ARMÓNICO

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NOCHE

No quería volver a casa, pero estaba sucia... tuvo que volver a pesar de que Coryo la invitó a su casa, esta desistió y fue a casa con su tía.

Con nervios y totalmente tensa camina a hurtadillas por el departamento hasta que se da cuenta que su tía Margrii estaba dormida en su habitación. De forma rápida va al llavero y toma las llaves de toda la casa esforzándose para no hacer ruido. Despacio va a la puerta abierta de la habitación, antes de cerrarla ve la llave de la alacena, la roba con sigilo y sin hacer ruido la cierra la puerta con llave por fuera. No quería soportar a la tía en ese momento de trauma. Además, no era la primera vez que lo hacía, siempre que quería estar tranquila lo hacía.

Ya estaba segura, ya había enjaulado a la bestia... Ahora, su casa estaba sola. Ese silencio la ponía tranquila, pero a la vez hacía que tuviera ganas de llorar. Se quitó la ropa con libertad, la puso en la lavadora sin miedo de que su tía le gritara por usar sus cosas, en ropa interior se quita los listones del cabello y los deja caer al suelo de camino a su habitación. Pasó y vio el desastre que había dejado esa mañana, se dio cuenta que ya no le importaba, habían más cosas de las que preocuparse. Fue al baño para limpiarse, mientras el agua recorría su cuerpo pasó sus dedos suavemente por la sutura de su abdomen, una parte se sentía horrible, la otra era una hermosa costura. No era buena para eso, necesitaba practicar.

Se cubrió con su toalla y cuando fue a buscar ropa interior se dio cuenta de que eso también estaba destrozado. Sacó una caja debajo de la cama y también estaban destrozados.

A Rose no le gustaba odiar, pero su tía estaba llegando a un punto sin retorno. Siempre se dijo que no debía odiar a su familia, eran... familia, su sangre. Margrii era demasiado cruel con ella.

Tomó algunos trozos y con su caja de costura, una de las pocas cosas intactas comenzó a coser al menos unas bragas, las cosió a mano, podría no ser buena para coser piel, pero era excelente con la tela. Cuando tenía bragas relativamente nuevas, recordó que tenía un baúl con la ropa de su madre escondidos en el ático. Subió las escaleras para entrar al ártico, no se atrevía a ir más arriba, ahí se encontraba el invernadero de flores de su tía.

Había muchas cosas, entre ellas varios maniquíes, tres o cuatro baúles de los que desconocía, y un espejo de cuerpo completo, hermoso de marco caoba. Vio su cuerpo desnudo en el, estaba flaca, con varios moretones en las piernas y brazos, el rasguño de su abdomen hizo su piel rojiza alrededor. Su hombro estaba ya mejor que  cuando estaba en el hospital. Odiaba esos juegos, odiaba esa temporada.

Sin más giró y encontró el baúl que tenía en la mente cuando subió a ese lugar. De cuero rojo y correas café. Abrirlo fue fácil, quedó encantada de lo bien conservadas que estaban las cosas. Tomó una bata fucsia de terciopelo, de una tela pesada y con caída con la que se cubrió con ella, ya no estaría desnuda mientras esperaba que la lavadora terminara de limpiar su ropa. Siguió viendo la ropa de su madre dando cuenta que tenía una extraña afición por el terciopelo. Encontró varias cosas que le gustaban, como zapatos bordados, mascadas de distintos colores y cuando estaba en su momento de relajación total escucha que alguien toca la puerta. Se asustó de pensar que era su tía, que había hecho mucho ruido y eso la despertó, furiosa porque la dejó encerrada.

Dejó la ropa donde estaba y bajó rápidamente. Espero un segundo para escuchar de nuevo los golpes en la puerta. Se sorprendió que los golpes no eran de la puerta de su tía, sino de la puerta de entrada.

Confundida y algo nerviosa arregló su bata y ajustó sus zapatos para ir a abrir la puerta. Solo abrió un poco y habló.

—¿Quién es?

LAS ESPINAS EN LAS ROSAS | Coriolanus SnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora