BIENVENIDA AL DISTRITO 12

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Estaba en la sala después de tomar el uniforme y esperando... Había dormido en la calle, y estaba disfrutando un buen desayuno de galletas y agua. Veía tranquilamente la pared esperando a que la llamaran cuando es sorprendida por la presencia de Casca Highbottom.

—¿Qué lo trae por aquí, decano?—le pregunta Rose sonriendo amable.

—¿Puedo hacerle la misma pregunta, señorita Zsasz?—la pregunta del decano la tomó desaparecida, no entendía porque estaba preguntando eso, sin embargo sonrió confundida para después contestar...

—Estoy en la lista de voluntarios para ir al distrito 12. Seré enfermera o médico si soy optimista—le responde sin preocupación, aunque al parecer esa no era la respuesta que el esperaba.

—Sé que Margrii Golska hizo esto, señorita Zsasz, no tiene que mentirme, estoy de su lado— su comentario puso tensa a Rose, no se esperaba que el decano se preocupara tanto. —Puedo hacer algunos arreglos, señorita Zsasz. Tome sus cosas, no irá a ningún lado...

—Con todo respeto, señor... Quiero irme—le contesta Rose desviando la mirada.

—Escuche lo que dice. No hay nadie más en esa lista de voluntarios—le dice Casca Highbottom.

—Es bueno ser la primera, ¿no cree?—responde Rose sonriendo.

—Al menos deja que te lleve a un distrito más cercano. Al Dos o al Ocho...

—Se lo agradezco, señor Highbottom. Pero deseo estar en el distrito más alejado de aquí—le dice y lo toma de la mano. —Nací aquí... pero nunca sentí este lugar como un hogar. En el Doce me darán una cama, tres comidas al día y uniformes, además de capacitación... No es tan malo—Rose veía al decano que le dedicaba una mirada de eterna melancolía.

—Lamento su partida, Roselyn Zsasz. Le deseo mucha suerte—le dice sacando una sonrisa más brillante a Rose.

—La suerte siempre está de mi lado, señor Highbottom—le contesta como despedida para después ser llamada, era hora de irse.

Se iría en el siguiente tren, tenía un maletín con nulas pertenencias, llevaba el lápiz labial rojo que estaba dispuesta a usar todos los días y el uniforme de aprendiz de enfermera. Un triste overol gris con un parche en un brazo. Se tomó la libertad de robar semillas de rosa roja, además de llevarse en dos latas una rosa roja y otra blanca. Margrii se le fueron las ganas de pelear después de que la hecho de casa permanentemente, no puso resistencia cuando se llevó las rosas.

El viaje no fue ajetreado, y era la única en la cabina de viaje para el distrito 12, así que podía estirarse, recostarse en el asiento y a veces hablar sola cuando lo necesitaba. Sería distinto a todo lo que conocía. Ni siquiera se pudo despedir de Sejanus, o de Clemmie... tampoco de Tigris o... Coriolanus. Por lo rápido que fue su traslado creía fielmente que nadie se había dado cuenta que ella se había ido del capitolio.

¿Triste? Tal vez... aunque no estaba segura si alguien la extrañaría.

Cuando llegó el tren al distrito 12, solo estaba una mujer esperándola. Rose al bajar con su maletín sonrió... seria su nueva vida, así que quería empezar con el pie derecho.

—Solo eres tu, me imagino—dice la señora de arrugada cara y cabello canudo, sus ojos cansados vieron a Rose de arriba a abajo. Si, ella no era una capitolita normal.

—Solo yo—dice Rose sin dejar de sonreír.

—Bienvenida al Distrito 12, Capitalita. Soy Cherie Croco, médica en jefe de los Agentes de la Paz, y a partir de ahora estás a mi cargo—le dice girando para emprender camino...

Rose no espero alguna instrucción, solo la siguió. No sabía que su área sería atender a los Agentes de la Paz, pensaba que sería enfermera general.
La siguió y después ambas suben a un coche que era del cuerpo médico. Mientras le explicaba que la lista de voluntarios se había suspendido de forma permanente ya que nadie quería ir a los distritos a ensuciarse las manos con enfermos de esos lares, pero que alguien había hablado con alguien y que la lista se abrió por un par de horas.

Margrii era buena convenciendo a la gente, ella hizo su voluntariado posible, pero... ¿qué importaba eso ahora? Ella estaba en el distrito 12 y Margrii en el Capitolio.

—Cinco horas de capacitación teórica en las mañanas, tres horas de capacitación práctica, en las tardes, comerás a medio día...—le dice apagando el coche y volteándola a ver, ya habían llegado, era un lugar sin piso, gris y con ventanas opacas. —...Mantén tu cubículo limpio y no olvides ducharte.

—Entendido—le dice Rose viéndola bajar del coche. Rose la imita para seguirla.

El cuerpo médico era pequeño, no parecía haber muchas personas, al entrar estaba una especie de sala de espera. Rose siguió a Cherie a una puerta que Justo al entrar estaba un pasillo con fácil seis camillas vacías, entre ellas había una cortina desgastada. Más adelante había otra puerta una puesta al lado que las dos cruzaron. Ahí estaba un pasillo con cuatro puertas, Cherie extiende su mano y le muestra una llave.

—La número tres—le dice Cherie.

—¿Los Agentes de la Paz solo tienen tres enfermeras?—pregunta Rose tomando la llave.

—En unos meses seremos cuatro—dice Cherie para irse.

La dejo sola en el pasillo, ni siquiera sabía si sus otros compañeros estaban en sus cubículos, tragó saliva nerviosa y fue a la habitación tres. La puerta de metal tenía las esquinas oxidadas. Adentro no estaba mejor, la pintura azul cielo se caía y había una cama individual, cuatro paredes y una ventana. Lo bueno es que había una mesita de noche al lado de la cama.

Sonrió inconforme, pero no sorprendida, se imagino algo así... agradeció que no hubieran ratas.
Fue a la cama de sabanas blancas y quito el uniforme de enfermera para verlo. Era una especie de overol con falda y mandil, al lado una bata que creí era para dormir. Las puso a un lado y se sentó en la cama cuyos resortes hicieron un escándalo cuando lo hizo. Era tarde noche, se había perdido la hora de la cena y... solo quería dormir.

Se cambio lo más rápido que pudo para ir a dormir, le dolía el cuerpo. Esperaba no tener más sorpresas en la vida, ya tuvo suficientes juegos.

LAS ESPINAS EN LAS ROSAS | Coriolanus SnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora