro que me lo habría replanteado de no ser porque no quiero quedar mal frente a Gwen.

El siguiente golpe de un brazo se dirigió a Gwen, a quien no se le dificultó ni un poco el salir ilesa.

—¿De dónde salieron dos?

—Estás viendo doble. —Luego de decir eso brinqué hasta pegarme al techo, lugar que pronto recibió otro golpe poco después de que me alejara de ahí. Los escombros cayeron al suelo, seguidos de varios matraz que se quebraron en cuanto impactaron contra el suelo. ¿Hacía falta aclarar que acaba de perforar el techo?

—¿Te crees graciosa? Ven y quítate la máscara. —Otro golpe que terminó pulverizando un estante de cristal.

—Lo soy. —El aliento escapaba de mis pulmones con más facilidad que con la que entraba.

Gwen me dedicó una mirada que me parecía saber lo que decía, una mirada de complicidad que acababa de trazar todo un plan de salida.

—Ahora. —Murmuró.

De un momento a otro Olivia tenía las piernas metálicas sujetas al suelo por la telaraña y usamos el espacio entre ellas para salir al pasillo.

—¿Y ahora?

—¡Corres!

—¡No me parece un plan muy heróico. —Admití mientras la perseguía.

Me frenó el sentido de peligro, antes de terminar de cruzar todo el pasillo. Eché un vistazo a mi espalda, no nos seguía. Había hecho trizas la pared a la que sus piernas habían quedado pegadas. ¿Cuánta fuerza pueden tener dos trozos de metal?

—¿Qué puedo hacer con él? —Su brazo metálico salió a la luz, sosteniendo al hombre de hace rato por el cuello. Tenía ese tono de burla en la voz. —Tal vez... —El hombre despertó por la desesperación de no poder respirar.

Quise acercarme pero una mano me detuvo.

La mujer hizo más fuerte su agarre, desde aquí podía escuchar el filo metálico haciendo un corte limpio en su cuello. ¿Sería capaz de...? No quiero averiguarlo.

Mi cuerpo reaccionó antes de que Gwen o yo pudiéramos notarlo en realidad. Tal vez ella tendría que mejorar su traje aún, porque solo me bastó atar sus piernas metálicas juntas para que cayera al suelo. El mismo impacto fue lo que hizo que lo soltara.

Una alarma se encendió junto a las luces del pasillo.

—¡Vámonos! —Algo me sujetó de la cintura y me arrastró hasta la salida.

El edificio ya se había iluminado por completo, los ascensores funcionaban y todas las entradas o salidas estaban bloqueadas.

Revisábamos en cada piso en el que las escaleras de emergencia tenían una salida, y en todas podíamos escuchar guardias, y ver cómo bloqueaban cada posible escapatoria.

Spider-Woman: Across Our Hearts ৷ Gwen StacyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora