EL JUEGO

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DÍA 1

Rose salió del baño con Clemmie dándose cuenta de que Corto estaba ahí. Las acompañó hasta donde tenían sus lugares, antes de llegar ahí se encontraron con Sejanus que los saludo con una sonrisa algo amarga, Rose sabía que a él no le gustaban los juegos, y estar ahí era una tortura para él.

Un hombre los llama y les pide que miraran a la cámara. Clemmie se fue antes de que posaran a la cámara, lo entendía, no estaba lista para fotografías en ese momento y personalmente ella tampoco, pero Coryo la tomó de la mano para que no se fuera como Clemmie lo hizo. Solo pudo sonreír ante la cámara, y después del flash se relajaron y fueron a sus estaciones. Su tributo era del distrito 8, así que le tocó lejos de Coryo.

Cuando estaba sentándose el hombre del clima caminó rápido y nervioso. Su presencia la relajaba, era un hombre carismático. El Sr. Flickerman les habló a todos indicándoles lo que no podían hacer y que lo apoyaran... Prácticamente serían televisados también, cosa que no estaba prevista en Rose. Rose hace todo lo que indicó el Sr. Flickerman al pie de la letra... Hasta que llegó el comienzó.

Se presentó, era el primer anfitrión de los juegos del hambre televisado, y cuando los tambores comenzaron, el Señor Flickerman pasó por el pasillo ansioso.

—Ya están aquí... Ya están aquí. Felices juegos del hambre—decía mientras pasaba por los mentores. —Y recuerden, cuando su tributo muera, salgan de aquí...

Con ese comentario, Rose frunce el ceño y volteó a ver al señor Flickerman.

En la pantalla salían los tributos entrando, al lado de Lucy Gray estaba Wovey con un vestido azul, no era llamativo como el tributo del distrito 12, pero era sútil. Al ser de algodón Wovey se movía con libertad en él.

—Wovey, del distrito 8 se negó a quitarse el vestido de la presentación. Su mentora, Roselyn Zsasz lo confeccionó. Levante la mano, Señorita Zsasz—habla el señor Flickerman.

Rose apenas pudo levantar la mano insegura. Wovey se veía hermosa.

Poco a poco los tributos se ponían en las marcas para comenzar. Los agentes de la paz se comenzaban a ir cuando las cámaras de la arena se movieron y mostraron de primer plano al tributo prófugo del distrito 2.

—Mierda...—murmuró Rose para después voltear a ver a Sejanus.

—Uh, Marcus. Creo que podemos dormir mejor sabiendo que ya no está en las calles—habla el señor Flickerman que le siguió Sejanus tomando su silla y arrojándola lejos asustando a Rose.

—¡Son unos monstruos! ¡Todos ustedes!—grita para después irse enojado del lugar. Al señor Flickerman le importó muy poco la reacción de Sejanus y comenzó con su cuenta regresiva.

Con lentitud, Rose vuelve a ver a las pantallas, con cada número contado era una sentencia de muerte para su tributo. Estuvo a un pelo de morderse los dientes cuando sonó la campana que daba inicio a los juegos.

Todos corrieron al medio donde estaban las armas, se atacaban unos a otros, gritando sin que los otros tributos se defendieran. En un momento le perdió la vista a Wovey. En eso, escucha que alguien se vomita en las filas de atrás. Los mentores que veían como la pantalla de su tributo se apagaba y aparecía el escudo del Capitolio, se levantaban y se iban como se les había indicado.

Rose cerró los ojos cuando Lucy Gray se escondió bajo tierra. —Mierda...

Abre los ojos y nota que todo está calmado... Wovey estaba en pantalla caminando por el pasillo donde se había escondido Lucy Gray con Jassup. Le alegraba que estuviera viva. Ni siquiera escuchó lo que el señor Flickerman decía, solo se recargó en la pantalla y trató de controlar su respiración.

—Rose—la llama el mentor que tenía a un lado. Rose levanta la mirada y ve que le indican con su dedo a Clemmie. —Te habla, pregunta si estas bien...

Rose levanta el pulgar para hacerle saber a Clemmie que estaba bien. Suspira y se recarga en su asiento pensando en cuánto tiempo iba a estar ahí, ¿Cuántas posibilidades tenía Wovey?

Lo terrible fue cuando el señor Flickerman comienza a dar su pronóstico del clima, algunos mentores dormían, otros solo veían a sus pantallas esperando a que algo pasara... Y cuando pasó, todos pusieron atención a la pantalla, Lamina había salido de su escondite. Se dirigió a donde Marcus estaba colgado y con cuidado ve al chico. Lamina saca un hacha y le da en su cuello creando conmoción al público.

Rose no pudo apartar la mirada como los demás... El sonido del exterior se volvió lejano cuando su mente le trae un recuerdo... Un hacha y un cuello. Pensó que lo había olvidado, pero al parecer estaba muy presente en su mente.

El sonido del cristal rompiéndose cuando le tratan de enviar agua a Lamina fue lo que la hizo despertar. Ha estado soñando despierta mucho ese día, tenía que concentrarse si quería que Wovey tuviera oportunidad.

Esas cosas eran inservibles, ¿Como iban a llegar las cosas a los tributos sin que los lastimaran? Le parecía una locura.

No pasaron más cosas, y así oscureció. Casi todos los mentores se fueron a sus casas a dormir, pero Rose no quería ir a casa. Clemmie la invitó a dormir en su casa, pero ella no aceptó, así que se quedó ahí, viendo las pantallas y abriendo bien los ojos cada vez que Wovey aparecía. Su estómago rugió, no había comido en mucho tiempo. Posó su mano en su abdomen, el origen de su malestar, incluso le dolía la cabeza.

Estaba dispuesta a soportarlo cuando siente que alguien le toca el hombro.

—¿Por qué no va a dormir?—escucha al decano. Rose se sorprende al verlo, creía que después de su charla de la mañana no le iba a volver a hablar en su vida.

Iba a contestar, pero el sonido de su estómago la interrumpió.

—Vaya a la izquierda, cruce la puerta amarilla, ahí está una cocina, dile que te manda Casca Highbottom, tienen que servirte lo que quieras—le dice el decano. Las posibilidades hicieron que Rose se saboreara la comida en la boca. —Adelante, le pondré un ojo a Wovey...

—¿No me está mintiendo?—le pregunta Rose comenzando a sentir inseguridad.

—Ve niña. Si tu estómago sigue rugiendo así despertarás a todos—le dice el señor Highbottom.

Rose no lo pensó una segunda vez, se levantó y siguió las indicaciones del decano. No estaba lista para ponerse exigente, estaba lista para comer y calmar su hambre... Al fin y al cabo... eran los juego del hambre.


Solo tuvo que estar al frente de la puerta de la cocina para sentir eterna culpa, estaba rogando por comida como lo hacía con su tía. Su delgadez era la prueba de las pocas comidas que daba y su pálida piel de la mala alimentación. Sentía vergüenza de tener que hacer eso.

Pero ella no tuvo que tocar, la puerta de la cocina se abrió sola dejando salir un exquisito aroma de la comida que avivó su hambre.

—¿Qué haces aquí? Los juegos son en la otra sala...—le dijo una de las cocineras.

—El... el decano me envió aquí—responde Rose.

—¿Para qué?

—Comer, ¿no es... obvio?—pregunta sonriendo como si fuera un chiste. Estaba a punto de girarse e irse, pero la cocinera la invita a entrar.

Muchas preguntas recorrieron su cabeza viendo al chef hacer una comida para ella. Se veía deliciosa... Sin embargo, muchas cosas bellas son peligrosas. No entendía porque el decano era amable con ella, mucho menos porque la envió solo a ella a las cocinas mientras que había muchos mentores que todavía estaban ahí... Pudo decirles a todos que fueran a comer, pero solo la envió a ella.

Le parecía mentira.

El chef le dio la comida, era carne, verduras, papa... Era una comida solo para ella, el sentimiento estaba a punto de hacerla llorar, pero su hambre tomó el control y comió todo con la serenidad que debía mostrar, bocado por bocado... sin prisas a pesar de estar muriendo de hambre. 

LAS ESPINAS EN LAS ROSAS | Coriolanus SnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora