COLORES

1.8K 217 29
                                    




La doctora Gaul explicó que el color tenía un propósito, que era el de mostrarle un "arcoiris de destrucción a sus enemigos" Rose no permitió que le impidieron acercarse a Clemencia cuando estaba en el suelo. Estaba quieta y respiraba lento, como si realmente le costara contener el aliento.

—¿Morira?—escucho a Coryo todavía con la Dr. Gaul, en ese momento Rose presencia como le inyectan una sustancia de dudosa procedencia a Clemencia.

—¿Qué es eso?—le pregunta a la mujer, pero esta solo deja las cosas en la bandeja de metal, se pone de pie y se va sin contestarle a Rose. —¿Doctora?

—Mantengamos el diagnóstico de la señorita Dovecote entre nosotros, a sus padres no les gustara escuchar cómo contrajo esa... fiebre—responde la doctora simple y sin empatía.

Rose admitía que Clemencia y ella no eran amigas, para la señorita Dovecote, Rose era tan irrelevante como el color gris de las en las nubes, incluso en ese momento crítico, a pesar de que Rose era la única que estaba a su lado, no la veía en absoluto. Tomó su mano y ella no correspondió, al contrario, si hubiese tenido las fuerzas de alejarse, lo habría hecho.

—¿Incluso ahora, Clemencia?—le susurro cuando escucho a los agentes de la paz llegar a donde estaba la académica tendida... Clemencia sólo así, dirigió solo sus ojos a Rose, su mirada no se fue hasta que se la llevaron a rastras.

—Ya pueden irse. Vayan directamente a casa, el funeral de Arachne Crane se movió para, mañana al amanecer, les recomiendo que duerman—pregunta la doctora.

Coryo agradeció la audiencia y sus palabras para después poder irse. En el camino, se dio cuenta de que Rose estaba muy lenta, así que regresó para tomarla de la mano y que caminara a su lado como de costumbre, ya cuando no estaban a la vista de la Dr. Gaul Rose abre la boca.

—¿Crees que está bien?—preguntó Rose volteando a ver a Coryo.

—Me gustaría decir que sí—responde Coryo sin voltear atrás.

Cruzaron pasillos y escaleras una y otra vez, al no esperar a que alguien los escoltara a la puerta, se perdieron en la ciudadela. Rose no podía soltar la mano sudorosa de Coryo, estaba tan ansioso que ni siquiera se detenía un segundo a meditar las direcciones que estaba tomando.

—Cory, estamos perdidos por completo—dice Rose haciéndolo detenerse frente a una puerta a medio abrir. —Volvamos por nuestros pasos y...

Escucharon un rugido poco audible detrás de la puerta. Era un sonido peculiar, como cuando gritas debajo del agua. La curiosidad les picó las manos y abrieron un poco la puerta. Dentro no había nada a simple vista hasta que sus miradas fueron a un lado de la habitación viendo unos tanques enormes con criaturas extrañas. Rose metió más la cabeza observando con horror la verdadera figura de esas criaturas.

Eran monstruos humanoides con partes animales en su cuerpo, el rugido de antes ya parecía más un quejido y gritos de súplica. Antes de seguir viendo, una persona los saca a los dos de ahí sorprendiendolos por fisgonear.

—Estamos... buscando a la señorita Dovecote—habla Coryo de forma rápida cuando les preguntaron el porqué estaban ahí.

—La señorita Dovecote fue llevada al hospital—dice el científico mientras se escuchan pisadas apresuradas del otro lado del pasillo. Un par de guardias se ponen a los lados de los académicos haciendo que la tensión se sintiera en el aire. —Acompañen al señor Snow y a la señorita Zsasz al hospital donde llevamos a la señorita Dovecote. Fijense que entren—dice el científico dejándolos a cargo de ese par de guardias.

Los dos guardias los escoltaron a la puerta.

Al parecer esperaban que preguntaran sobre Clemencia porqué un auto los estaba esperando afuera bajando las escaleras de la entrada. Con desconfianza y algo de incertidumbre entraron al coche. La doctora Gaul era excéntrica y algo desquiciada, pero no los mataría. Sus dudas cesaron cuando el coche se detuvo en frente del hospital. Al parar, el chófer no les dio instrucciones de lo que tenían que hacer, solo veía al frente sin decir ni una sola palabra. Coryo fue el que tomó la iniciativa de salir del coche.

LAS ESPINAS EN LAS ROSAS | Coriolanus SnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora