POR EL SUELO

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Rose estaba en un gran dilema. Había sentido una cierta cantidad de celos al ver a Coriolanus Snow prestando demasiada atención a Lucy Gray que la estaba poniendo toda loca. No era la culpa de la chica, pero tampoco debía de ponerse así de frenética. Rose era una pequeña alimaña pegada a su espalda por ser amiga de Tigris, solo le hablaba por ella y ese era todo lo que pasaba y podría haber entre ellos dos.

Por otro lado, él era atractivo y era normal que alguien se fijara en él. Sentir atracción está bien, no es como sí quisiera casarse con él.

Él, él, ¡él! Coriolanus Snow le destroza los pensamientos y la distrae de lo que realmente debería de pensar. Wovey, su tributo.

Pensaba en un plan mientras se quitaba la ropa y se cambiaba con un camisón para dormir. Era tan solo una niña, y no había puesto atención en los demás tributos, las únicas que recordaba eran Wovey y Lucy.

Suspiro al ver su cama. Era grande y con un hoyo en una esquina, aunque las cobijas son calientes, nunca moriría de frío en esa cama.

Sonríe mientras voltea a ver la ventana y nota las flores de la enredadera. Recordó de inmediato lo que su madre y sus manualidades. Cortó unas flores y comenzó a manipular las ramas. Trabajo en ella la mitad de la noche y la otra mitad solo se la paso pensando en todo lo que estaba pasando.

La mañana siguiente, Rose corrió de forma rápida y poca elegante, sus pocas horas de sueño le hicieron mal, estaba segura que llegaría tarde, aún así, al parecer su carrera a la estación fue provechosa, ya que al llegar el tren no estaba, pero si estaba Corio. Vestido de los colores de la academia voltea para verla, había escuchado el sonido de sus zapatos desgastados. A ella no le daba miedo ponerse algo viejo, situación contraria a la de él.

—¿Qué haces aquí?—le pregunta Corio con cierta confusión.

—Buenos días también me da mucho gusto verte—le dijo Rose sonriendo con el mentón alto.

—Sigues sin responderme.

—Parece que tuvimos la misma idea. Quiero conocer a mi tributo, le traje...—dice Rose levantando la corona de flores que hizo esa misma madrugada.—Las flores de mi tía tardan mucho en marchitarse y quería darle un gesto amable, aunque me van a quemar las palmas por robarlas.

—Rose, Rose... ¿Cuando aprenderás que robar es malo?—le dice Corio viéndola sonreír.

—Las enredaderas caen sobre mi ventana, están en mi propiedad, así que prácticamente, no es robar—le responde volteando a verlo.

—No hablaba de las flores—dice Corio volteando de nuevo a las vías del tren.

—No quiero el premio, si tu lo quieres—contesta Rose viendo a la misma dirección.

—¿Se supone que tengo que decir gracias?

—Di lo que quieras, encontraré la manera de sobrevivir sin el premio, yo no cargo en la espalda un apellido tan prestigioso—le dice Rose ganándose su mirada. 

—Si el apellido Zsasz no fuera influyente no estarías en la academia—le dice Corio y Rose contiene la risa.

—¿Te recuerdo quien es la que controla mis finanzas?—le pregunto con ironía. —De los dos, lo necesitas más que yo. Si llego a ganarlo, será todo tuyo.

—¿Y tú qué harías?—le pregunta y Rose se encoge de hombros como respuesta.

Rose voltea sonriéndole a Corio. Tenía una expresión extraña en su rostro, como si no pudiera creer lo que estaba diciendo, muchas de las veces que la miraba sabía que se estaba esforzando, ya que no era una persona agradable de ver o admirar. En ese segundo la veía como si no hubiese otra cosa que quisiera ver además de ella. Suspira con pesadez y vuelve a desviar la mirada, los ojos de Corio eran intensos y difíciles de mantener en contacto visual.

LAS ESPINAS EN LAS ROSAS | Coriolanus SnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora