SUS LABIOS ROJOS

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No le llevó tiempo hacerse de una reputación, después de varias semanas se había vuelto en una buena enfermera. Curaba heridas cuando los Agentes de la Paz se lastimaban entrenando o controlando un que otro disturbio... la médica Cherie halagaba su capacidad de aprender.

Sus compañeras no fueron amables con ella cuando comenzaron a platicar, para ellas era solo una capitolita. No pudo entablar amistad con la otra chica... A los cuatro días que Rose llegó la chica murió porque se le complicó una gripe y en el Doce no había medicamentos adecuados para ello.

Tardó un par de días hacerlas entender que ella estaba ahí con buenas intenciones. Constance Narda se acerca a ella de forma amistosa... era bajita y con un buen sentido del humor. Le gustaba coquetear con los Agentes de la Paz, era una chica popular, buena para las suturas. Ella la ayudó mucho en su educación y al cabo de un mes eran las dos enfermeras de los Agentes de la Paz, aunque no solían tener muchos pacientes, los chicos no eran propensos a lastimarse a menos de que hubiera una pelea agresiva.

—¡Roselyn!—le hablan desde afuera y Constance siguió llamándola hasta estar en su puerta.

Rose estaba en el escritorio de la recepción lista para mandar una carta para Tigris, le habían dado ese honor al reconocer sus habilidades.

—Espero que sea algo importante...

—Un tal Casca Highbottom te manda de nuevo chocolates—le dice poniendo la caja en el escritorio de Rose. —Estás segura de que no está enamorado de ti.

—Completamente. Deja de hacerte historias en la cabeza—le responde Rose sin ver la caja.

—Eres tan terca, ¿acaso ya estas enamorada de alguien?—le pregunta ganándose la mirada de Rose que sonreía de fastidio.

—Casca Highbottom era amigo de mi padre y...

—...Y te envía chocolates cada semana—le dice Constance abriendo la caja dejando salir el olor delicioso a chocolate. Constance tomó uno y se lo llevó a la boca a Rose. —, No desperdicies tu privilegio, cariño. ¿Sabes cuántas personas matarían por esto?

Rose acepta el chocolate y suspira.

La comida era más de lo que alguna vez comió en el capitolio, llegó a ganar un par de kilos que la hacían sentir pesada.

—Le enviaré una carta al decano, le pediré que deje de enviar cosas.

—¡Por favor! No hagas eso, piensa en mí—le dice Constance tomando uno de los chocolates para después llevárselo a la boca.

—Si vuelve a enviar chocolates quedatelos—responde haciendo que la otra cerrará la caja y la tomara con ambos brazos.

—Me caes mejor que ayer—le dice Constance sonriendo. —Oye, ¿puedes cubrirme hoy?

—¿Por qué?—le pregunta recargándose en su escritorio mientras Constance sonreía tímida, aunque ese teatro Rose ya no se lo cree, sabía que iba a hacer algo.

—Al escuadrón de Robin tiene el fin de semana libre, los dejaran salir y me invitó al Quemador—le responde recargándose en el escritorio.

—Constance Narda, lo conociste ayer—le dice Rose haciendo que Constance fingió ofenderse por el hecho.

—No nos vamos a casar, Roselyn. Solo es una cita—responde Constance con la moral intacta. —Uy, me dijo que Leanus Pike iba a ir también y que estaba muy interesado que fueras también.

—Si me voy, ¿quién se encargará del Cuerpo Médico?—le pregunta Rose. —Ve y diviértete, Constance. Te lo mereces.

—Tu también mereces un día de descanso. Desde que llegaste trabajas día y noche—Contesta la chica y después la ve. No iba a convencerla, siempre trataba, pero nunca lo lograba. —Un día de estos le diré a la Doctora Croco que nos daremos el día, y si dice que no, nos escapamos en la noche y corremos... Encontraremos dos chicos guapos en el camino, los convencemos de invitarnos unos tragos y...

—¿Nos piden matrimonio y hacemos una boda doble?—le pregunta Rose con sarcasmo.

—No arruines mis planes, Roselyn Zsasz—Constance al ver que no la iba a persuadir, se despide de ella y se va dejándola sola en el hospital.

Hubo una pelea en el Quemador. Constance después de que salieran del lugar se la pasó revisando la ceja de Robin que no parecía afectado por lo que había pasado.

—No te preocupes, he recibido peores golpizas—le dice Robin a Constance.

—¿Cómo se ve mi nariz?—pregunta Leanus a Robin y Constance.

—Sangrante—le contesta Constance. —Debemos ir a la enfermería.

—¡Oh por favor! ¡Hay que ir!—dice Leanus contento a pesar de que estaba con un derrame nasal preocupante.

—¿Veremos a ver a la enfermera de los labios rojos?— Junius sonriendo algo tímido.

Constance estaba por caminar con la caravana de chicos detrás de ella cuando un chico detiene a Junius.

—¿Rojos? ¿La enfermera usa labial rojo?—le pregunta el chico a Junius que asintió sincero.

—Si, se nota que no es de aquí—responde.

—Vamos chicos—les habla Constance. —Leanus, cúbrete esa nariz.

—Es una buena manera de terminar la noche—murmura Leanus. Había estado enamorado de la enfermera de labios rojos desde que lo atendió por una ceja partida, ese Agente de la Paz era propenso a sufrir heridas...

Mientras todos estaban caminando a la enfermería, charlando y viendo las heridas, Coriolanus Snow está atrás a paso lento por las revelaciones que estaba teniendo.

Encontró a Lucy Gray y si sus sospechas eran ciertas... vería a Rose.

LAS ESPINAS EN LAS ROSAS | Coriolanus SnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora