ESCAMAS ROJAS

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Le dolía la garganta de gritar, el olor a polvo estaba torturando su nariz, nadie la escuchaba. Le gritó a su madre, le gritó a su padre que estaba lejos de casa... Nadie fue a salvarla.

—¡Mamá, ayúdame!—

Rose despertó abrumada, tenía varias agujas en las manos y lo peor fue el dolor en su hombro. Había tenido una pesadilla... pero más que una pesadilla, fue un recuerdo tormentoso. Se puso a llorar, era tarde, lo sabía... además de que estaba herida, no sabía si Wovey estaba bien.

—No dejas dormir—escucha en la camilla vecina. —¡Que alguien traiga a su madre para que se calle!

—Mi madre murió hace años—responde Rose mientras se acomoda en su almohada.

—¿Roselyn?—preguntó la voz vecina que cada vez se estaba volviendo más reconocible.

—¿Clemencia?—devuelve la pregunta nerviosa. —¿Me reconociste solo porque mi madre está muerta?

—No...

—¡Cállense las dos!—escuchan en otra camilla lejana.

Después de unos segundos de silencio, escucha unos pasos descalzos acercarse a ella. La persona que desliza la cortina para entrar era Clemencia sus brazos eran un espectaculo de color con escamas, al igual que su cuello.

—Clemencia...—la llama Rose y esta negó con la cabeza para ir y sentarse en la silla a su lado. —Tus brazos.

—El antídoto que me dio la doctora Gaul tenía efectos secundarios... creo—dice sin ver sus propios brazos. —Duele cada vez que salen más... Creo que no saldrán más...Ahora estoy horrible.

—En realidad creo que son hermosas—le dice Rose sonriéndole. —Y no lo digo como broma, en realidad creo que lo son.

—Ajá...—Sonríe y después ve la mesilla en donde le pusieron las cosas a Rose. —¿Ahora usas maquillaje caro?

—Co... Tigris me lo dio—responde Rose.

—No tienes que mentir, Rose. Hace horas que llegó Coriolanus a visitarte, lo escuche—dice Clemencia sorprendiendo a Rose.

¿Coryo había ido a verla después de ignorarla por completo ayer? Le parecía increíble.

—Hablo mucho, ahora sé que han sido amigos desde que eran niños—confiesa y Rose se quedó helada. —Lo que no entiendo es... ¿por qué ocultarlo?

—Nadie querría ser amigo de la Reina de la Basura—responde Rose. —Tu también lo habrías ocultado si fueras él.

Rose voltea a la mesilla y toma el labial rojo que le había obsequiado Coryo.

—No quería manchar su curriculum perfecto.

Clemencia cambió su expresión, siempre la veía como un ser inferior, como sí no fuera una persona a la que prestarle atención, ahora... En ese momento en su cara reflejaba unas gotas de compasión y lástima que podrías confundir con tristeza.

—No es tan malo.

—¿En serio lo crees?—le pregunta Clemencia frunciendo el ceño. Rose sonríe sencilla y asiente.

—¿Qué más dijo Coryo?—pregunta Rose para cambiar el tema.

—Habló de tu tía—responde. —Una historia algo escalofriante a mi parecer—sigue Clemencia.

—Más escalofriante que tus escamas de serpiente—bromea Rose haciendo sonreír a Clemencia con una cierta tristeza. —Lo siento.

—Tranquila, están en mi piel así que tendré que acostumbrarme y... Nada es más escalofriante que mis escamas—dice Clemencia bromeando. —Tu también tendrás algo de lo que acostumbrarte.

Rose gira un poco y ve su brazo vendado. Ahí recuerda los juegos del hambre haciendo que soltara un gran suspiro.

—Somos mentoras, ¿creen que...?

—Nos darán de alta mañana temprano para ir a los juegos—dice Clemencia. Rose repasa un poco lo que pasó y después ve a Clemencia.

—¿Descansaste?—pregunta Rose.

—¿Yo? Llevo tiempo en rehabilitación, la que se ve pésimo eres tú—le dice Clemencia. —Mañana serán los juegos... Me iré.

Clemencia se pone de pie y camina a la cortina para irse a su cubículo, pero antes de irse Rose la llama.

—Eres hermosa, Clemmie—le dice Rose haciendo sonreír a la chica. Estuvo a punto de llorar, pero desvió la mirada y asiente.

—Tu te vez horrible— dice Clemmie. 

Después de que Clemencia se fue, Rose ve al techo... No estaba segura de que también estaba para ir a los juegosLa habitación estaba fría, tomó la sábana y se cubrió con ella. El brazo ya no le dolía como hace una hora. No quería cerrar los ojos, estaba siendo asustadiza y eso le daba vergüenza. Temía otra pesadilla, la cocina, el mayordomo, el hambre... Recordó el hambre al escuchar su estomago rugir. Aprieta la mano sintiendo el labial en ella, no recordaba que lo seguía teniendo en la mano, con cuidado se recuerta de lado y pone el labial en la mesilla recordando a Coryo.

 ¿Su tía habría ido a verla? No lo creía, ella no la aprecia lo suficiente como para desperdiciar su tiempo en ir a ver si estaba viva.

—¿Por qué estoy pensado en esto?—susurro viendo sus cosas en la mesilla. Tenía cosas más importantes de las que pensar. 

Los juegos, Wovey... Se perdió su entrevista, ni siquiera pudo verla en el vestido que tardo tanto tiempo en hacer...Suspiro, y en su suspiro se fue su energía y sus esperanzas de que todo fuera a bien... Al menos descubrió que en Clemmie podía ver una amiga.

LAS ESPINAS EN LAS ROSAS | Coriolanus SnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora