LA SUERTE

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Las heridas de Rose fueron atendidas, ya no era necesario que se quedara en el hospital, y era el mismo caso para Clemmie. La dieron de alta casi a las 5 de la mañana de los juegos. Llego a casa con una eterna incertidumbre. Su tía Margrii estaba sentada en donde siempre y viéndola con la misma expresión de todos los días...

—Sigues con vida—dice Margrii.

Rose suspiró y se encamina para ir a su habitación y cambiarse de ropa, la academia le había mandado un uniforme nuevo que repondría el destruido por la explosión de la arena, pero Margrii no estaba lista para dejarla ir.

—¿Qué hiciste?—Rose no entendió la pregunta de su tía. Esta se gira un poco para verla que tenía una mala mirada. —¿Qué mierda le hiciste al chico Snow?

—No entiendo lo que dices...

—¡Coriolanus Snow!—gritó poniéndose de pie. Rose estaba asustada... —¡Desesperado por verte, fingiendo ser tu novio! ¿Qué pretendes, bastarda?

—No pretendo nada, tía. No sé de qué me hablas—Junto cuando Rose le dice eso, Margrii le agarra el hombro herido haciendo que Rose se queje enseguida. —¡Tía, sea razonable! ¿Qué querría Coriolanus de mi?

—¡Eso mismo me pregunto yo, Rosalyn! ¿¡Qué carajos querría de ti?!—le pregunta presionando más su hombro. —Eres una aberración, un ser estúpido vestida de basura. Coriolanus Snow solo te tiene eterna lastima, niña sucia.

—¡Déjame en paz!—gritó Rose alejando agresivamente la mano de la tía Margrii de su hombro para después echarse a correr a su habitación con los pasos de Margrii detrás de ella gritando "mal agradecida" "Bastarda" "eres un peso muerto en mi falda" que era una tortura.

Se encerró en su habitación llorando mientras se recargaba en la puerta para impedir que entrara.

—¡Déjame ya! ¡Llegaré tarde!—con ese grito, Margrii dio un último golpe y el ambiente por fin se volvió quieto.

Llorando levanta la mirada dándose cuenta que su habitación estaba destruida, las flores en su ventana habían sido cortadas y su ropa estaba rota. Margrii le había destruido todas sus cosas... Rompió en llanto, no creía tener las fuerzas para ir a los juegos y apoyar a su tributo.

Camino lento arrastrando los pies hasta la silla frente a su tocados. Veía todos los retazos de tela rasgados. No le quedaba nada más que el nuevo uniforme que le había dado la academia.

No entendía porque Margrii la odiaba tanto.

Con la poca energía que le quedaba, se dio un baño rápido y se puso su uniforme. Cuando llegó a su tocador cuyo espejo estaba roto noto que incluso su cepillo estaba roto. Lo tomó como pudo y procedió a desenredarse el cabello de a poco. Con cada vez que pasaba el cepillo en su cabello el nudo en su garganta se enredaba más. No se sentía con ganas de peinarse o maquillarse. Era una chica horrible con cara de muerto. Antes de irse recordó que tenía un cajón que ni siquiera Margrii podía abrir, ya que tenía un truco para poder abrirse. Golpeó a un lado del tocador y el cajón se abrió. Ahí había un par de cosas que le servirían a Clemmie.

Se fue de la casa con los malos comentarios de su tía en su nuca. Solo cuando salió Margrii dejó de gritarle. No vio  atrás en todo el camino, solo siguió adelante hasta el lugar donde se llevarían a cabo los juegos.

Antes de entrar vio el recinto con cansancio. ¿Estaba lista para lo que vería? Recordó lo que había pasado en su casa y se dio cuenta de que de hecho lo estaba. A dos escalones escuchó una voz conocida. Era Clemmie.

—¿Por qué tan apagada?—le pregunta tomándola del brazo para que entraran juntas. Llevaba una camiseta de cuello alto que disimulaban sus escamas del cuello, y mientras que las manos, las mangas podrían levantarse.

LAS ESPINAS EN LAS ROSAS | Coriolanus SnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora