SOSPECHA

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Rose sabía la clase de trabajo que tenían los Agentes de la Paz, sabía que podrían verse seguido y aún así, Coryo encontraba la forma de entrar al cuerpo médico, era evidente que las heridas que mostraba para que Rose las curara eran hechas a propósito.

—¿Nadie se preguntó cómo es que tienes una cortada en el hombro?—le pregunta Rose, este solo sonríe inclinando a un lado la cabeza. —Pensé que te estabas haciendo de una buena reputación, ¿Cómo es que el gran Coriolanus Snow termina en la enfermería cada semana?

—Todo el mundo sabe por qué vengo, no se cuestionan mis habilidades—responde Coryo sonriéndole viéndola limpiarle la sangre del hombro en frente de él.

—Es poco profunda y no necesita puntos... Estarás bien en un par de días sin riesgo a desangrarte si te esfuerzas—Rose con su dedo índice le toca el mentón para que le prestara atención. —Es demasiado evidente que tú lo hiciste...—comenta Rose señalando la cortada.

—¿Desde cuando me conoces tanto?—le pregunta Coryo tomando la mano con la que Rose apuntaba su herida.

—Desde que destruiste el espejo de tu abuela y le dijiste que fui yo—respondió Rose. Ambos se sueltan de las manos para que siguiera trabajando.

—Ya me disculpe por eso hace años, ¿no?—pregunta Coryo viéndola poniendo medicamento en la herida.

—Recuerdo que me dijiste algo sobre eso... Fue más un: Abuelatris te adora y no te hará nada... Más que un: Lo siento Rose...

Coryo toma del brazo y la hace acercarse mucho a él, estaban a unos centímetros minúsculos de distancia.

Lo siento, Rose—le dice susurrando imitando a Rose.

—Cuando las disculpas sean sinceras, te perdonaré—respondió Rose para acercarse más.

Coryo cerró sintiendo la cercanía de Rose, esa sensación lo hace sentir calor en el rostro, pero su rostro pasa de él y se concentra en la herida que tenía en su hombro.

—¿Has visto a Lucy Gray?

Su pregunta consterna a Coryo, preocupado ve a Rose que sin ningún ademán de incomodidad deja las gazas en la mesa metálica. Rose sonrió al ver la cara de preocupación del chico.

—Entonces la viste...

—No.

—Cory, estamos en el distrito 12, no puedo creer que no la hayas visto ni una sola vez... De los nosotros dos, tú eres el que sale más—le dice Rose tomando la venda para proceder a vendar el hombro.

—Una vez...—responde Coryo en en voz baja.

—¿Ves? No tienes que mentirme... ¿Y cómo está?—le pregunta.

—Viva—responde Coryo simple haciendo reír a Rose. Eso relajó a Coryo contagiándose de su confianza. —Lo está, ¿qué quieres que te diga?

—No lo sé, ¿feliz? ¿Saludable?—responde terminando de ponerle la venda. —¿Traumatizada?

—Creí que Lucy Gray no es del tipo que se trauma...

—¿Eso crees?—le preguntó Rose sonriéndole.

—La vi en buen estado—responde.

—No me imagino cómo se la está pasando... estuvo en los juegos, entretuvo a mucha gente y solo la metieron en un tren y se olvidaron de ella. Vivió un hecho traumático. Me gustaría verla y preguntarle si en verdad está bien—dice Rose sonriendo con pesadez, el tema la ponía nerviosa.

—Nosotros también hemos vivido hechos traumáticos—le dice Coryo. Rose solo agachó la mirada un segundo meditando lo que había dicho. —Y creo que nadie pregunto por nosotros...

—¿Quién lo haría?—le pregunta Rose haciendo que los ojos de Coryo se pusieran a analizar el rostro de la chica.

—Todo el mundo—dice Coryo tomando una de las manos de Rose. —Todo el mundo debió preguntar... Si realmente estabas bien.

—Todos la pasamos mal después de la guerra—le dice Rose mientras voltea para tomar la camiseta de Coryo y mostrársela en frente de él. —No me extraña que les importara muy poco una huérfana con apellido prestigioso y madre caza hombres...

—Tu madre era famosa—le dice Coryo tomando la camiseta y proceder a ponerse de pie.

—Le robó el papel a su hermana para serlo—comenta Rose viendo cómo Coryo se ponía la camiseta. —También le robó un par de cosas.

—¿qué cosas?—esa pregunta paralizo a Rose.

¿Qué iba a decir? "Mi madre enamoró el hombre del que su hermana estaba enamorada"
No estaba segura de revelar esa información, era algo impactante.
Negó con la cabeza y sonrió como respuesta.

—¿No me vas a decir?—le pregunta y Rose niega de nuevo. —¿En serio me dejarás con la duda?

—No necesitas saber eso. Me gusta verte temblar de curiosidad ante los enigmas de mi apellido—contesta Rose divertida. —, además... No quiero hablar de eso.

—Y lo respeto—responde poniendo una de sus manos en el pecho. Coryo toma de uno de los extremos del mandil de Rose para acercarla con él.

—Coriolanus Snow... tengo que volver a trabajar—le dice, Coryo la suelta sin problema, era respetuoso en ese aspecto. —En un par de horas llegarán más voluntarias, así que... Este consultorio ya no será solo mío y de Constance.

—Hay una buena noticia en eso, ¿verdad?—le pregunta Coryo viendo la emoción en la mirada de Rose.

—Me dieron el fin de semana libre—le dice Rose dando unos pequeños saltitos. —Podremos ir a algún lugar, Constance dice que frecuentan el Quemador, podríamos...

—No—La interrumpe Coryo fijo en Rose, este había borrado por completo su sonrisa. Esta estaba confundida pero no cambió su expresión.

—¿No?

—No me gusta ese lugar, podríamos ir a cualquier otra parte—este la toma de las manos dando un pequeño y sutil movimiento mientras recupera su sonrisa. —, o sí... Sí te parece bien, podría fingir estar enfermo y quedarme aquí.

Rose desde que llegó no había salido del Cuerpo Médico de los Agentes de la Paz, siempre se quedaba a estudiar medicina, o a hacer cualquier otra cosa. Coryo era el que tenía que ir al consultorio si quería verla. Rose solo asintió un poco, pero no estaba confundida, lo hacía en el Capitolio, no era extraño que lo hiciera en el Distrito Doce.

—Está bien—dice Rose.

Con ello, Coryo se acerca un poco y le da un beso en la mejilla como despedida. Rose solo se le queda viendo mientras camina por el pasillo y se va del Hospital. Sabía que la estaba escondiendo, pero no sabía de quién.

En el pasado sabía que solo hubiera agachado la cabeza y caminando a otra parte lejos de la vista de todos, pero no estaban en el Capitolio y ella ya no tenía que cuidar la apariencia de nadie. Si estaban en el lodo iban a mancharse. Sonrió un poco antes de entrar de nuevo a la habitación privada de observación. Ella no iba a quedarse en su día libre solo porque él se lo pidió, iba a salir.

LAS ESPINAS EN LAS ROSAS | Coriolanus SnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora